El papa Francisco autorizó hoy a la Congregación para la Causa de los Santos a proceder en el proceso de doce personas, tres beatificaciones y el reconocimiento de las virtudes heroicas de nueve personas, entre ellas el laico puertorriqueño Rafael Cordero Molina y la religiosa española Maria Rosa Teresa Gay Tibau. Fue durante la audiencia que el santo padre tuvo esta mañana en el Vaticano con el cardenal Angelo Amato, prefecto de dicha congregación.
En el proceso de canonización, el primer paso es la declaración de las virtudes heroicas, que lleva a ser siervos de Dios, el segundo es el de beatificación de la persona y después la canonización o declaración de que se trató de un santo. Sea la beatificación como la canonización necesitan de un milagro demostrado, aunque el Papa puede decidir, como en el caso de Juan XXIII, que no es necesario.
Rafael Cordero Molina, nació en San Juan de Puerto Rico (Puerto Rico) el 24 de octubre de 1790 y murió allí en 5 de julio de 1868. En su país es conocido como “El santo laico de Puerto Rico”. Su padres eran de condición social muy humilde, pero amantes de la lectura, por lo que le dieron sus primeros principios educativos. Rafael no pudo asistir a la escuela porque en aquella época no se le permitía a las personas negras. Gracias a su capacidad llegó a ser maestro de nivel primario y abrió una escuela para niños negros y mulatos en su casa, entretanto sin cobrar las lecciones. Su hermana Celestina hizo algo similar para las niñas, visto que no existían escuelas mixtas. Iniciaba sus clases con la Salve Regina y entre sus alumnos se distiguieron diversos personajes reconocidos por la historia de Puerto Rico. Fue célibe y conocido por su devoción.
Por su parte la española María Gay nació en Llagostera, población que se encuentra a unos 20 kilómetros de Girona, el 24 de octubre de 1813. Vivió en la casa del Dr. Amerio Ros durante 20 años, ayudando en las tareas domésticas y participando de la vida de esta familia. Durante estos años entró en contacto con el sufrimiento de los enfermos que llamaban a la casa del doctor y despertando en ella el deseo de ayudarles más directamente.
Esta inquietud le llevó a crear una sencilla asociación, que inicia el 29 de junio de 1870. El grupo formado por María recorría de día y de noche las calles de Girona para asistir a los enfermos. El obispo, viendo la fama de caridad y fortaleza de María y sus compañeras, en 1872, consciente de la trascendencia de su labor, les concedió un Reglamento Provisional.
Son dos los conceptos que sintetizan el modo como entendieron María Gay Tibau y sus primeras compañeras la expresión de su carisma. Servir: atender las necesidades del enfermo con prontitud, caridad y generosidad, aliviando sus dolencias físicas con sus cuidados. Y velar: entregar espléndidamente sus horas de descanso para el reposo del enfermo y de su familia, sembrando la paz en su corazón con la delicadeza de su trato y la suavidad de su voz.
La celebración del centenario de la muerte fue el detonante que llevó a profundizar sus virtudes. La investigación sobre su vida dio respuestas positivas, lo que estimuló a presentarla como modelo de santidad para toda la Iglesia.