En la Plaza de Colón, y ante miles de familias llegadas de Madrid, de toda España y de distintas partes de Europa para celebrar la festividad litúrgica de la Sagrada Familia, el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, ha presidido esta mañana una solemne celebración de la Eucaristía. La Santa Misa ha sido concelebrada por numerosos obispos españoles y europeos.
Un día frío aunque soleado no ha impedido que varios miles de personas se congreguen en la plaza madrileña en el acto central de la Fiesta de la Familia, convocada este año bajo el lema «La familia, un lugar privilegiado». La gran celebración ha comenzado a las 10.30 horas, con la intervención de Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, que ha anunciado el Kerigma.
Pero antes del comienzo de la Eucaristía, la organización ha conectado en directo con Roma para atender a través de las pantallas gigantes al papa Francisco. El pontífice se ha dirigido especialmente a los creyentes congregados en distintas partes del mundo, con una mención especial a Madrid.
«Dirijo un saludo especial a los fieles que se han conectado con nosotros desde Nazaret, en la Basílica de la Anunciación, adonde ha viajado el secretario general del Sínodo de Obispos; desde Barcelona, en la Basílica de la Sagrada Familia, adonde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia», ha dicho el santo padre.
También «desde Loreto, en la Basílica Santuario de la Santa Casa. Y lo extiendo a los congregados en varias partes del mundo con ocasión de otras celebraciones que tienen a las familias como protagonistas, como la de Madrid», ha añadido.
Por su parte, el cardenal Rouco ha señalado en su homilía que “hoy, Fiesta de la Sagrada Familia, es día para anunciar de nuevo al mundo el Evangelio de la alegría: ¡la alegría del Evangelio de la Familia! La alegría del amor que ha madurado en la fidelidad del esposo a la esposa y de la esposa al esposo veinticinco, cincuenta y más años. La alegría del primer amor que surge en los corazones jóvenes como una primera llama que se enciende interiormente a través de la mirada y del conocimiento mutuo, que traen su causa de un amor más grande de Alguien que trasciende al novio y a la novia: ¡como una vocación que viene de Dios! La alegría del amor matrimonial entre el esposo y la esposa llega a su máxima expresión cuando fructifica en el esplendor de los hijos, si ninguna causa inculpable lo imposibilita”. “¡Hoy es el día para proclamar y testimoniar con gozo la alegría de la Familia como lugar privilegiado para el anuncio del Evangelio a todas las naciones!”.
El purpurado ha recordado que “el Papa Francisco nos ha invitado a emprender la nueva etapa evangelizadora de la Iglesia marcándola con el sello de la alegría que brota de las entrañas mismas del Evangelio”. Y ha aclarado que “a ese Evangelio de la alegría, que es Jesucristo, pertenece como nota esencial la Buena Noticia de la Familia: ¡de la familia cristiana!”.
A las familias reunidas en la Plaza de Colón, “fieles, valientes e incansables”, el arzobispo de Madrid les ha dicho que “habéis venido unidas. Unidas en el interior de vosotras mismas por los lazos de un amor que es respeto, aprecio, cariño, entrega, donación mutua que no pide ni exige precio alguno, salvo el del amor. Unidas entre vosotras en la Comunión de la Iglesia, para atestiguar públicamente ante el mundo y ante los hombres de nuestro tiempo que la familia, vivida a la luz de una fe amiga de la razón, en la esperanza y en el amor de Jesucristo es la fuente de la primera y fundamental alegría: la alegría de la vida nueva que nace natural y sobrenaturalmente; la alegría capaz de sobreponerse a cualquier clase de sacrificios, convirtiéndolos en oblación de amor; la alegría duradera, perdurable, segura y fiable porque se funda en la mutua donación entre el marido y la mujer, entre los padres y los hijos, entre los abuelos y nietos; en último término, porque se fundamenta y enraíza en la gracia de Dios”.
“Es la familia – ha proseguido – donde se inician y se dan los primeros y decisivos pasos del itinerario de ese amor humano fiel y fecundo sin el cual el nacimiento y el crecimiento de la sociedad y de toda la humanidad en justicia, solidaridad y en paz se hace inviable y sin el cual la misma Iglesia no logrará edificarse y consolidarse, día a día, como la comunidad de fe en Jesucristo Redentor del hombre, fundada y sostenida por Él”. Por eso, “dar testimonio del Evangelio de la alegría con obras y palabras en nuestro tiempo es tarea y urgencia primordial de la familia cristiana. Sin su testimonio, sobre todo en esta hora crucial de la humanidad, la evangelización del mundo empalidecería y languidecería hasta su desaparición efectiva”.
Y es que “no hay otro lugar de la experiencia y de la existencia humana donde se puede encontrar quien pueda consolar, aliviar, ayudar eficazmente y alentar animosamente a los enfermos crónicos, a los terminales, a los que han perdido el puesto de trabajo, a los desocupados sin expectativas de empleo en tiempo previsible, a los jóvenes que han embarrancado sus vidas en el alcohol, en la droga, en el sexo salvaje… que no sea en el ambiente cercano, acogedor, tierno y comprensivo de la familia. Naturalmente, de la familia en la que la fidelidad mutua, vivida y mantenida con la fuerza del amor cristiano ofrece brazos abiertos, casa y hogar». «En esta dura y persistente crisis, por la que atraviesan todos los países europeos, la familia cristianamente constituida está demostrando, una vez más, en una dificilísima coyuntura histórica, su insuperable e insustituible valor para la solidaridad y la paz social”, ha subrayado el cardenal Rouco.
Asimismo, el purpurado ha alertado de que no sólo hay “circunstancias de extraordinarias contrariedades económicas, sociales y culturales con las que han de enfrentarse, sino con algo mucho más complicado y costoso humana y espiritualmente: un clima de opinión pública y de medio-ambiente ciudadano en el que prima una concepción de la vida personal caracterizada por ‘la transitoriedad’, como gusta expresarse el Papa Francisco. Ni siquiera el don de la vida se entiende como definitivo e inviolable y, por lo tanto, tampoco, el don del amor”.
Hoy, “en la agobiante atmósfera intelectual y ‘mediática’”, tan “contaminada por una visión radicalmente secularizada del mundo y del hombre”, es más que nunca necesaria “la luz y la fuerza de la fe para comprender totalmente, aceptar cordialmente y vivir gozosamente el valor natural de la familia constituida sobre el matrimonio indisoluble”.
“No se ha hecho imposible el modelo de la familia cristiana. Esa luz y esa fuerza de la gracia de una madura fe cristiana la hace invencible y capaz de sobreponerse y superar cualquier desafío del Maligno y cualquier debilidad nacida del pecado. Esta fe viva está al alcance de la familia cristiana cuando en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración compartida y en la acción de gracias eucarística se abre a la gracia de la presencia y del ejemplo de la Sagrada Familia de Nazareth”.
Por eso, el arzobispo de Madrid ha exhortado a no tener miedo “de seguir manteniendo abierto lo más íntimo de vuestros hogares al don precioso del Evangelio de la Sagrada Familia, al amor de María y José, que por virginal y exhaustivamente realizado y consumado en el amor a su Divino Hijo y en la entrega a su misión salvadora de ser el Redentor, el Amigo, el Señor y el Hermano de todos los hombres, fue amor limpio, íntegro, incondicional… modelo sublime de todo amor a Dios y a los hombres: ¡el modelo por excelencia del amor de Jesucristo! ¡Que ese amor de María y José aliente, sostenga y santifique vuestro amor de esposos y de padres de familia, sellado sacramentalmente el día en que habéis contraído santo matrimonio ante Dios y ante la Iglesia! ¡Que modele también la respuesta de amor de vuestros hijo
s y su vivencia mutua como hermanos!”.
Y ha animado a las familias, asegurando que no están solas. “¡La oración de innumerables almas consagradas a la plegaria y a la oblación de sus vidas por la Iglesia os acompaña! Vuestros Pastores y las comunidades eclesiales, a las que pertenecéis, quieren estar y están a vuestro lado con su oración, con su cercanía y amor fraterno”. “La Iglesia y el mundo de nuestros días os necesitan −como muy pocas veces ha sucedido en el pasado− para llevar el Evangelio al corazón del hombre y de la cultura contemporáneas. Habéis recibido de Dios un don precioso de incalculable valor: el de la fe y el de ser familia cristiana”, ha señalado.
A continuación, el cardenal Rouco ha hablado de las familias misioneras que iba a enviar al finalizar la Liturgia de la Palabra. “Han recibido mucho del Señor −¡el don de la fe y de la vida cristiana en sus familias!− y quieren darlo y comunicarlo a todos. Son unos testigos excepcionales de lo que es y de lo que significa el amor cristiano y el de compartirlo en plenitud”. “Quieren ser testigos con obras y palabras de la presencia salvadora de la Sagrada Familia de Nazareth en la hora presente de la humanidad. ¡Sembradores a manos llenas del gozo del Evangelio! ¡De la alegría del Evangelio de la familia cristiana!”.
Y ha concluido encomendando a estas familias misioneras “al cuidado maternal de la Santísima Virgen, a la protección paternal de San José y a la gracia y a la ternura divina del Niño Jesús”.