(ZENIT Noticias / Roma, 30.10.2025).- En Roma, casi dos años después de la aciaga mañana del 7 de octubre de 2023, el embajador de Israel ante la Santa Sede, Yaron Sideman, se dirigió a diplomáticos, clérigos y supervivientes para conmemorar un hito que pocos creían posible: el fin de la guerra de Gaza y el regreso a casa de todos los rehenes supervivientes.
El embajador, durante un acto conmemorativo organizado por la Embajada de Israel ante la Santa Sede el 23 de octubre, reflexionó no solo sobre la estrategia política y la determinación militar, sino también sobre la oración, la valentía moral y la discreta diplomacia que contribuyó a ablandar los corazones más insensibles. «El acuerdo que permitió el regreso de todos los rehenes restantes y puso fin a la guerra», afirmó Sideman, «no habría sido posible sin la presión de Israel sobre Hamás, sin el liderazgo y el compromiso del presidente Donald Trump, y también gracias a las poderosas oraciones y gestos de unidad del Papa Francisco y el Papa León XIV».
Fue un reconocimiento inusual por parte de un diplomático israelí, un gesto que tendió un puente entre lo político y lo espiritual. Sideman recordó que ambos pontífices habían apelado persistentemente por la liberación de los rehenes, visibilizando su difícil situación en momentos en que gran parte del mundo parecía seguir adelante. El Papa Francisco se reunió tres veces con las familias de los cautivos y, durante su discurso del Ángelus el 15 de septiembre de 2024, mencionó por su nombre a Hersh Goldberg-Polin, uno de los rehenes que posteriormente fue hallado muerto en Gaza junto con otros cinco.
«Al darles nombre y rostro a quienes sufrían», dijo Sideman, «el Papa se aseguró de que su humanidad jamás fuera olvidada. Mantuvo viva su memoria y fortaleció la determinación colectiva de traerlos a casa». El embajador también reconoció la labor del Papa León XIV, quien continuó trabajando discretamente por la paz y el intercambio de prisioneros, calificando a ambos pontífices como «faros morales» en uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de Oriente Medio.
Sin embargo, el tono del embajador se mantuvo contenido. «Es momento de tener esperanza», dijo, «pero aún no es momento de celebrar». Trece cuerpos, los restos de los últimos rehenes, aún permanecen en Gaza. «No descansaremos hasta que cada uno de ellos sea devuelto a sus familias para un entierro digno».
Enfatizó que la siguiente fase del proceso de paz depende de la desmilitarización total de Gaza y del desarme de Hamás. «Solo entonces podremos estar seguros», dijo, «de que Gaza jamás volverá a representar una amenaza para Israel. Pero es igualmente vital que ofrezcamos esperanza y un futuro mejor al pueblo de Gaza, una vez liberado de la tiranía de Hamás».
Las palabras de Sideman no se limitaron a la geopolítica. Transmitían una profunda carga moral: un llamado a la unidad que trascendía las fronteras nacionales. «A pesar de todo lo que nos divide, seguimos profundamente conectados», afirmó. «Ese sentido de humanidad compartida, ese tejido vivo de compasión y solidaridad, ha sido nuestra mayor fuente de fortaleza».
En Israel, esta unidad se había manifestado en los cientos de miles de personas que llenaron las plazas de las ciudades durante los últimos dos años, manifestándose por la liberación de los rehenes, llorando a los fallecidos y celebrando cada regreso a salvo como una victoria colectiva. «Es este espíritu de unidad», concluyó el embajador, «el que nos sacará del abismo de la tragedia del 7 de octubre y nos conducirá hacia un futuro más brillante».
La mención de la participación de los Papas —en particular, los llamamientos morales coordinados de Francisco y León XIV— revela una dimensión que a menudo se pasa por alto en las narrativas de la negociación política. Sus intervenciones, basadas en una teología de la dignidad humana más que en la diplomacia, contribuyeron a mantener la empatía pública en un momento en que el cansancio y el cinismo amenazaban con dominar el discurso.
En definitiva, el camino hacia la paz no solo se construyó mediante la presión política, sino también mediante la perseverancia de la oración: mediante voces que se negaron a que la violencia tuviera la última palabra.
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