[Leer primera parte] Cuando el mes de marzo pasado monseñor Krajewski participó en los preparativos del cónclave, no sabía que como sucesor de Benedicto XVI habría sido elegido un papa que se definía «un sacerdote callejero», es decir de calle, que también de cardenal, salía a menudo por la noche para ir a encontrar a la gente pobre y a los desfavorecidos, a cenar con ellos, a compartir su vida.
Ni siquiera el papa Francisco sabía al inicio, que uno de sus ceremonieros hacía en Roma las mismas cosas que él en Buenos Aires, pero cuando lo supo no tuvo dudas en nombrarle su limosnero: hizo pública su decisión el 3 de agosto pasado.
La ordenación episcopal tuvo lugar en la Basílica de San Pedro el 17 de septiembre pasado: la misa estuvo presidida por el cardenal Guiseppe Bertello (concelebrada entre otros por monseñor Ziółek, arzobispo emérito de Łódz que hace 25 años había ordenado sacerdote al joven Krajewski), e inesperadamente en la ceremonia se presentó el Santo Padre.
Porteriormente, Francisco se reunió con monseñor Konrad y su familia. A los familiares les dijo: «Vean, estos son mis brazos, son limitados. Si los alargamos con los de Corrado podemos tocar a los pobres de toda Italia».
Durante la ceremonia monseñor Krajewski pidió que le sigan llamando ahora que es arzobispo, “don Konrad” y no excelencia.
Un día, refiriéndose a esta petición, el Papa le dijo: «Cuando alguno te llame «excelencia» pidele cinco euros de tasa para los pobres. ¡También a mí me ha salido llamarte así, pero no tengo cinco euros en el bolsillo!»
En ese periodo tuvo lugar una gran tragedia en el mar, en la costa de la isla de Lampedusa donde llegan los refugiados venidos del norte de África: una de las barcas naufragó con cientos de personas a bordo.
El Papa envió en seguida a su limosnero a la isla de Lampedusa, lugar de desembarque de refugiados que provienen desde África, para mostrar su cercanía a los refugiados supervivientes (monseñor Konrad llevó 1600 tarjetas telefónicas que servían para comunicar con las familias) y también a los equipos de rescate (los buzos tenían la difícil tarea de recuperar los cuerpos ahogados).
Fue también Francisco quien explicó a monseñor Konrad como debe cumplir su misión: «El escritorio no está hecho para ti. Puedes incluso venderlo. No esperar a que la gente llame a tu puerta, ¡tú debes buscar a los pobres!»
Y así el limosnero del Papa se ha hecho itinerante: para viajar usa un Fiat Qubo blanco porque un coche azul del Vaticano podría asustar. El Papa quiere que él tome contacto directamente con la gente encontrándola en los ambientes de vida, en los comedores, en las casas de acogida, en las residencias o en los hospitales: es el «método Francisco».
Monseñor Krajewski cuenta, por ejemplo, que «si alguno pide ayuda para pagar una factura es bueno que yo vaya en la medida de lo posible a su casa para llevar materialmente la ayuda, y para hacerle entender que el Papa, a través del limosnero, le está cerca. Si alguno pide ayuda porque está solo y abandonado, debo correr hacia él y abrazarlo para hacerle sentir el calor del Papa, por tanto de la Iglesia de Cristo».
Para sus «salidas» nocturnas de asistencia a los necesitados, monseñor Krajewski se sirve de la ayuda de los guardias suizos, que lo hacen como voluntariado fuera del horario de servicio. Esto es precioso porque en alguna situación sirve la fuerza física y el conocimiento de idiomas.
La acción caritativa del limosnero viene financiada con las donaciones y la venta de los famosos pergaminos con la bendición apostólica. En las oficinas del limosnero trabajan 17 calígrafos y otros 11 empleados («pocos», dice padre Konrad, teniendo el cuenta la cantidad de trabajo y de correspondencia).
En el 2012 la limosnería apostólica distribuyó cerca de 6.500 ayudas por una suma total de un millón de euros. Obviamente se trata de pequeñas sumas de 200, 500, 1000 euros (para las ayudas más consistentes y duraderas hay otros entes caritativos).
Este año las ofrendas para la limosnería han aumentado notablemente (seguramente es el «efecto Francisco»). Pero todo se distribuye en seguida para los pobres, porque como dice el Papa a monseñor Konrad: «La cuenta es buena cuando está vacía. No invertir, no restringir: gasta todo para los pobres».
Obviamente es necesario dar las ayudas con prudencia: cada petición debe ser certificada al menos con un sello del párroco para estar seguros de que sea auténtica. Algunas cartas con las peticiones de ayuda llegan a Corrado directamente del Papa, a menudo con la escritura de Francisco: «Tú sabes qué debes hacer».
El 28 de noviembre se conoció la noticia atribuida a monseñor Krajewski de que el Papa habría salido alguna vez del Vaticano con su limosnero para llevar ayuda y apoyo a los necesitados. Obviamente la noticia no es verdad. Sí, que una cierta culpa de este falso scoop es también mía, o sea de quien firma este artículo. Quisiera contar qué ha sucedido ese jueves de finales de noviembre.
Un mes antes recibí un e-mail de un amigo que era uno de los organizadores de los cursos para periodista de la Universidad de la Santa Croce; en el ámbito de este curso estaban previstos los encuentros con personalidades de la Curia y de la Iglesia. Me pedía que convenciera a monseñor Krajewski para que participara en el encuentro de noviembre.
Se debía tratar, como siempre, de un encuentro para un pequeño grupo de periodista delante de una taza de café en uno de los bares del Borgo, un encuentro informal, sin entrevistas.
Con estas condiciones monseñor Konrad me dio su disponibilidad para la mañana del 28 de noviembre. No podía imaginar que la noticia del «encuentro reservado» con el limosnero rebotase a la Sala de Prensa y ¡aquel jueves en el restaurante se presentaran más de 30 vaticanistas!
Todos registraron la historia (¡más de una hora!) de monseñor Krajewski pero mientras pasaba el tiempo sus palabras se interrumpían con preguntas. «Si digo que esta noche salgo por la calle a ayudar a los pobres está siempre el riesgo que quiera salir conmigo. Él es así…»: a estas palabras del limosnero uno de los periodistas preguntó si había ya sucedido.
En respuesta monseñor Konrad le dijo: «Pasamos a otra pregunta». Pero añadió que: «Nos hemos dado cuenta en seguida que podía haber problemas de seguridad: es una cosa complicada, difícil. También si el Papa es así, no piensa en las dificultades».
El periodista interpretó esas palabras como una admisión de que en el pasado esto podía haber sucedido. Después se justificó diciendo que monseñor Krajewski no respondió con un seco «no» entonces dejaba espacio a las interpretaciones.
Todo se aclaró a lo largo de una jornada con el desmentido del padre Ciro, vice director de la Sala de Prensa del Vaticano y del mismo padre Konrad que dijo: «Obviamente al Santo Padre le gustaría salir para encontrar a los pobres y a los necesitados pero no ha sucedido nunca».
Le gustaría seguramente porque, como repite a menudo su limosnero: «¡Tú haces el trabajo bonito!». Estas palabras de Francisco deberían hacernos reflexionar a todos.