Resistir a la seducción de las tentaciones es posible solo «cuando se escucha la Palabra de Jesús». Así lo ha afirmado el Santo Padre en la homilía de la Misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta. Francisco ha afirmado que a pesar de las debilidades Cristo nos da siempre «confianza» y nos abre un horizonte más amplio que nuestros límites.
La tentación se manifiesta como una atractiva inofensiva y termina por transformarse en una jaula, de la cuál a menudo más que intentar escapar se intenta minimizar la esclavitud, sordos a la Palabra de Dios. En la homilía, el Pontífice ha reafirmado una verdad y una secuencia descrita por Santiago en un pasaje de su Carta, propuesta hoy en la liturgia. La verdad es que Dios nunca tienta al hombre, sino sus pasiones. La secuencia es la producida por las mismas pasiones, las cuales, dice el apóstol, «conciben y generan el pecado. Y el pecado, una vez cometido, produce la muerte».
Así, Francisco ha explicado: «La tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa dentro de nosotros? El apóstol nos dice que no viene de Dios, sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades interiores, de las heridas que ha dejado en nosotros el pecado original: de allí vienen las tentaciones, de estas pasiones. Y curioso, la tentación tiene tres características: crece, contagia y se justifica. Crece: comienza con un aire tranquilo, y crece… El mismo Jesús decía esto, cuando habló de la palabra del grano y de la cizaña: el grano crecía, pero también la cizaña sembrada por el enemigo. Y la tentación crece: crece, crece… Y si uno no la para, ocupa todo».
Además, ha proseguido el Santo Padre, la tentación «busca a otro para hacerse compañía, contagia» y «en este crecer y contagiar, la tentación se cierra en un ambiente de donde no se puede salir con facilidad». Es la experiencia de los apóstoles narrada en el Evangelio del día, que ve a los Doce culparse unos a otros bajo los ojos del Maestro por no haber llevado el pan a bordo de la barca. El Papa ha recordado que Jesús, quizá sonriendo ante aquella discusión, les invita a tener cuidado con «la levadura de los fariseos, de Herodes». Pero los apóstoles durante un rato insisten, sin escucharlo, «tan cerrados en el problema de quién tenía la culpa de no haber llevado el pan, que no tenían espacio, no tenían tiempo, no tenían luz para la Palabra de Dios», ha señalado.
De tal forma, el Papa ha explicado que «y así, cuando nosotros estamos en tentación, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos, no entendemos. Y Jesús ha tenido que recordar la multiplicación de los panes para hacerles salir de ese ambiente, porque la tentación nos cierra, nos quita cualquier capacidad de previsión, nos cierra cualquier horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos en tentación, solamente la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar la Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está dispuesto a enseñarnos a como salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza».
Francisco ha observado que esta confianza es «una fuerza grande, cuando estamos en tentación: el Señor nos espera», «se fía de nosotros así, tentados, pecadores», «siempre abre horizontes». Y viceversa, ha recordado el Papa, «el diablo con la tentación cierra, cierra, cierra» y hace «crecer» un ambiente similar al de la barca de los apóstoles. Y no dejarse «encarcelar» por este tipo de ambiente, es posible solamente «cuando se escucha la Palabra de Jesús».
Para concluir, el Pontífice ha invitado a pedir al Señor «que siempre, como ha hecho con los discípulos, con su paciencia, cuando estemos en tentación nos diga: ‘Párate, estate tranquilo. Recuerda qué he hecho contigo en ese momento, en ese tiempo: recuérdalo. Alza los ojos, mira al horizonte, no cerrar, no cerrarte, ve adelante’. Y esta Palabra nos salvará de caer en el pecado en el momento de la tentación».