En el Día Internacional contra la Utilización de los Niños Soldado, que se celebra hoy, desde Misiones Salesianas han pedido “a Gobiernos y organismos internacionales que protejan de manera especial a los niños en los conflictos y que se persigan estas malas prácticas”.

“Mi fusil era el mejor juguete que había tenido en mis manos”, recuerda Manuel, un joven colombiano que formó parte de las milicias de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y que hoy se encuentra en proceso de reinserción en un centro salesiano. “Como Manuel, en la actualidad, más de 300.000 niños y niñas de todo el mundo son utilizados en conflictos armados”, denuncia está organización de la Iglesia.

Cuantificar el número resulta muy difícil ya que en muchos países no existen siquiera registros de nacimiento. Pero reclutar a menores para combatir se ha convertido en una práctica habitual en muchos países del planeta. Sólo en República Centroafricana el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia estima que podría haber más de 6.000 formando parte de la guerra. La República Centroafricana no es más que la punta de un iceberg tras el que se encuentran países como Afganistán, Chad, Colombia, Costa de Marfil, Filipinas, India, Iraq, Líbano, Libia, Mali, Myanmar, Pakistán, República Democrática de Congo, Sudán, Siria, Tailandia y Yemen que, según Naciones Unidas, continúan reclutando a los pequeños para que formen parte activa de sus conflictos. 

“Mientras millones de niños y niñas juegan con balones y muñecas, otros juegan a la guerra, pero con balas de verdad”, explica Patricia Rodríguez, del área de Proyectos de Misiones Salesianas. “Las causas por las que los menores llegan a ser soldados son múltiples: pobreza, desestructuración familiar, exclusión de la vida escolar, malos tratos, abandonos, secuestros…”, explica Rodríguez. “Y las consecuencias son dramáticas tanto en lo físico como en lo moral, lo que hace difícil su reinserción, aunque no imposible”, añade.

Ciertamente, la reinserción a la vida civil de estos niños no es sencilla. “Sólo han conocido la violencia y así resuelven sus conflictos”, explican los misioneros salesianos del Centro Don Bosco Ngangi en Goma (República Democrática del Congo), donde viven más de 100 menores ex combatientes. Pero los misioneros salesianos, también han trabajado con niños soldado en Sudán, en Sierra Leona, en Sri Lanka, en Colombia, en Uganda… Desde Misiones Salesianas, consideran que “la reinserción a la sociedad pasa por un trabajo de acogida, de amor y de formación”.

Durante el año pasado se produjeron algunos avances. Así, representantes de las Naciones Unidas entablaron un diálogo productivo con 21 partes en conflicto, por lo cual se establecieron 18 planes de acción con fuerzas y grupos armados. Pero todavía hay muchos Estados que no han ratificado el protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño sobre la participación de menores en conflictos armados, la herramienta que asegura que ningún niño sea utilizado como soldado.

Este protocolo aumenta la edad mínima para la participación directa en hostilidades de 15 a 18 años y obliga a los Estados parte a poner en vigor disposiciones estrictas allí donde no se cumpla, impedir el reclutamiento y proporcionar servicios de recuperación a los niños desmovilizados. En la actualidad, 152 países han ratificado este Protocolo, 22 no lo han firmado ni ratificado y 20 lo han firmado pero no lo han ratificado.

Según la ONU, un niño soldado es toda persona menor de 18 años que forma parte de cualquier fuerza armada, regular o irregular, en las labores que sean. Por tanto, no sólo hablamos de niños que empuñan un arma, sino también de cocineros, porteadores, mensajeros y niñas reclutadas con fines sexuales. El informe de la Asamblea General del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (mayo de 2013) indica que, en la actualidad, 50 grupos armados y 8 gobiernos reclutan o utilizan menores en el marco de las hostilidades, sin contar aquellos que se integran dentro de milicias que apoyan a los gobiernos.

San Melecio de Antioquía

«Apostolado y estudio fueron una conjunción magistral en este insigne defensor de la fe nicena, perseguido y desterrado, que dejó una huella imborrable en su pueblo. Fue especialmente venerado por Juan Crisóstomo y Gregorio de Nisa»