El papa Francisco ha recibido esta mañana a Su Santidad Aram I, Católicos de la Iglesia Armenia Apostólica de Cilicia. Tras el encuentro privado, ambos han pronunciado un discurso y después se ha procedido al tradicional intercambio de regalos. Para concluir el encuentro, ha tenido lugar una oración en común en la Capilla Redemptoris Mater.
El Papa ha dado las gracias al Señor «por las relaciones fraternas que nos unen, por el continuo progreso» y ha considerado «un auténtico don de Dios el poder compartir este momento de encuentro y de común oración». Previamente, el Santo Padre ha recordado que hace un mes también tuvo «el placer de recibir a Su Santidad el Católicos Karekin II».
Como ha señalado Francisco dirigiéndose a Aram I, «es bien conocido por todos el compromiso de Su Santidad por la causa de la unidad entre los creyentes en Cristo» y recuerda que ha «desempeñado roles de primer lugar en el Consejo Ecuménico de las Iglesias, continúa ofreciendo un apoyo eficaz al Consejo de las Iglesias de Oriente Medio, que tiene un papel precioso en el apoyar a las comunidades cristianas de la región, tan sometidas a pruebas por numerosas dificultades». Asimismo, el Pontífice menciona «la cualificada contribución ofrecida por Vuestra Santidad y de los representantes del Catolicosado de Cilicia a la Comisión mixta de diálogo entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales«. Al respecto Francisco señala que «en este camino hacia la plena comunión, compartimos las mismas esperanzas y el mismo compromiso responsable, conscientes de caminar así en la voluntad del Señor Jesucristo».
A continuación, el Papa ha observado que Aram representa una parte del mundo cristiano profundamente marcado por una historia de pruebas y sufrimientos, «aceptados valerosamente por amor a Dios». De este modo, Francisco afirma que la Iglesia Apostólica Armenia se ha visto obligada a convertirse en un pueblo peregrino, «experimentado así de forma singular el propio ser en camino hacia el Reino de Dios». Por otro lado, ha reconocido que «la historia de emigración, persecución y martirio de tan numerosos fieles ha dejado heridas profundas en los corazones de todos lo armenios. Las debemos ver y venerar como heridas del cuerpo mismo de Cristo: precisamente por esto son también causa de inquebrantable esperanza y de confianza en la misericordia que procede del Padre».
De este modo, Francisco ha subrayado «confianza y esperanza: las necesitamos mucho», tanto los hermanos cristianos de Oriente Medio, como «nosotros, cristianos que no debemos afrontar estas dificultades, pero que a menudo arriesgamos perdernos en los desiertos de la indiferencia y del olvido de Dios, o de vivir en el conflicto entre hermanos, o de sucumbir en nuestras batallas interiores contra el pecado». Y añade que «como seguidores de Jesús» debemos «aprender a llevar con humildad los unos el peso de los otros, ayudándonos así a ser más cristianos, más discípulos de Jesús».
Para concluir, el Pontífice ha pedido al Espíritu Santo que «inspire nuestro camino hacia la unidad, nos enseñe cómo alimentar los lazos de fraternidad que ya nos unen en el único bautismo y en la única fe».