P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Resumen del mensaje: La Iglesia celebra la fiesta de San Pedro y de San Pablo, fiesta que nos remonta a los orígenes del cristianismo y al inicio de la predicación de los que recibieron la tradición más original de Jesús de Nazaret. Ellos son las primeras columnas de la Iglesia fundada por Cristo.
En primer lugar, pensar en Pedro es pensar en el Apóstol que confesó dentro del grupo de los doce a Jesús como el Cristo Hijo de Dios vivo. Pero también es pensar en el discípulo de la negación. Pedro encarna al apóstol que amó a Jesús con un amor de amigos, con el philéo, «te quiero» y no con un amor de causa, agapáo, «te amo». Pedro es el proclamador del evangelio en el mundo judío, un mundo difícil para ese anuncio, ya que la tradición judía estaba muy arraigada en la vida del pueblo escogido, y no aceptaron en su mayor parte la predicación que Pedro hizo del acontecimiento Jesús el Cristo. Pedro debe ser nuestro ejemplo para confesar a Jesús y volver a él con humildad, a pesar de nuestras negaciones.
En segundo lugar, pensar en Pablo es pensar en el Saulo de Tarso, perseguidor de la Iglesia y asesino de cristianos. Pablo, llamado por el mismo Jesús después de su resurrección asume el reto y anuncia al mundo no judío el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Gracias a la misericordia de Dios que tuvo con él al llamarlo a la vida verdadera y gracias a su compromiso con la predicación a tiempo y a destiempo, el cristianismo se extendió y fue conocida la Buena Nueva de la Salvación en los pueblos que no eran judíos. Pablo, el Apóstol de la inclusión de todos los pueblos y de todos los sujetos históricos en el amor de Dios, es testimonio para la Iglesia en general para que tengamos la valentía de aceptar a todos los que desean ser fieles al plan de Dios para que se desarrollen integralmente dentro de nuestras comunidades.
Finalmente, los términos evangélicos referidos a la misión de Pedro, dentro del primer grupo apostólico formado por Jesús, se expresan siempre en términos de unidad, caridad, servicio y misión, nunca en clave de potestad, dignidad o privilegios. Hoy se entiende la primacía papal del obispo de Roma como servicio profético de unidad y de coordinación de quien escucha, comparte y decide, en colaboración con los obispos de toda la Iglesia, a partir de las exigencias del Evangelio y de las realidades del pueblo. La Iglesia descansa en la Roca viva y piedra angular, que es Cristo, y se edifica sobre el fundamento de la piedra de Jesucristo, de las piedras de los apóstoles y de las piedras vivas de todos los cristianos.
Para reflexionar: ¿Amo al Papa? ¿Leo sus documentos? ¿Rezo por él?
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org