Como padres, tíos o abuelos hay ocasiones en que se nos hace difícil u omitimos participar en los conflictos de nuestros niños. Sembrar es una acción que mira al horizonte, que aún no esta terminada, que coincide con esa palabra que propone el Papa Francisco “Hacia...”, hacia una catequesis afectiva, con el nombre de cada uno, cercana, que fortalezca los vínculos.
“La Paz sea con vosotros” (Jn 20, 19), era un saludo familiar que daba Jesús a sus apóstoles. Estamos llamados a ello, a sembrar cada día con Esperanza, más que en la solución inmediata de los problemas.
Cuando los hermanos tienen diferencias o pelean, unas cuántas veces al día, intervienen infinidad de factores y para cada familia estos en diferente orden. Por ejemplo, las edades de los niños, sus particularidades, el clima y situación del hogar, los amigos o ausencia de ellos, influencias de los medios de comunicación, la capacidad y voluntad mediadora de los adultos, los valores y el tiempo.
“El tiempo...” ¿Qué tiempo? Pensemos en una situación que distancia a los hermanos. Ya sea por que se han quitado algo o les parece injusta nuestra actuación. La cosa es que la relación esta fragmentada y sus corazones también. Podríamos ofrecer ir a un lugar bonito y que las distracciones o el timbre que suena para salir a recreo se encargue de diluir el tema. Podríamos decir que tenemos que salir, ir a trabajar o pasar por alto el problema. Y podemos asumir que hay un conflicto que nos invita solamente a sembrar, no es para ahogarse en ese momento, sino para vivirlo con tiempo de horizonte, de sembrar apertura y recociliación en la convivencia a largo plazo. Que mantengamos la serenidad del saludo de Jesús a sus deconcertados y a veces inquietos apóstoles.
Orientaciones pueden haber muchas: sentarse con ellos, con creatividad, enseñarles a escucharse, respetarse, saber que son diferentes, que cada uno por su nombre es un tesoro y que nadie sobra, que también pueden hacerse el bien corrigiéndose mutuamente, que darse un abrazo al despedirse es trascender el momento.
Podemos transformar la realidad trabajando en nuestras familias por la semilla de la paz.
Carmen Francisco M.