El observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, en la XXII sesión especial del Consejo de Derechos del Hombre dedicada a Irak, expresó la posición de la Santa Sede. Lo hizo el 1 de septiembre, si bien recién este viernes 5, el texto oficial fue publicado en el Osservatore Romano.
Mons. Tomasi indica que el autoproclamado Estado Islámico no protege los derechos humanos de las personas, como lo demuestran las atrocidades perpetradas, e indica que en este caso la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir. Por ello pide que se ayude a los desplazados evitando entretanto que se perpetúe esa situación, ya que esos pueblos tienen derecho a vivir en sus tierras y practicar sus religiones.
Indica además que es necesario bloquear el flujo de armas y dinero, mismo indirecto al Estado Islámico, pide que los autores sean perseguidos por la justicia, y exhorta a los líderes religiosos de los diversos credos a condenar estos crímenes.
El observador permanente de la Santa Sede inicia su discurso indicando que es evidente “la trágica incapacidad de respetar estos derechos fundamentales es evidente en el autoproclamado Estado Islámico (EI)”. Y lo demuestra que “las personas son decapitadas cuando afirman la propia fe; las mujeres son violadas sin piedad y vendidas al mercado como esclavas; los niños son obligados a combatir; los prisioneros son masacrados contradiciendo toda norma jurídica”.
El arzobispo italiano señala que “cuando un Gobierno no es capaz de garantizar la seguridad de las víctimas, seguramente se aplica a este caso” existe una responsabilidad de protección internacional. Y que por lo tanto “es necesario adoptar con urgencia y decisión, medidas concretas para detener al injusto agresor, para restablecer una paz justa y para proteger a todos los grupos vulnerables de la sociedad”. Aunque advierte que “es necesario cumplir pasos adecuados para alcanzar tales objetivos”.
Además señala la necesidad de que “todos los actores regionales deberían condenar de manera clara el comportamiento brutal y bárbaro, de los grupos criminales que combaten en el Este de Siria y en el norte de Irak”.
Advierte entretanto que “la sociedad civil en general y las comunidades religiosas no tienen que ser un instrumento de juegos geopolíticos”, ni tienen que ser vistas como un “objeto de indiferencia” debido a la identidad religiosa”. Y concluye que si la protección no es eficaz, no es protección.
Precisa por lo tanto que en este panorama “las agencias de las Naciones Unidas en colaboración con las autoridades locales tienen que dar ayuda humanitaria, agua, alimentación y reparo a quienes huyen de esta violencia”. Sin olvidar que se trata de una “ayuda que tiene que ser de emergencia porque los desplazados tienen el derecho de regresar a sus habitaciones y lugares de culto y vivir con seguridad”.
El Vaticano por lo tanto pide a las Naciones Unidas: “Bloquear el flujo de armas y el mercado clandestino del petróleo, y al apoyo indirecto al EI”. Y subraya que “los autores de estos crímenes contra la humanidad tienen que ser perseguidos con determinación”.
Monseñor Tomasi recuerda además la reciente misiva del papa Francisco al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, en la que solicita acciones concretas de solidaridad, asistencia, y permitir el retorno a sus ciudades.
El observador permanente de la Santa Sede señala otro punto no menos importante: “La experiencia nos enseña que una respuesta insuficiente, o peor aún la inacción total, muchas veces lleva a un ulterior aumento de la violencia”. Y advierte que si no se interviene para proteger a la población de Irak, “será un duro golpe a la credibilidad de los grupos e individuos que tratan de promover los derechos humanos y el derecho humanitario”.
El representante del Vaticano al concluir su discurso indica un punto fundamental para detener este conflicto: “Los líderes de las diversas religiones tienen la responsabilidad de hacer entender que ninguna religión puede justificar estos crímenes crueles y bárbaros”, porque “como única familia humana somos custodios de nuestros hermanos”.