Un día como hoy de hace 25 años atrás sucedió lo impensable, miles de alemanes del Este derrumbaron el muro de Berlín, ante la inercia de las autoridades comunistas. Fue el inicio del fin del imperio soviético.
ZENIT tuvo la posibilidad de entrevistar este viernes al embajador de Polonia ante la Santa Sede, Piotr Nowina-Konopka, que ha contado como vivió este evento y como san Juan Pablo II fue el personaje clave, al volver a dar la esperanza al pueblo polaco. A continuación la entrevista.
¿Cómo recibió y vivió la noticia de la caída del Muro de Berlín?
— Embajador Nowina: Esto sucedió durante las primeras semanas del gobierno de Polonia no comunista, nacido el 12 de septiembre de 1989. En aquel momento estaba como ministro de Estado y se verificaba la primera visita en Polonia de un líder de un país libre: el canciller alemán Helmut Kohl.
¿Usted era parte de Solidarnosc?
–Embajador Nowina: Sí, sin duda y fui también portavoz de Lech Walesa en el período de la ley marcial. Después en junio de ese año fueron las elecciones en las que ganó por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial un ministro no comunista. Existían aún todos los resentimientos de la guerra entre polacos y alemanes y había iniciado un proceso de pacificación entre los dos países.
La frontera entre Polonia y la RDA estaba prácticamente cerrada. Existían dos pasaportes, uno que permitía circular en el área comunista y otro para el mundo entero. Este último era casi imposibile obtenerlo.
Antes de la caída del Muro ¿hubo algún evento particular?
— Embajador Nowina: Antes de eso, se ralentizó el hermetismo del lado polaco de la frontera con la Alemania del Este (RDA), y miles de personas huyeron hacia nuestro país, pidiendo asilo y fueron acogidos por los polacos. Me acuerdo bien, estaba en la Cancillería para las cuestiones internacionales. A Kohl le dijimos que no sabíamos qué hacer, porque no había alojamientos suficientes, pero la población les acogió. Me acuerdo que muchos de estos alemanes después volvieron a Polonia para dar las gracias por la acogida recibida. La primera puerta que se abrió fue entre Hungría y Austria, pero esa frontera del Muro de Berlín era hermética. Desde Polonia se podía llegar a Hungría a través de Checoslovaquia o en avión.
¿Tenían alguna noticia sobre la caída del Muro?
— Embajador Nowina: La respuesta es: absolutamente no. Nadie, ni siquiera el canciller Kohl que estaba de visita oficial en Polonia. Él tuvo que suspender el viaje para volver a Alemania. «Señor ministro, mi deber es estar allí, disculpe pero debo volver», me dijo.
¿Por qué permitieron derribar el Muro?
— Embajador Nowina: El gobierno y las autoridades no sabían qué decir, los mensajes eran contradictorios, la impresión es que no había ninguna autoridad.
Por tanto, ¿fue un movimiento popular quien lo derribó?
— Embajador Nowina: Sin duda, sin duda, pero no era un movimiento organizado como el nuestro. En Polonia, después del viaje papal en 1979, la oposición democrática se había estructurado, después hubo la huelga del astillero naval de Gdansk. Le siguió la ley marcial y las represiones, hasta que hubo la Mesa redonda, y autorizaron la participación en las elecciones. En ese momento ganamos en las urnas con el 99 por ciento en el Senado y para la Asamblea todo lo que nos habían permitido tener, que era el 36 por ciento.
¿Qué papel tuvo san Juan Pablo II en la caída de la Unión Soviética?
— Embjador Nowina: Es una historia que inicia aún antes de la llegada de Juan Pablo II, porque después de la Segunda Guerra Mundial la Iglesia católica tenía en Polonia autoridad moral: defendían la libertad del hombre, de la fe, de la libertad religiosa. Wojtyla, que era muy activo como cardenal, apoyaba todos estos pequeños grupos de la oposición que no eran visibles, por estar bajo presión del comunismo. Con el cónclave las cosas cambiaron, el punto es la esperanza, la esperanza que nos ha dado.
¿Y en ese punto?
— Embajador Nowina: En 1979 Juan Pablo II fue a Polonia, los comunistas estaban furiosos, pero era muy difícil impedir quelos polacos acudieran de todo el país. Hicieron de todo para disminuir la visita, con censura, con todo tipo de artificios, pero un millón o más de un millón de personas fueron a pie hasta Varsovia para la misa. Allí fue su famoso discurso ‘El Espíritu Santo baje sobre la tierra y la cambie’, no era retórica. Y las personas se dieron cuenta que, como ellas, había otros miles, porque la estrategia del régimen comunista se basaba en la atomización de los opositores. Y la Polonia creyente tuvo la esperanza de que las cosas cambiaban.
¿Qué sucedió después del viaje de san Juan Pablo II a Polonia?
–Ambasciatore Nowina: En 1980 comenzaron las huelgas por motivos económicos, pero después por la dignidad de la persona. Estoy convencido de que fue un milagro, porque técnicamente no teníamos oportunidad. Y al final los comunistas aceptaron los sindicatos, que en poco tiempo tuvieron 10 millones de afiliados. Después el gobierno introdujo la ley marcial para ‘evitar una invasión soviética’, se rompió el diálogo entre gobierno y sindicatos, hasta 1988, y a pesar de los esfuerzos del régimen hubo una caída drástica de la producción, e incapaz de arreglar la situación económica retomaron el diálogo con los sindicatos, situación que terminó con la Mesa redonda. En ese momento permitieron las elecciones. Pero el punto central de donde salió todo fue la esperanza.