Han pasado dos años de aquel famoso Buona sera! del primer Pontífice latinoamericano de la historia de la Iglesia. Era el 15 de marzo de 2013. Segundo día de Cónclave en la Capilla Sixtina. Una gran multitud oraba y esperaba en la plaza de San Pedro poder ver el humo de color blanco salir de la chimenea. Los cardenales concelebraron aquella mañana a las 8,15 la misa en la Capilla Paolina y desde allí, se dirigieron a la Capilla Sixtina para las votaciones, dos por la mañana y dos por la tarde. Las 'fumatas' se realizaban al terminar la sesión de la mañana y la de la tarde.

Aquel día, de la chimenea de la Capilla Sixtina salió el humo blanco a las 19,05 de la tarde. Los primeros segundos fueron confusos porque nuevamente parecía humo negro, pero poco después no cabía lugar a dudas. Un abundante humareda blanca anunciaba al mundo que los cardenales habían elegido al sucesor de Benedicto XVI. Las campanas de la basílica repicaban y los fieles presentes en la plaza, protegidos de la lluvia con paraguas e impermeables, mostraban su alegría y entusiasmo.

El humo blanco significaba que en la votación se había obtenido mayoría absoluta y que el recién elegido Papa respondió afirmativamente al cardenal Giovanni Battista Re, que en nombre de todo el colegio de los electores le pidió el consentimiento: “¿Aceptas tu elección canónica para sumo pontífice?” Una vez recibido el consentimiento, le preguntó: “¿Con qué nombre quieres ser llamado?”

A este punto el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, monseñor Guido Marini, actuando como notario y teniendo como testigos a los dos ceremonieros, que fueron llamados en ese momento, levantó el acta de la aceptación del nuevo Pontífice y escribió el nombre.

A continuación, el recién elegido Papa pasó al llamado "cuarto de las lágrimas", en el que se vistió por primera vez con las vestiduras papales. Después se realizó una pequeña ceremonia con una lectura del Evangelio en la que se lee “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Al finalizar los cardenales le prestaron obediencia, y cantaron el Tedeum. Casi una hora después, el cardenal protodiácono, Jean-Louis Tauran, se asomó al balcón central de la basílica de San Pedro y pronunció las palabras que todos esperaban “Habemus Papam”. Mientras tanto, el recién elegido Papa rezaba delante del Santísimo en la Capilla Paulina.

Hacia las 20,00 de la tarde la plaza quedó en silencio y se escuchó "Annuntio vobis gaudium magnum. ¡Habemus Papam! Eminentissimum ac reverendissimum dominum, y en latín indicó el nombre de Jorge Mario Bergoglio. Desconocido para muchos e inesperado para casi todos.

Bastaron sus primeras palabras desde ese balcón, aquella tarde lluviosa de marzo, para que despertar el cariño y el entusiasmo de los católicos, y también muchos no católicos, del mundo.

“Queridos hermanos y hermanas, buona sera, como ustedes saben los cardenales en el Cónclave tienen que encontrar a un obispo de Roma, y parece que los hermanos cardenales fueron a buscarlo casi al final del mundo, pero estamos aquí. Les agradezco la acogida a la comunidad diocesana de Roma como su obispo”. “Antes de todo querría hacer una oración por nuestro obispo emérito Benedicto XVI, recemos todos juntos para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Les deseo que este camino de Iglesia que hoy iniciamos y en el que me ayudará el cardenal vicario aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta hermosa ciudad. Y ahora querría dar la bendición si bien antes les pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, les pido a ustedes recen al Señor para que me bendiga. Porque es la oración del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra por mí. Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Hermanos y hermanas, les dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen".

Estas fueron las primeras palabras del papa Francisco. Dos años después el Pontífice argentino no solo está dejado un gran legado espiritual, e impulsado con fuerza a la Iglesia, sino que está protagonizado multitud de momentos en los que sus gestos, caricias y abrazos no están dejando indiferente a nadie.