P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Cruz y gloria van juntos en nuestra vida, como en la vida de Cristo.
Síntesis del mensaje: Entramos hoy en la “Semana Santa” o “Semana Mayor”, que es mitad cuaresma (hasta la Eucaristía del Jueves) y mitad Triduo Pascual (desde esa Eucaristía hasta la Vigilia Pascual y luego todo el domingo). Y entramos envueltos en una paradoja: procesión con hosannas y aplausos victoriosos y la pasión con llantos compartidos.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la Cruz está ahí pendiente, como espada de Damocles, desde que nacemos hasta que morimos, porque somos seguidores de Cristo y la única señal del cristiano es la santa Cruz. Así aprendimos en el catecismo de nuestra infancia. El lema de los cartujos nos confirma que muchas cosas cambiarán, pero ahí está la Cruz siempre firme:“Stat Crux dum volvitur orbis” (la Cruz está constante y en pie, mientras el mundo cambia). Nuestro mundo es un bosque de cruces morales, físicas, afectivas…., diarias, personales, familiares, sociales, políticas…, nacionales, internacionales, planetarias. Y en cada una, un cristo: el prisionero sin esperanza, el revolucionario fracasado, el condenado por SIDA, el mártir de las estructuras opresoras sin poder revolucionarlas, la madre del drogadicto, el hijo abusado por un pedófilo, el moribundo por falso diagnóstico. Cruces y más cruces: los 15 millones y pico de leprosos; los 800 millones de analfabetos, los 1.500 millones sin derechos humanos, los 3.500 millones de hambrientos en un mundo hoy con 5.800 millones de inquilinos. La terrible historia de la cruz del sufrimiento humano: injusticia, desigualdad, miseria social, enfermedades, culpas, destino ciego, maldad absurda. Oleaje sin fin de sangre, sudor y lágrimas, dolor, tristeza y miedo, abandono, desesperación y muerte. Y, Tú, Cristo, ¿qué nos dices, qué haces? Sólo el Padre responde: “Mira a mi Hijo en la cruz, y atrévete a rezar gritando, pero no a blasfemar”.
En segundo lugar, pero esa Cruz es el Árbol de la Vida, del que pendió Cristo Redentor, Victorioso y Salvador. Cruz para llegar a la Gloria. Hay una cruz ciclópea y gris en California, alzada en las colinas de Los Ángeles: al amanecer por las montañas alarga su sombra sobre las playas mundanales de Malibú y, al marcharse el sol hacia Hawai, Samoa y Pago-Pago, proyecta su sombra perdonadora sobre los chalets de los dioses y diosas de Hollywood. Hay una cruz cobriza, clavada en la cumbre fronteriza de Suiza, Alemania y Austria –en el Zugspitze, 2.960 metros-, que en verano destella al sol y en invierno se abriga de hielo, y que allí señala a los alpinistas de la vida la última cumbre por conquistar: el cielo. El navegante portugués Vasco de Gama en 1498 hincó una cruz roja en las costas de Kenia, y cuando Francisco Javier la vio de camino a la India escribió a sus hermanos jesuitas de Roma: “En verla, sólo Dios sabe cuánta consolación recibimos, conociendo cuán grande es la virtud de la cruz, viéndola así sola y con tanta victoria entre tanta morería”. Sí, la cruz nos trae la victoria de Cristo sobre el pecado, el demonio y la muerte. Por eso podemos cantar “Hosannas”, aunque la cruz penda del techo de nuestra vida, porque la cruz es remedio y medicina, es alivio y consuelo, si la llevamos con Cristo. La cruz vendrá acompañada de Pascua, no lo olvidemos. Así leemos en la monición de entrada hoy, antes de la procesión: “recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa, le acompañemos con nuestros cantos, para que, participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su resurrección y en su vida”. Hosannas cantamos cuando alguien se casa ante el altar del Señor, o una pareja tiene un niño, o ese matrimonio se reconcilia, o ese joven se gradúa con excelente nota o se ordena de sacerdote, o supera una operación complicada, o esa religiosa entra en el convento después de algunas dificultades o hace sus votos solemnes. Hosannas debemos entonar cuando un pecador vuelve a Dios o perdona a su enemigo.
Finalmente, comencemos esta Semana Santa con los mismos sentimientos de Cristo Jesús, como nos recomienda san Pablo en la segunda lectura de hoy. Llevemos nuestra cruz mirando de reojo a Cristo, que camina a nuestro lado, compartiendo su cruz con nuestros hermanos que también sufren y llevan su cruz, al igual que nosotros.
Para reflexionar: ¿Cómo llevo mi cruz? ¿A regañadientes y protestando, con paciencia y resignación, con amor y unida a Cristo?
Para rezar: Te saludo, oh cruz, mi única esperanza. En tu cruz, Señor, quiero poner mis astillas y mis pequeñas cruces, consciente de que a la Gloria llegaré a través de la cruz.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org