En la Basílica de San Bartolomé de la Isla Tiberina, santuario de los Nuevos Mártires del siglo XX y XXI, se entregarán esta tarde las reliquias de san Maximiliano Kolbe, franciscano polaco asesinado en un campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial. El día de su canonización, el 10 de octubre de 1982, Juan Pablo II lo definió como “patrón de nuestro difícil siglo”.

La ceremonia de entrega de las reliquias tendrá lugar a las 20.30 y será presidida por monseñor Marco Gnavi de la Comunidad de San Egidio y por el hermano Marco Tasca, general de los hermanos menores conventuales. Con las reliquias de san Maximiliano, se entregará también un oracional, con la siguiente dedicatoria firmada en 1937: “Al hermano Jarosław. María. Aquel que ama devotamente a la Inmaculada, se salvará, se hará santo y conducirá a otros a la santidad. Hermano Maximiliano María Kolbe”.

Kolbe entró de joven en la orden de los hermanos menores conventuales, fundó la Milicia de la Inmaculada, movimiento que llegó a ser muy activo entre las clases medias rurales y trabajadoras de Polonia. En 1922, edificó cerca de Varsovia el convento de Niepokalanów, la “Ciudad de la Inmaculada”, que se convirtió en un centro de renacimiento espiritual y religioso en una época de profundas transformaciones sociales y culturales.

A pesar de su mala salud, el religioso se fue de misionero a Japón y la India en 1930, experimentando el desafío de comunicar el Evangelio donde aún no había llegado. Al volver a Polonia, fue arrestado pocos días después de la invasión alemana.

En 1941, Kolbe fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde el 14 de agosto de 1941 ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia, condenado a muerte en el “bloqueo de hambre” por represalia tras la fuga de un prisionero. En Auschwitz, lugar que simboliza el abismo del mal del siglo XXI, “murió un hombre, pero se salvó la humanidad”, como escribió Karol Wojtyła, entonces arzobispo de Cracovia, en 1976.

(RLG) (IDV)