Textos: Hech 4, 32-35; 1 Jn 5, 1-6; Jn 20, 19-31

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: Ver y tocar para creer.

Síntesis del mensaje: Tenemos que agradecer a Tomás ese querer ver y tocar para creer. Encontrarse con un resucitado no es de todos los días como para creerlo sin más. Y menos Tomás, el realista, que no se fiaba de su sombra, para quien un resucitado sería un fantasma de los corrientes.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Tomás me cae muy bien, es de los míos: independiente, realista, desconfiado, segurón, escéptico…Lo que se dice, un hombre de hoy: científico (que pruebas son razones y no buenas afirmaciones), materialista (¡a vivir de los sentidos, que son cuatro días! O como decía mi padre, que en paz descanse, cuando el médico le quiso recetar una dieta espartana: “Para tres días que vivimos, como lo que me da la real gana, y ya”), pesimista (que el mundo va de cráneo y lo peor es siempre lo más seguro). Este Tomás es un tipo tan de hoy. Quiere meter los dedos en las heridas de las manos y del costado. Quiere pisar firme en su vida. No quiere ser ingenuo, ni tontaina, ni bobalicón, ni hablar por boca de ganso, como decimos en español. Quiere seguridades…¿y quién no? Tomás realmente era el portavoz de todos nosotros y de los demás apóstoles, que pensaban y esperaban, creían y dudaban, por igual. Todos pasaron y pasamos nuestras gripes de fe, ninguno cree a pies juntillas que Jesús era Dios. En cuanto le vieron en la cruz decidieron: “Esto ha sido una equivocación; todos a casa, al lago, las redes y las barcas”.

En segundo lugar, ese Tomás, sí dio el salto a la fe. Tomás también creyó. Creyó, pero dolorosamente. Por su carácter segurón se había construido un fortín y allí dentro vivía, sin puerta ni ventanas a la esperanza, la ilusión, la sorpresa, el futuro…no fueran a colársele la desilusión, el fracaso, el sufrimiento. Tenía miedo a creer. Sí creía, pero altaneramente. Tomás creía y les ponía difícil la fe a los demás apóstoles y a nosotros. Nuestra fe no puede ser bobalicona e ingenua, irracional y simplona. ¿Cómo nos propone Tomás a Cristo? Nos lo propone como un Señor vivo ... “con heridas”. Sin saberlo, el descreído Tomás (perfecto símbolo de todos nosotros) nos ha mostrado un itinerario de fe que se sale de lo imaginado. A Jesús no lo reconocemos mediante argumentos impecables. Ni siquiera a través de milagros llamativos. A Jesús lo reconocemos ... por sus heridas. Sólo cuando metemos la mano en ellas reconocemos que está vivo, que no es un cuento.

Finalmente, a este Tomas y a todos los que somos como él, Jesús nos dice: “Déjate de ti, que eres sólo hombre, y atiéndeme, que soy Dios. Déjate de experimentos y pruebas, que la fe, siendo racional, no es racionalista ni de laboratorio. Déjate de echarle tanta cabeza y échale más corazón, que por ahí va la fe: en esto de la fe, como en lo otro del amor, ‘el corazón tiene sus razones, que la razón no conoce…Es el corazón el que siente a Dios, y no la razón. Y eso es precisamente la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón’ (Pascal)”. ¡Dichoso el que así se fía del corazón y así se fía de Dios! ¡Dichoso el que, con verle, se fía de Dios, que nunca dejó a nadie en la estacada. Tú, que dudas, ven al que no duda: que dudas de Dios, ven a Dios que no duda del hombre!

Para reflexionar: "Señor mío y Dios mío". Después de ese profundo acto de fe, Tomás se fue a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver". Caminemos de la mano de Tomás, metamos nuestros dedos en las muchas heridas que el Crucificado sigue teniendo hoy, en nuestros hermanos pobres y necesitados, como ama decir el papa Francisco: “Tocar la carne de Cristo en el pobre”. ¿De qué heridas estamos huyendo? ¿Por qué caminos falsos estamos buscando al Resucitado? Y, curados del escepticismo por la fuerza del sufrimiento, tal vez podamos rendirnos al misterio del Señor que se niega a revelarse en una ecuación matemática, pero que se siente muy a gusto escondido en las células agresivas de un cáncer terminal y en los repliegues de una depresión.

Para rezar: Señor, creo, pero aumenta mi fe. Señor, quiero meter mis dedos en tu costado, en los sacramentos y en mis hermanos más necesitados.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org