La Iglesia es misionera por naturaleza, la vocación cristiana nace necesariamente dentro de una experiencia de misión. Así lo recuerda el Santo Padre en su mensaje a los obispos, sacerdotes, consagrados y fieles del mundo para la 52ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra el próximo 26 de abril. Este año, la Jornada lleva por tema ‘El éxodo, experiencia fundamental de la vocación’.
En este mensaje, el Pontífice señala que escuchar y seguir la voz de Cristo “significa aceptar que el Espíritu Santo nos introduzca en este dinamismo misionero, suscitando en nosotros el deseo y la determinación gozosa de entregar nuestra vida y emplearla por la causa del Reino de Dios”.
De este modo, el Papa reflexiona sobre el “éxodo” que es la vocación o, mejor aún, “nuestra respuesta a la vocación que Dios nos da”. Y así, indica que en la raíz de toda vocación cristiana se encuentra un movimiento fundamental de la experiencia de fe: “Creer quiere decir renunciar a uno mismo, salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar nuestra vida en Jesucristo”, es decir, abandonar, como Abrahán, “la propia tierra poniéndose en camino con confianza, sabiendo que Dios indicará el camino hacia la tierra nueva”.
Y esta salida –especifica el Papa– hay que entenderla como “quien emprende el camino siguiendo a Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de su reino”. Al respescto, el Santo Padre recuerda que “la raíz profunda de todo esto es el amor”. En efecto, “la vocación cristiana es sobre todo una llamada de amor que atrae y que se refiere a algo más allá de uno mismo, descentra a la persona”.
La experiencia del éxodo “consiste en una actitud siempre renovada de conversión y transformación, en un estar siempre en camino, en un pasar de la muerte a la vida”, asegura el Papa en su mensaje. La vocación –prosigue– es siempre una acción de Dios que nos hace salir de nuestra situación inicial, nos libra de toda forma de esclavitud, nos saca de la rutina y la indiferencia y nos proyecta hacia la alegría de la comunión con Dios y con los hermanos. Por tanto, el Santo Padre recuerda que responder a la llamada de Dios “es dejar que él nos haga salir de nuestra falsa estabilidad para ponernos en camino hacia Jesucristo, principio y fin de nuestra vida y de nuestra felicidad”.
Por otro lado, el Pontífice observa que esta dinámica del éxodo se refiere también a la acción misionera y evangelizadora de toda la Iglesia. La Iglesia es verdaderamente fiel a su Maestro en la medida en que es una Iglesia “en salida”, afirma el Papa en su mensaje.
La Iglesia que evangeliza –asegura– sale al encuentro del hombre, anuncia la palabra liberadora del Evangelio, sana con la gracia de Dios las heridas del alma y del cuerpo, socorre a los pobres y necesitados.
Por otro lado, el Obispo de Roma reconoce que “escuchar y acoger la llamada del Señor no es una cuestión privada o intimista que pueda confundirse con la emoción del momento” sino “un compromiso concreto, real y total, que afecta a toda nuestra existencia y la pone al servicio de la construcción del Reino de Dios en la tierra”.
Finalmente, recuerda en su mensaje que la dinámica del éxodo, hacia Dios y hacia el hombre, “llena la vida de alegría y de sentido”. Y se lo dice especialmente a los más jóvenes, “a veces las incógnitas y las preocupaciones por el futuro y las incertidumbres que afectan a la vida de cada día amenazan con paralizar su entusiasmo, de frenar sus sueños, hasta el punto de pensar que no vale la pena comprometerse y que el Dios de la fe cristiana limita su libertad”. Por eso, les pide no tener miedo de “salir de vosotros mismos y a poneros en camino”. De este modo, concluye recordando lo hermoso que es “dejarse sorprender por la llamada de Dios, acoger su Palabra, encauzar los pasos de vuestra vida tras las huellas de Jesús, en la adoración al misterio divino y en la entrega generosa a los otros”.
(RL) (HSM)