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‘La teología cristiana hace hincapié en la relación armoniosa entre los seres humanos, la naturaleza y Dios’

Entrevista de Michael Baggot, al decano de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, padre Joseph Tham, LC.

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La dignidad humana, la ecología Humana y la cuestión ambiental son los temas afrontado en esta entrevista al padre Joseph Tham, LC, decano de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma.

¿Cuáles son algunos de los desafíos a la dignidad humana que provienen de ciertos movimientos ecologistas?

— Padre Tham: Paradójicamente, algunos grupos ecologistas que abogan contra la crueldad animal apoyarían la destrucción de vidas humanas, especialmente en sus primeras etapas. Una de las causas de esta visión es el materialismo científico que reduce al ser humano al nivel de las cosas. Una concepción materialista y mecanicista del hombre y la naturaleza postula un universo donde no puede haber diferencias entre los seres humanos y los animales. Tampoco hay lugar para el alma humana. Esta línea de pensamiento se encuentra en las teorías de la evolución de Darwin y sus seguidores, que sugieren que no somos sustancialmente superiores a los animales, pues los comportamientos humanos son simplemente variaciones más complejas que evolucionaron de culturas animales primitivas. Richard Dawkins, un discípulo moderno de esta teoría, explica la evolución de la moral en el libro El gen egoísta (The Selfish Gene). Los comportamientos son interpretados en términos de estímulo-respuesta de los apetitos y aversiones propios del ser humano.

Otra concepción materialista del hombre que plantea un desafío a la dignidad humana es el transhumanismo. En lugar de la evolución al azar, los transhumanistas proponen la evolución auto-dirigida de los seres humanos mediante la superación de nuestras limitaciones actuales con la tecnología moderna. Ellos sostienen que podemos rediseñar la raza humana a través de la inteligencia artificial, la cibernética, la nanotecnología, la criopreservación, la medicina regenerativa, la terapia con células madre, la clonación, la creación de híbridos y quimeras y otras tecnologías similares. Este planteamiento considera la naturaleza humana como fluctuante y cambiante en lugar de estable y universal. De hecho, la tecnología se convierte en una herramienta para manipular nuestra naturaleza humana, pero con el gran riesgo de perder nuestra humanidad en el proceso.

Además de los derechos humanos, ¿deberíamos estar hablando más sobre los derechos de los animales y el medio ambiente?
— Padre Tham: En la tradición judeo-cristiana, los humanos son seres especiales por encima de todas las criaturas, ya que son creados a imagen y semejanza de Dios. Los críticos consideran estas ideas demasiado antropocéntricas y desean ampliar este estatus especial a todos los animales, las plantas y la naturaleza como portadores de dignidad y derechos. El bioeticista Peter Singer es quizás el más claro en este sentido, y considera que la idea de que los seres humanos sean superiores a cualquier otra especie no humana es una forma de discriminación. Los humanos en realidad no son diferentes a los animales, sólo una especie más de los grandes simios. Y si los seres humanos no son especiales, entonces no tienen ninguna dignidad especial.

¿Deberíamos ser optimistas o pesimistas sobre nuestro futuro ecológico?
— Padre Tham: El que los seres humanos tengan o no una dignidad especial puede tener grandes implicaciones en la cuestión ecológica. Como hemos visto, las visiones seculares que descartan la dignidad humana tienden a fluctuar entre el optimismo y el pesimismo con respecto a nuestro futuro ecológico. Los optimistas son excesivamente presuntuosos al concebir una perspectiva utópica donde la tecnología podría transformar a la humanidad y a su medio ambiente. Esto lo vemos en la propuesta transhumanista, pero esta visión optimista la encontramos también entre pensadores cristianos como Teilhard de Chardin (1881-1955), cuya filosofía está fuertemente influenciada por el idealismo de Hegel.

Los pesimistas, por el contrario, a menudo se alarman por los peligros que la humanidad representa para su ambiente por su codicia e irresponsabilidad. Los ecologistas extremos acusan a los seres humanos de explotación y abuso al medio ambiente, provocando contaminación, deforestación, cambios climáticos, extinciones de especies animales, superpoblación, etc. Como resultado, la Tierra está superpoblada y no hay recursos suficientes para el desarrollo sostenido, con consecuencias desastrosas. En este paradigma, Alan Gregg afirma: “El mundo tiene cáncer y el cáncer es el hombre.”
Una vez más, tanto el optimista como el pesimista pierden objetividad debido a sus prejuicios materialistas. Al negar la finalidad en la creación y nuestra capacidad espiritual, las predicciones de un “bienestar tecnológico” o distopía desesperada son deficientes. En este sentido, la respuesta cristiana ofrece una alternativa sorprendente al dilema moderno.

¿Qué papel deben jugar los cristianos en la cuestión del medio ambiente?
— Padre Tham: Es lamentable que algunas escuelas ambientalistas consideran el cristianismo como un enemigo en lugar de un aliado. La caricatura que hace del cristianismo un antropocentrismo egoísta es inadecuada. Una lectura cuidadosa del libro del Génesis, y los últimos pronunciamientos del Magisterio revelan un panorama muy diferente. Aunque la cuestión del medio ambiente ya fue una preocupación en el Concilio Vaticano II y el pontificado de Pablo VI, fue Juan Pablo II quien desarrolló y popularizó el lenguaje de la “ecología humana,” que entró en los escritos magisteriales en los pontificados posteriores.
El lenguaje de la ecología humana es un intento de recuperar el sentido de las acciones humanas dignas en favor de su medio ambiente. La teología cristiana hace hincapié en la relación armoniosa entre los seres humanos, la naturaleza y Dios. Dios Creador ha dado a la humanidad el don de la naturaleza, algo que se tiene que cuidar y cultivar. La relación entre el hombre y su medio ambiente no debe ser de poder de dominación, sino que debe estar modelada por la armonía y la responsabilidad. Incluso el filósofo no creyente, Jürgen Habermas, observa que nuestra condición común como criaturas es la base de nuestra igualdad radical. Él está preocupado por las prácticas de la eugenesia liberal que pueden socavar esta igualdad y al fundamento de la democracia occidental.

¿Qué está haciendo como Facultad de Bioética para abordar la cuestión del medio ambiente?
— Padre Tham: El 14º Curso Internacional de Verano en Bioética se titula “Bioética, Medio Ambiente y Ecología Humana” y se llevará a cabo del 30 de junio al 10 de julio de 2015 en nuestra universidad Regina Apostolorum en Roma. Nuestra Facultad de Bioética espera colaborar con varias organizaciones internacionales y dar la bienvenida a estudiantes, jóvenes y adultos, de todas partes del mundo.
Como es típico de nuestra facultad, vamos a abordar la cuestión compleja del medio ambiente con una metodología interdisciplinaria. Este enfoque interdisciplinario nos permitirá dar sentido a las preocupaciones que dominan los titulares de los medios, como la contaminación, la gestión de recursos, la cuestión energética, el cambio climático, la biodiversidad, la biotecnología ambiental y el cuidado de los animales. Como hemos aprendido de nuestros 13 cursos de verano anteriores, es esencial integrar conocimientos científicos de vanguardia con la sabiduría perenne de unas sanas filosofía y teología.

¿A quiénes va dirigido este curso?
— Padre Tham: El curso de verano está dirigido a una amplia gama de personas que influyen en la formación de la sociedad en estos temas tan importantes. Por tanto, invitamos a los médicos, trabajadores de la salud, personas relacionadas con la biotecnología, profesores de ciencias, sacerdotes y religiosos,
juristas y todos aquellos interesados ​​en los debates culturales a unirse a nosotros para un periodo estimulante de estudio y enriquecimiento mutuo.

¿El curso es sólo para italianos?
— Padre Tham: No. El curso se ofrecerá en italiano e inglés con traducción simultánea al italiano, inglés y español. Consideramos esta experiencia internacional especialmente enriquecedora. Los interesados ​​en participar pueden encontrar más información en nuestro sitio oficial: http://www.uprait.org/index.php?option=com_eventlist&view=details&id=368&lang=es&Itemid=0 y pueden enviar preguntas específicas a info.bioetica@upra.org.

¿Hay una relación entre la espiritualidad y la cuestión del medio ambiente?
— Padre Tham: Los exégetas bíblicos concuerdan en que en el primer capítulo del Génesis el relato de la creación es litúrgico, con el hombre colocado en el centro de la creación como un sacerdote. Por lo tanto, su deber sacerdotal consiste en el culto litúrgico a Dios a través del templo de la naturaleza. Sobre este aspecto de la santificación del templo cósmico del mundo, se hace hincapié en la espiritualidad ortodoxa. El cristianismo occidental se ha centrado en la parte del Génesis, donde el hombre se considera la corona de la creación y donde se le confía la tarea de dar nombre a las cosas creadas, gobernándolas y cultivándolas de manera responsable. Es a la vez una misión de realeza y una misión de ser guardianes de las propiedades del Amo mientras él está ausente. Los movimientos monásticos y la espiritualidad franciscana han adoptado este espíritu de convivencia armónica y la mayordomía de la naturaleza. Recientemente, las tradiciones reformadas han subrayado la dimensión profética de anunciar la necesidad de una solidaridad radical y de justicia en el cuidado del medio ambiente.

¿Somos culpables de arruinar la belleza y el esplendor del entorno natural?
— Padre Tham: Si bien es cierto que los seres humanos somos en parte responsables de muchas heridas infligidas al medio ambiente, también es cierto que podemos ser la solución a estos problemas una vez que exista la conversión del corazón. Este cambio implica reconocer que la ecología es ante todo una cuestión ética y que la humanidad no puede ser dominada por el utilitarismo, el consumismo o las soluciones tecnológicas. Mientras que el daño al medio ambiente proviene de nuestras acciones, es sólo a través del crecimiento en la virtud y la fuerza moral que podemos reparar este daño.

 

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ZENIT Staff

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