La limosna o colecta en dinero o especies, forma parte de las ofrendas.
“También se puede presentar dinero y otras donaciones para los pobres o para la iglesia que los mismos fieles pueden presentar o que pueden ser recolectadas en la iglesia y que se colocarán en el sitio oportuno de la mesa eucarística”. (1)
Este momento es el más oportuno para enseñar a los más pequeños la solidaridad con los hermanos que sufren o que carecen de lo más indispensable para vivir.
En muchos templos es común que no solo se de limosnas en dinero sino también en alimentos, que reparte caritas de la Parroquia a los ancianos y enfermos o a las personas necesitadas.
Sería conveniente enseñar a los niños a privarse de pequeños gustos durante la semana, para que con lo ahorrado se entregue el domingo como limosna, durante la colecta, ya sea en comida que no se eche a perder o con dinero.
Se coloca cerca del altar una gran canasta para recolectar los donativos en comida, y los niños pasan a dejar su limosna en especie.
Esto es una respuesta a la pregunta que muchos pequeños se hacen, ¿Cómo puedo ayudar a los pobres o a la Iglesia si no trabajo, ni tengo dinero?
También se trata de enseñar a compartir de lo poco que tenemos y no solo dar lo que nos sobra. Recordemos el pasaje de la viuda: “En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir”. (2)
Después los primeros cristianos también compartían sus bienes. “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. (3)
Que este acto nos enseñe a vivir en comunión de bienes con la Santa Madre Iglesia y con los más necesitados.
(1) INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO N° 73 párrafo 4°.
(2) San Lucas 21, 1-4.
(3) Hechos, 2, 44-45.
Por: Maria del Rayo