El santo padre Francisco ha enviado un mensaje a los representantes de las comunidades interesadas por las actividades mineras que participarán en el encuentro »Unidos a Dios escuchamos un grito” organizado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, en colaboración con la red latinoamericana Iglesias y Minería. La misiva que ha difundido hoy la Oficina de prensa de la Santa Sede, está dirigida al cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, encargado de organizar el encuentro que se desarrollará en Roma, en el Salesianum, desde este viernes 17 al domingo 19.
En su mensaje, el Papa asegura que todo el sector minero está “indudablemente llamado a efectuar un cambio radical de paradigma para mejorar la situación en muchos países”. Y precisa: “los gobiernos de los países de origen de las empresas multinacionales y los de aquellos en los que operan pueden contribuir a ello”, así como “los emprendedores e inversores”, “las autoridades locales que supervisan la ejecución de las operaciones mineras”, “los trabajadores y sus representantes”, “las cadenas de suministro internacional con sus varios intermediarios y los que trabajan en los mercados de estas materias” y “los consumidores de productos en los que se han utilizado minerales”.
Todas estas personas –asegura el Santo Padre– están llamadas a adoptar un comportamiento inspirado en el hecho de que constituimos una sola familia humana, »que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás».
El Papa observa que los representantes que participan en este encuentro vienen “de situaciones diferentes” y experimentan “de diversos modos las repercusiones de la minería, ya sea la de las grandes empresas industriales, o la de los artesanos y operadores informales”.
Francisco señala que se reunirán en Roma para que se escuche el grito de tantas personas, familias y comunidades que sufren directa o indirectamente por las consecuencias a menudo, demasiado negativas, de la minería.
“Un grito por la tierra perdida; un grito por la extracción de riquezas del suelo que, paradójicamente, no ha producido riqueza para las poblaciones locales que siguen siendo pobres; un grito de dolor en respuesta a la violencia, a las amenazas y la corrupción; un grito de indignación y de apoyo por las violaciones de los derechos humanos, discreta o descaradamente pisoteados por cuanto respecta a la salud de las poblaciones, por las condiciones de trabajo, a veces por la esclavitud y la trata de personas que alimenta el trágico fenómeno de la prostitución; un grito de tristeza e impotencia por la contaminación del agua, del aire y del suelo; un grito de incomprensión por la carencia de procesos inclusivos y del apoyo de las autoridades civiles, locales y nacionales, que tienen el deber fundamental de promover el bien común”, observa el Papa.
Asimismo, reconoce que los minerales y, en general, la riqueza del suelo y el subsuelo “constituyen un don precioso de Dios, que la humanidad ha utilizado durante miles de años”.
A propósito, el Pontífice recuerda que la recién publicada encíclica Laudato Si’ ha querido “lanzar un llamamiento urgente a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, para contrastar las dramáticas consecuencias de la degradación ambiental en la vida de los pobres y excluidos, y avanzar hacia el desarrollo integral, incluyente y sostenible”.
Finalmente, el Santo Padre anima a las comunidades representadas en este encuentro a considerar “cómo pueden interactuar constructivamente con todos los demás actores involucrados, en un diálogo sincero y respetuoso”. Además, expresa su deseo de que esta ocasión “contribuya a una mayor conciencia y responsabilidad en estos temas: partiendo de la dignidad humana es como se crea la cultura necesaria para hacer frente a la crisis actual.”