El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, delante de miles de fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro. El Santo padre acababa de abrir el Sínodo sobre la Familia, con una solemne misa en la basílica de San Pedro.
Así el Papa explica qué es un Sínodo y pide oraciones para ser dóciles al Espíritu Santo en el defender la familia. Y también solicitó a los papás y a los educadores a acoger a los niños, recordando el drama de tantos pequeños que pasan hambre, sufren violencia o tienen que escapar o sufrir las guerras. Invitó asi a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos.
A continuación las palabras del papa Francisco:
«Queridos hermanos y hermanas, ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán por tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.
Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus enseñanzas de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un empeño adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias. De manera que el plan ordinario del Creador para el hombre y la mujer pueda realizarse y obrar en toda su belleza y fortaleza en el mundo de hoy.
La liturgia de este domingo propone justamente el texto fundamental del Libro del Génesis, sobre la complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer. Por ello –dice la biblia– el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su esposa y los dos se vuelven una sola carne, o sea una sola vida, una sola existencia. En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se vuelven progenitores. Participan de la potencia creadora del mismo Dios.
¡Pero atención!, Dios es amor y se participa a su obra cuando se ama con Él y como Él. Con tal finalidad –dice san Pablo– el amor ha sido puesto en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado. Y ésto es también el amor que es dado a los esposos en el sacramento del matrimonio.
Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles. Es el amor que suscita el deseo de general hijos, de atenderlos, acogerlos, hacerlos crecer, educarlos. Es el mismo amor que en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: “Dejen que los niños vengan a mi, no se lo impidan: a quien es como ellos de hecho pertenece el reino del Cielo».
Pidamos hoy al Señor que todos los papás y los educadores del mundo, como también la sociedad entera, sean instrumentos de aquella acogida, de aquel amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños. Él mira en sus corazones la ternura y la solicitud de un padre y al mismo tiempo de una madre.
Pienso a tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que huyen de la pobreza y los conflictos, que llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda.
El Señor nos ayude a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acogerlos con reglas adecuadas, pero acogerlos, acogerlos siempre, con amor.
Les invito a apoyar con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los Padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones.
Invocamos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a quienes en este momento, en el Santuario de Pompei, recitan la ‘Súplica a la Virgen del Rosario’».
(El Papa reza la oración del ángelus)
«Ayer en Santander, en España, fueron proclamados beatos, Pío Heredia y 17 compañeros y compañeras del ‘Orden de los Cistercienses de estricta observancia y de San Bernardo’, asesinados por su fe durante la Guerra Civil Española y la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor por estos valientes testimonios, y por su intercesión súpliquemos de librar al mundo del flagelo de la guerra.
Quiero dirigir al Señor una oración por las víctimas del alud que ha arrasado a todo un pueblo en Guatemala, así como a los del aluvión en Francia, en la Costa Azul. Estemos cerca de las poblaciones duramente golpeadas también con la solidaridad concreta.
Agradezco a todos ustedes que han venido y son tan numerosos, desde Roma, Italia y de tantas partes del mundo. Saludo a los fieles de la arquidiócesis de Paderborn en Alemania, y a los de Porto de Portugal, y al grupo del colegio Mekhitarista en Roma.
En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular cariño a los peregrinos italianos, en particular a los fieles de Reggio Calabria, Bollate, Mozzanica, Castano Primo, Nule y Parabita. Saludo a los jóvenes de Belvedere di Spinello y a la asociación de los derechos de los peatones de Roma y del Lazio.
Y a todos les deseo un buen domingo, y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo e arrivederci’».