Cardinal Peter Erdo during the presentation of instrumentum laboris in the vatican press room - 23 June 2015

ZENIT

Entre los temas sinodales: sacramentos, divorciados, jóvenes que no se casan, anticoncepción, pornografía y aborto

En la primera Congregación general del Sínodo de los Obispos sobre la familia, el relator general ha ofrecido una panorámica de lo que será la discusión en las próximas tres semanas

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El cardenal Péter Erdö, relator general del Sínodo, fue el encargado esta mañana de realizar la relación introductoria en la que repasó y analizó con detalle los puntos más importantes a tratar durante las próximas tres semanas. De este modo, dirigiéndose a todos los participantes del Sínodo Ordinario de los Obispos sobre la familia, hizo un repaso del Instrumentum Laboris.     

LA ESCUCHA DE LOS DESAFÍOS SOBRE LA FAMILIA

A propósito del contexto socio-cultural, el purpurado indicó algunas de las problemáticas actuales como son “los efectos del cambio climático y ambiental” y los de “la injusticia social, de violencia, de guerras” que empujan a millones de personas a dejar la tierra de origen y tratar de sobrevivir en otras partes del mundo. Resulta evidente que el movimiento migratorio “está disgregando las familias o es un dificultad para su formación”. Así mismo subrayó que en muchas partes del mundo hay gente que trabaja por un salario tan bajo que “apenas le permite sobrevivir para poder continuar trabajando, pero que no hace posible la creación de una familia”.

Reflexionando sobre el cambio antropológico, recordó que otra de las dificultades a tener en cuenta es que “la persona en búsqueda de la propia libertad, trata de hecho a menudo de ser independiente de cualquier unión, a veces también de la religión, que constituye una unión con Dios, de las uniones sociales, especialmente de las que están conectadas con las formas institucionales de la vida”. Si no confiamos –observó– en poder conocer las verdades objetivas y los valores objetivos que se basan en la realidad, corremos el riesgo de buscar orientaciones para nuestro comportamiento social en base a criterios solamente formales, como una mayoría numérica, que prescinde del contenido, o una formalidad de procedimiento, ante varios organismos, como única justificación de una elección. Y un ejemplo de ello es el creciente número de parejas que viven juntas pero que no quieren establecer ningún tipo de matrimonio, ni religioso ni civil. Y advirtió cómo los jóvenes esposos cuidan todos los mínimos detalles de la boda, pero al mismo “descuida el verdadero significado del matrimonio”.

Sobre la inestabilidad institucional, el cardenal apuntó que cada vez la gente se casa más mayor y el miedo de los jóvenes a asumir responsabilidades y compromisos definitivos. A propósito del individualismo y la subjetividad, aseguró que es necesario evitar la actual tendencia a hacer pasar lo que son simples deseos, muchas veces egoístas, como verdaderos y propios derechos, negando al mismo tiempo la base objetiva de cualquier derecho.

De los aspectos biológicos y culturales hay que tener en cuenta que la sociedad de consumo «ha separado sexualidad y procreación y también esta es una de las causa del descenso de la natalidad».

A propósito de la “explotación y la violencia contra las mujeres” que en los países en vías de desarrollo se traduce en “abortos y esterilizaciones forzadas”, en otros en “consecuencias negativas con prácticas unidas con la procreación”, como alquiler de vientre y óvulos, forzadas por el “deseo de tener un hijo a cualquier precio”. La llamada “revolución bio-tecnológica” dijo el purpurado “ha introducido nuevas posibilidades de manipular el acto reproductivo”  haciendo la vida humana y la transmisión de la vida “realidades modulables y separables”.

Por otro lado, señaló la problemática de la inmadurez y fragilidad afectivas, “efecto de una verdadera falta de educación efectiva y afectiva en familia, en cuanto que los padres no tienen tiempo para los hijos, o se divorcian”. Y los hijos “no ven el ejemplo de los adultos, se enfrentan solo con el comportamiento de sus coetáneos”. Así –subrayó– “la madurez afectiva queda recortada y no se le permite desarrollarse”. Se coloca en este contexto la pornografía y la comercialización del cuerpo favorecida por un uso “desordenado” de internet. Así –advirtió el purpurado– la crisis de la pareja desestabiliza la familia y debilita las uniones entre generaciones.

EL DISCERNIMIENTO DE LA VOCACIÓN FAMILIAR                    

El cardenal reflexionó sobre la indisolubilidad matrimonial como don y tarea indicando que no es algo que se debe entender como “yugo” impuesto a los hombres sino como “don” hecho a las personas unidas en matrimonio. Este proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia “ofrece una posibilidad de plenitud para la vida de las personas interesadas también hoy, a pesar de la dificultad que se encuentra a la hora de mantener los compromisos para siempre”.

Sobre quienes conviven o viven solo en matrimonio civil la misericordia hacia las familias heridas, el relator general recordó la importancia de una “atención misericordiosa y realista», en cuanto «no se sienten preparados para celebrar el sacramento, vista la dificultad que tal elección puede provocar hoy”. Y si la comunidad logra mostrarse acogedora hacia estas personas y presentar claramente la verdad sobre el matrimonio, se podrá ayudar “a estos fieles a llegar a una decisión para el matrimonio sacramental”.

LA MISIÓN DE LA FAMILIA HOY

Asimismo, aseguró que la colaboración de la familia con las instituciones públicas es deseable por los intereses de la familia. E indicó que los cristianos deben tratar de crear estructuras económicas de apoyo para ayudar a las familias que están particularmente golpeadas por la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la falta de asistencia socio-sanitaria o son víctimas de la explotación.

Por otro lado, a propósito de los matrimonios en crisisdel acompañamiento y la integración eclesial señaló que la misión del Iglesia hacia aquellos que viven una situación matrimonial o familiar problemática es “delicada y exigente”. Es importante tener, al menos a nivel diocesano, “centros de escucha que por una parte puedan ayudar ya en los momentos de la crisis, pero también sucesivamente”. Otro tipo de consulta, igualmente importante, es la de ofrecer a los divorciados «una ayuda para poder aclarar la eventual invalidez de su matrimonio naufragado”.

A propósito de los divorciados vueltos a casar civilmente debe haber “un acompañamiento pastoral misericordioso el cual no deja duda sobre la verdad de la indisolubilidad del matrimonio enseñado por el mismo Jesucristo”.

Y recordó que “no es el naufragio del primer matrimonio, sino la convivencia en la segunda relación lo que impide el acceso a la eucaristía”. Precisó también la importancia de escuchar a los hijos “víctimas de estas situaciones” y de “animar a los cónyuges que quedan solos tras un fracaso, de perseverar en la fe y en la vida cristiana”.

Del mismo modo indicó los desafíos que comportan los matrimonios mixtos, o sea entre cristianos de diversas confesiones y los celebrados con la dispensa por el impedimento de disparidad de culto, entre un católico y un no bautizado.

Otro tema abordado en este punto fue la acogida y cercanía a las personas con tendencia homosexual. El Sínodo reitera que “toda persona es respetada en su dignidad independientemente de su tendencia sexual” y desea que “los programas pastorales reserven una atención específica a las familias en las que viven personas con tendencia homosexual y a estas personas”. Pero el cardenal
advirtió que “no existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia”.

A propósito de la transmisión de la vida en la familia recordó que “la apertura a la vida es una exigencia intrínseca del amor conyugal. La generación de la vida, por tanto, no se reduce a una variable de la proyección individual o de pareja”. La visión individualista de la procreación –añadió– puede contribuir a la fuerte caída de la natalidad, debilitar el tejido social, comprometer la relación entre las generaciones y hacer más incierta la mirada hacia sobre el futuro. Del mismo modo, subrayó que la tarea de la familia es “acoger la vida naciente y cuidarla en su última fase”.

Sobre el drama del aborto, la Iglesia reafirma “el carácter inviolable de la vida humana”, “ofrece consulta a las embarazadas, sostiene a las madres jóvenes, asiste a los niños abandonados y se hace compañera de aquellas que han sufrido el aborto y han tomado conciencia de su error”. Igualmente reafirma “el derecho a la muerte natural, evitando al mismo tiempo tanto el encarnizamiento terapéutico como la eutanasia”.

Finalmente, el prelado concluyó encomendando los trabajos del Sínodo a la Santa Familia de Nazaret, e invocó un despertar comunitario para afrontar los desafíos de la familia de hoy, pidiendo “la luz del Espíritu Santo para que nos indique también los pasos concretos que debemos dar”.             

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ZENIT Staff

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