P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: ¿Dónde está la verdadera sabiduría?
Síntesis del mensaje: Todas las lecturas de hoy nos hablan de la sabiduría. De manera explícita, la primera lectura, el salmo responsorial y la aclamación al evangelio. El evangelio del joven rico aunque nada dice a primera vista sobre la sabiduría, sin embargo, ese joven al preguntar sobre cómo conseguir la vida eterna quiere saber (sabiduría) sobre lo más importante en la vida. La verdadera sabiduría está en seguir a Cristo crucificado, que para muchos es escándalo y locura. Para nosotros, fuerza y sabiduría de Dios.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, tenemos la falsa sabiduría. Muchos hombres se han construido a lo largo de los siglos una sabiduría humana a su modo, cuando dejaron la sabiduría divina que podían haber aprendido en el gran libro de la Creación y en el libro revelado de la Sagrada Escritura. Para los judíos, esa sabiduría humana se llamaba la ley; no la ley expresión auténtica de la voluntad de Dios, sino la ley transformada en fuente de jactancia, de falsas seguridades, una ciencia más que una sapiencia; ley sin el alma de la caridad. Para los paganos –los griegos- la sabiduría humana se llama filosofía, y cuyo ídolo es aquella sabiduría que no tiene en el centro, como explicación y fin de todo, a Dios, sino al hombre. Así lo expresó el sofista griego, Protágoras, en el siglo V a.C. : “El hombre es la medida de todas las cosas”. El apóstol Santiago nos dirá duramente en su carta que esta falsa sabiduría tiene estas características: “es terrena, salvaje, demoníaca” (3, 15). Entiéndase bien, sabiduría humana sin apertura a la trascendencia y a los valores del espíritu. ¿No nos suenan conocidos tantas entrevistas y libros ideológicos donde se ataca a Dios y a la religión, al matrimonio y a la familia, a la moral y a la ética? Esta falsa sabiduría banaliza el sexo, se ríe de la virtud y entroniza el placer, el relativismo, la moral de situación y las nuevas ideologías locas y antinaturales, que han tocado ya las puertas de tantos Parlamentos, Cámaras de diputados y Congresos, y hasta a las puertas sacrosantas del sínodo ordinario de la familia que ha comenzado este 4 de octubre. ¡Líbrenos Dios de esta falsa sabiduría que conduce a la necedad radical!
En segundo lugar, tenemos la auténtica sabiduría. En Cristo, la sabiduría de Dios se ha hecho carne y habitó entre nosotros. Jesús es el Logos, es decir, la Palabra del Padre. Palabra encarnada que viene a enseñarnos la ternura y el cariño de Dios, el pensamiento y los criterios de Dios, el camino de realización humana y espiritual, de la justicia y paz. ¡Lástima que esta sabiduría de Dios en Cristo es signo de contradicción! Los sabihondos orgullosos de este mundo no la aceptan; más bien, protestan y la rechazan. Por el contrario, los humildes se sientan a los pies de Cristo y aprenden esta sabiduría divina. Dios esconde sus misterios a los soberbios con ínfulas de sabios; y a los sencillos, se los revela (cf. Mt 11, 25-26). El apóstol Santiago nos dirá también en su carta las características de esta auténtica sabiduría: es pura, pacífica, dócil, comprensiva, piadosa, produce buenos resultados, no discrimina ni es mentirosa (3,17). Esta sabiduría no consiste en saber muchas cosas, sino en ponerse los lentes del Evangelio para tomar conciencia y salir airosos en el “desierto” de las tentaciones sociales y espirituales. ¡Denos Dios esta verdadera sabiduría que nos hace sabios según el evangelio!
Finalmente, resumamos: la sabiduría se encuentra en Jesús y con Jesús. Para obtenerla, es preciso ir a Jesús y seguirlo. La sabiduría auténtica y que viene de lo alto es la sabiduría de Dios en Cristo crucificado (1 Co 1, 24). La condición para hacerlo nos la da el evangelio de hoy: vender todo, es decir, renunciar a apoyarse en cualquier otra fuente de seguridad, sea material, como la riqueza; sea religiosa, como el cumplimiento frío y sin alma de la ley. ¿Para qué todo ese esfuerzo por desprenderse de fardos pesados? Para seguir a Cristo. ¡Aquí está la verdadera sabiduría! ¡En seguir a Jesús que es la auténtica riqueza, el sentido profundo de la vida, la felicidad que todos buscamos, la paz del corazón y el camino de la justicia y honestidad! Descubrir a Jesús es dejar de ser necio y comenzar a ser sabio. Jesús es quien nos explica toda la riqueza de su Padre celestial. Nos la explica para nuestra mente y nos la hace saborear en el corazón. Los dominadores de este mundo se alían, en nombre de la sabiduría, para eliminar esta nueva sabiduría venida para desbaratar todos los planes y todos los valores, que privilegia a los débiles, socava los poderes y predica libertad. Ellos crucifican al “Señor de la gloria” (1 Co 2, 8), porque les resulta locura y escándalo, porque es una sabiduría que está clavada en la cruz con dos palos: uno vertical que se eleva al Cielo para reconciliarnos con Dios, y se clava en la tierra para redimirla y sanarla. Y otro, horizontal, extendido a todos los puntos de la tierra, porque somos hermanos en Cristo, todos de la misma dignidad. ¿Quién entiende todo esto? Sólo los que tienen la verdadera sabiduría que emana de Cristo y este Crucificado.
Para reflexionar: Así nos dice la carta de Santiago: “Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, y la recibirá, porque él da a todos generosamente y sin reproches. Pero que pida con confianza y sin dudar…” (1, 5-6). La filósofa alemana Edith Stein, primero judía, después monja carmelita, y hoy santa Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la “ciencia de la Cruz”, sino también recorrió hasta el fondo el camino hacia la escuela de la Cruz. Muchos contemporáneos nuestros quisieran hacer callar a la Cruz. ¡Pero nada es más elocuente que la Cruz que se hace callar! El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace ser fecundo el dolor y el dolor da profundidad al amor. Mediante la experiencia de la Cruz, Edith Stein pudo abrirse paso hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz le revelaron su carácter inseparable. Y murió mártir en el campo de concentración nazi de Auschwitz por predicar la sabiduría auténtica.
Para rezar: Señor, hazme sabio para ti, aunque el mundo me considere necio. En tu cruz está la verdadera sabiduría que quiero aprender cada día y dar testimonio de ella.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org