Por Maria Luisa Spinello
El fenómeno de Halloween, introducido por la cultura celta y las tradiciones paganas, se ha establecido de modo exuberantemente en nuestra realidad, ridiculizando así el principio cristiano de la comunión de los santos.
El mundo oculto establece la noche del 31 de octubre como el día más mágico del año, el año nuevo del mundo esotérico. Las noticias internacionales en todo el mundo están llenas de acontecimientos aterradores que tienen lugar esta noche.
Las nuevas generaciones están acostumbradas al culto del horror y la violencia, convirtiéndose en figuras «normales» y en diversiones espantosas y repulsivas: fantasmas, vampiros, brujas y demonios, con la falsa motivación de exorcizar y superar el miedo a la muerte.
“Nosotros no queremos ser intolerantes, retrógrados o censores –dice el sacerdote Pasqualino Di Dio, exorcista de la diócesis de Piazza Armerina, en Italia– pero debemos afirmar que además de no respetar nuestras tradiciones, el objetivo del fenómeno de Halloween es la propagación de un mentalidad mágica que a veces, inconscientemente o ingenuamente, es introducida a través de fiestas”.
Halloween hace del espiritismo y lo macabro su centro de inspiración, tratando de boicotear y transformar la memoria de todos los santos y la celebración de los fieles difuntos en un evento de marketing del negocio macabro.
Todo eso está entrando lentamente en las escuelas, promovido como un juego educativo. Cuando vemos a nuestros hijos copiar la costumbre americana de «trick or treat», pidiendo dulces de casa en casa, todo parece inofensivo y divertido, ¿pero no será que nos estamos introduciendo inconscientemente en un ritual pagano? A veces, las escuelas están adornadas para celebrar Halloween, pero se niegan a montar un pesebre en Navidad.
En la noche del 31 de octubre, muchas parroquias organizan diversas actividades para celebrar Holyween –Noche de los Santos– a través de vigilias de oración y evangelización. Una noche de oración es un verdadero reto contra la noche sin sentido que a menudo viven muchos jóvenes que buscan la felicidad en la dirección equivocada. La parroquia carmelita de Gela, por ejemplo, hace seis años organizó una vigilia de oración que comienza con la Misa, a continuación, la adoración eucarística, y continúa con confesiones hasta altas horas de la noche.
“Debemos mirar a los santos y a nuestros seres queridos –continúa el padre Pasqualino– es decir, al misterio de la muerte de un modo luminoso, mirar al cielo. Durante años, hemos invitado a los fieles a no exponer los esqueletos y fantasmas, las máscaras de monstruos, zombis sangrientos o calaveras, sino el más bello rostro de la Iglesia y de nuestra tierra : los santos. Los santos nos recuerdan que la santidad es posible si nos convertimos en personas capaces de dar un fuerte significado a nuestras vidas y cambiar el mundo, empezando por las pequeñas cosas de cada día”.
“La Fiesta de Todos los Santos nos lleva a celebrar el santo cuyo nombre traemos y es también la fiesta de cada uno de nosotros, llamados a la santidad –afirma el exorcista–. La mentalidad del mundo actual a menudo nos engaña haciendo parecer a la santidad como algo extraordinario e inalcanzable para la gente común. En realidad, es una meta que Dios nos ha dado y la hizo accesible a todos los que creen en Cristo”.
“La santidad no se mide conforme a los milagros y los fenómenos místicos extraordinarios que a menudo la acompañan, sino por el amor a Dios y al prójimo. La santidad consiste en transformar las cosas ordinarias en extraordinarias”, concluye el padre Pasqualino.