El papa Francisco ha abierto este domingo por la mañana los batientes de la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán, su catedral. Es la tercera puerta jubilar que el Santo Padre abre de par en par, después de la de la catedral de Bangui, en la República Centroafricana, el pasado 29 de noviembre, y la de la basílica de San Pedro, el pasado 8 de diciembre.
Con este gesto simbólico, la Iglesia se encuentra sumergida de lleno en el Año Santo Extraordinario, proclamado por el Pontífice desde el 8 de diciembre de 2015 hasta el 20 de noviembre de 2016, y que invita a “descubrir la presencia de Dios y su ternura de Padre”.
Francisco quiere que este acontecimiento eclesial no se celebre solo en Roma. Por eso, este tercer domingo de Adviento, llamado también domingo de Gaudete, o de la alegría, se han abierto las Puertas de la Misericordia en todas las catedrales del mundo, y en otros templos escogidos por cada obispo local. En total, podríamos estar hablando de unas 10 mil de un confín al otro de la Tierra.
El rito especial de apertura ha sido preparado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización con la aprobación de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y ha sido publicado en el volumen “Celebrar la Misericordia”.
El hecho de abrir una puerta con ocasión de un Año Jubilar se remonta al siglo XV. Según la descripción realizada en 1450 por Giovanni Rucellai de Viterbo, fue el papa Martín V quien, en 1423, abrió por primera vez en la historia la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán. El papa Alejandro VI, en 1499, extendió esta práctica a las cuatro basílicas mayores: San Juan de Letrán, San Pedro en el Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Antes del Jubileo del año 2000, era costumbre que el Romano Pontífice abriera la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, y después delegara en un cardenal la apertura de las puertas de las otras tres basílicas. Al comienzo del nuevo milenio, el papa Juan Pablo II procedió él mismo a la apertura y el cierre de cada una de ellas. La puerta de la basílica de San Pedro siempre ha sido la primera que se abre y la última que se cierra.