El obispo de Chiapas, Mons. Arizmendi ha estado en Roma hace dos semanas. El papa Francisco que viajará a México del 12 al 18 de febrero próximo, le ha recibido en el Vaticano en la residencia Santa Marta, junto con el arzobispo de Tuxla Gutierrez, Mons. Fabio Martínez Castilla y les indicó las tres razones que le motivaron para viajar al país Azteca. (Ver la entrevista anterior).
Aquí Mons. Arizmendi le ha comentado a ZENIT que encontró al Papa muy sereno pero decidido a proseguir en el camino tomado, y profundizó dos problemas que sufre su país: las migraciones y la violencia.
¿Cómo encontró al Santo Padre?
— Mons. Arizmendi: Nos recibió en Santa Marta, allí en su departamento con una sencillez extraordinaria, en plan fraterno, muy tranquilo. Le entregué un resumen de unas cinco páginas sobre lo que hicimos los obispos de San Cristobal, con los puntos más salientes de la realidad. Tal cual le presentamos como veíamos la situación. Le entregué también unas cartas que le enviaron unos indígenas, jóvenes, sacerdotes y religiosas, exponiéndole como ven la situación allá y qué esperan de él. Ha estado también en la reunión el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Mons. Fabio Fernández Martinez.
Usted acaba de inaugurar un albergue. ¿De qué se trata?
— Mons. Arizmendi: Así como el papa Francisco abrió una puerta de la caridad aquí en Roma, allá estamos abriendo puertas para los migrantes, es una de las necesidades prioritarias.
En Tapachula estuve de obispo de 1991 al 2000, allí pudimos implementar un albergue que era provisional para migrantes y que ahora es más formal. Por la frontera con Guatemala pasan miles de migrantes y después de los dos huracanes –el Mitch en 1998 , y el Stand en el 2005– que acabaron con las vías del tren, los migrantes ahora pasan por Palenque y otros lugares de la diócesis.
Ahora tenemos tres albergues, uno en Palenque que es el más grande, otro en Comitán, a una hora y media de San Cristobal y el 3 de noviembre inaguramos uno que llamamos San Martín de Porres. Con motivo del año de la Misericordia hemos decidido abrir otros dos nuevos, uno en frontera con Mazapa y otro en Salto de Agua.
Le he comentado al Papa que la colecta que estamos haciendo para la visita, en acuerdo con la Conferencia Episcopal, va a ser destinado a la construcción de estos dos nuevos albergues. Se lo vamos a entregar simbólicamente en la colecta de la misa.
¿Cómo se resuelve este problema de los migrantes?
— Mons. Arizmendi: El problema es de fondo. México tuvo y tiene más migrantes cuando falta trabajo o seguridad para las personas. Ahora en concreto este problema lo tiene el llamado triángulo norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. No hay trabajo y en particular en Honduras falta seguridad y están las maras o pandillas. La gente sale más de allí. Pasan por todas partes, hasta personas de India y China. Ultimamente incluso muchos cubanos.
Pasan incluso mamás con niños pequeñitos. Una de ellas con un niño de unos diez meses me decía «es que si me quedo en Honduras a mi me matan y me quitan a mi hija». Así sucede con las migraciones hacia Europa, por la falta de seguridad y de trabajo.
¿Pero la gente sabe que no puede ser regularizada en Estados Unidos?
— Mons. Arizmendi: Agravó el problema la información falsa que llegó de que si los niños llegaban a Estados Unidos podían adquirir automáticamente la ciudadanía, lo que no es verdad, y de estas mentiras se sirven los explotadores de los migrantes, para cobrarles de 3 a 5 mil dólares para hacerles pasar.
Nuestras autoridades mexicanas han tenido posturas ambivalentes, de un lado positivas sobre derechos humanos, alistando algunas estancias para que puedan dormir. Pero al mismo tiempo hay demasiado control para que puedan pasar. De otro lado por ejemplo ya no les permiten pasar en el famoso tren llamado 'la bestia', y ahora los migrantes buscan otros caminos más peligrosos.
Nos duele mucho cuando vemos grupos de cinco personas, ocho o diez caminando kilómetros y kilómetros, y llegan a estos albergues con los pies ampollados, enfermos. Allí le damos solamente la protección inmediata, y que puedan ducharse, comer, dormir. También una cierta protección jurídica, para que puedan tener un refugio legal o también defenderlos de algunas violaciones que hay de parte de lagunas autoridades menores. Allí nuestro trabajo es de todos los días.
¿Cómo se explica esta violencia en un país católico, donde todos se sienten guadalupanos?
— Mons. Arizmendi: Lamentablemente el dinero corrompe todo. A veces hasta en la misma Iglesia. Hay muchos jóvenes que no encuentran trabajo y estas bandas los enrolan, les obligan a robar, matar y vender droga. Y si no lo hacen les matan junto a su familia. A un obispo mexicano le detuvieron hace unos dos años atrás en una carretera y le dijeron: «necesitamos su camionetita». El obispo le dijo: «¿Qué dirá tu mamá, tu familia si supieran lo que haces?». Y el joven respondió: «Si no le llevo a mi jefe su camioneta a mi me matan y a mi familia».
A veces no es guadalupanismo o no, sino la sobrevivencia, por ello la pastoral juvenil y de la familia es una prioridad.
¿Ustedes trabajan con los jóvenes en los centros de estudio?
— Mons. Arizmendi: En México hay muchas restricciones para que los ministros de culto puedan entrar en los colegios oficiales. En los colegios católicos no hay problema. En los colegios públicos y universidades nuestra pastoral es con grupos de jóvenes, para darles catequesis y temas de orientación. Estos temas de la violencia, del alcohol y de la droga, los tenemos a cada rato.
Hay una polémica sobre la marihuana, ¿verdad?
— Mons. Arizmendi: Lamentablemente la Corte de México ahora autorizó a cuatro personas que puedan comprar marihuana. Entonces se va a ir liberalizando más este problema. Ellos alegan la libertad personal pero no se dan cuenta todas las consecuencias tan graves que hay para las personas, las familias y la sociedad. La discusión en este momento es hasta que punto se pueda liberalizar.
¿Qué dice la gente sobre el Papa?
— Mons. Arizmendi: El Papa nos está dando una revolcada evangélica a todos, y por ello el pueblo lo quiere mucho, no solo por su sencillez, sino porque está yendo a lo esencial del evangelio, y no deja libre ni a los obispos ni al él mismo. Lo encontré tranquilo pero consciente de ver por donde hay que seguir caminando.