El papa Francisco presidió este miércoles –a las 10 horas locales– la Santa Misa con motivo de la solemnidad de la Epifanía del Señor en la Basílica de San Pedro ante una enorme presencia de fieles. Al celebrar una de las fiestas litúrgicas más antiguas, que recuerda el relato evangélico de los tres Reyes Magos que siguieron una estrella para visitar al Niño Jesús en Belén, el Pontífice afirmó que “la Iglesia no puede pretender brillar con luz propia”, sino que debe brillar “con la luz de Cristo”.
“Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos”, explicó el Santo Padre en su homilía. Asimismo, señaló que todos necesitan de esta luz puesto que “anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión”.
“Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza, es decir: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación. Que resplandezca la luz de Cristo es su servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero –en este sentido–, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre”, enfatizó.
El Papa también habló de los Reyes Magos e indicó que son “una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel”.
“Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno”, añadió Francisco, que al comienzo de la celebración eucarística había besado una imagen de Cristo recién nacido.
El Pontífice aseguró que, al igual que sucedió con los Magos, “hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras. Es la inquietud del Espíritu Santo que se mueve en los corazones. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén”.
“Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad”, dijo.
Por último, el Santo Padre recordó que “estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da. Pequeñita. El himno del breviario nos dice poéticamente que los Magos «lumen requirunt lumine», aquella pequeña luz. La luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad”.
“Una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor” porque “aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el camino de la paz”, concluyó el papa Francisco.
La ceremonia religiosa finalizó con el canto en latín del conocido villancico “Adeste fideles”. Durante la comunión, ya se había entonado el popular “Noche de Paz”.