La Campaña contra el Hambre que año tras año promueve “Manos Unidas”, ONG de la Iglesia Católica para el desarrollo, llama de nuevo a nuestros corazones con este sugestivo lema: “Plántale cara al hambre: Siembra”. Es la traducción a nivel de desarrollo de aquella exhortación de san Pablo: “No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza de bien” (Rm 12,21).
Una mirada al mundo en que vivimos nos presenta una gran injusticia, por la que los países desarrollados derrochan recursos, mientras muchos países no tienen ni siquiera lo necesario para su promoción elemental. Si a eso añadimos la corrupción generalizada en tantos niveles, tanto por parte de los países que ayudan como por parte de los países que son ayudados, al final quienes pierden son los más pobres, que no tienen acceso a ningún tipo de ayuda para tener una elemental sanidad, una educación básica, una vivienda digna, una alimentación suficiente, una dignidad personal en todos los sentidos.
La propuesta cristiana en este y en todos los temas no es el conflicto, ni la pancarta fácil tras la que uno se esconde sin mayor compromiso, ni las palabras inútiles, que sólo sirven para meter ruido. La postura cristiana lleva a implicarse vitalmente y de verdad. Y esa implicación tiene en Jesucristo su punto de referencia. Él no ha arreglado el mundo simplemente con palabras, sino dando su vida entera, con amor a los enemigos, hasta el extremo de la muerte en cruz, y venciendo la muerte con su resurrección.
Manos Unidas no pierde el tiempo en lamentos estériles de lo mal que está el mundo. Se pone manos a la obra y recluta personas y recursos para llevar adelante una campaña permanente que despierte en nosotros el sentido de justicia y solidaridad con el que hemos de devolver a los pobres de la tierra lo que les pertenece. No se trata, por tanto, de hacer un recuento de todo lo que haría falta para desterrar el hambre de nuestro planeta. Manos Unidas se pone a trabajar en numerosos proyectos, pequeños pero eficaces, que llevan la esperanza a miles, a millones de personas que no pueden esperar más.
El segundo domingo de febrero, este año el día 14, nos espera esa colecta extraordinaria, precedida del ayuno voluntario el viernes anterior, que en contexto litúrgico hacemos cada año para recaudar estos fondos y ponerlos “a los pies de los Apóstoles” (Hch 4,35), hoy los Obispos, cuyo cauce es Manos Unidas para los fines de promoción que se organizan. Pero la colecta se alarga durante todo el año, llegando a su punto culminante en esta fecha.
Es ocasión propicia para agradecer a todas las personas que participan en esta movida, sobre todo mujeres, por cada una de las parroquias de nuestra diócesis, además de los servicios diocesanos que desde Córdoba funcionan todo el año. Aquellas mujeres de Acción Católica pusieron en marcha con intuición maternal esta Campaña anual, que lleva a muchas bocas el pan, a muchas mentes la cultura y a muchos corazones la dignidad de la persona, apoyando especialmente propuesta de promoción de la mujer en tales países.
Os agradezco a todos vuestra generosidad. Córdoba es una de las diócesis más generosas de España, y no es de las más ricas. Pero el trabajo constante que realizan los y las voluntarios de Manos Unidas hace que se multipliquen las iniciativas para sacar algunos fondos, que unidos a los demás, constituyen una ayuda muy importante. Gracias a todos. Gracias a Dios que os hace generosos y capaces de compartir. Gracias especialmente a las personas que dedican su tiempo para que esta organización alcance sus objetivos.
La medida que uséis con los pobres, la usará Dios con vosotros. Dios es rico en misericordia. Sed generosos y aportad vuestro donativo, quitándolo quizá de algún capricho o de cosas necesarias. Dios os lo recompensará.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba