El papa Francisco presidió este martes por la mañana en la basílica de San Pedro, la santa misa junto a algunos miles de frailes menores capuchinos llegados desde todo el mundo con motivo del Jubileo de la Misericordia.
La eucaristía iniciada unos minutos antes de la hora fijada, las 7,30 de la mañana, fue celebrada en el Altar de la Confesión, a dos pasos de las reliquias de san Pío de Pietrelcina y de san Leopoldo Mandić, santos de la misericordia.
Los cuerpos de los dos santos capuchinos llegaron a la basílica de San Pedro este viernes por la tarde, y permanecen para la veneración de los fieles hasta el próximo jueves 11. Mañana, 10 de febrero, será la solemne celebración del miércoles de ceniza presidida por el Pontífice y la ceremonia del envío de unos 700 Misioneros de la Misericordia.
En su homilía de hoy el Santo Padre, que habló improvisando y de manera muy sentida, señaló “las dos actitudes” existentes, de acuerdo a las lecturas del día: una es la grandeza delante de Dios, que se expresa en la humildad del rey Salomón; y la otra es la la mezquindad que viene de la ‘precisión’ de los doctores de la ley en las pequeñas cosas olvidando las de Dios.
Recordó que la “tradición de los capuchinos es una tradición de perdón”. Y si “entre ustedes hay confesores tan buenos, es porque se sienten pecadores, y delante de la grandeza de Dios rezan pidiendo perdón”.
Y que en cambio “cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdonar, lentamente se olvida de Dios”. Así el Santo Padre les recordó que “el humilde que se siente pecador es un gran perdonador en el confesionario, el otro, como estos doctores de la ley que se sienten ‘los puros’, ‘los maestros’, solamente saben condenar”.
“Les hablo –añadió el Papa– como hermano, que en este Año de la Misericordia especialmente, el confesionario sea para perdonar. «Y si uno no puede dar la absolución» les pidió que «por favor no apaleen”.
De tal manera pidió que “quien viene a buscar consuelo, paz en su alma, encuentre a un padre que lo abraza, que le diga que ‘Dios te quiere mucho’ y que se lo haga sentir”.
Señaló que hay tantos lenguajes en la vida: el de la palabra, pero también el de los gestos. Porque si una persona se acerca al confesionario “es porque quiere cambiar. Y lo dice con el gesto de acercarse”.
«Tengan confianza en la misericordia de Dios, no caigan en el pelagianismo” dijo, porque “quien no sabe perdonar termina como estos doctores que son grandes condenadores” y «¿quién es el gran condenador? El diablo». El Papa concluyó con una invitación: “Corazón amplio, el perdón es una semilla, una caricia de Dios».
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Misa del Papa con los Capuchinos en la basílica de San Pedro
El Papa los capuchinos: 'El perdón es una semilla, una caricia de Dios'
Recordó que el gran condenador es el diablo. Y si no es posible dar la absolución a quien se acerca a confesarse, les pidió que «por favor no apaleen”