Misa del papa Francisco en Chiapas, en febrero de 2016

Misa del papa Francisco en Chiapas, en febrero de 2016

'Los gestos del Papa son más importantes que sus palabras'

ENTREVISTA con el padre José Luis González, coordinador del Equipo Frontera Sur del Servicio Jesuita a Migrantes, sobre la visita del Santo Padre a San Cristóbal de las Casas

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A unos días de distancia de la conclusión del viaje del Santo Padre a México, aún resuenan con fuerza muchas de las frases de aliento y ánimo que Francisco dejó a su paso por el país azteca. De este modo, el padre José Luis González, coordinador del Equipo Frontera Sur del Servicio Jesuita a Migrantes, que vive en San Cristóbal de las Casas, cuenta a ZENIT algunas particularidades sobre lo que supuso la visita del Santo Padre y en qué medida su mensaje podrá ayudar a la comunidad de inmigrantes en este país. Y sobre todo, explica cómo es la situación de los migrantes en esta región de México.
 
¿Cuál es su misión en San Cristóbal de las Casas? ¿Cuánto tiempo lleva allí?
— Padre González: Soy Coordinador del Equipo Frontera Sur del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), con sede en Frontera Comalapa desde hace un año, y antes con sede en Comitán. Estoy aquí desde el 2013. Antes estuve en el SJM de Nicaragua, y antes en Guatemala ocho años con refugiados guatemaltecos retornados con los Acuerdos de Paz.
¿Cómo vivieron los migrantes con los que trabaja el tiempo de preparación previo al encuentro con el Papa?
— Padre González: En las semanas anteriores algunos de los migrantes que han pasado querían esperar para ir a San Cristóbal a ver al Papa. Tenían la ilusión de contarle personalmente sus sufrimientos. Pero ir por la ruta de San Cristóbal supone ir por la carretera panamericana, llena de retenes y de un gran Centro de retención en Trinitaria. Es la ruta más difícil. Además se les hizo ver que el Papa no podría recibir a todo el que quisiera hablarle. Pero lo importante es la esperanza que el Papa significa para ellos como posible solución, o al menos como confidente que les escucha.
¿Cómo surgió la iniciativa para que la colecta de la misa del Papa en San Cristóbal vaya destinada a su centro de acogida?
— Padre González: Fue iniciativa del obispo, don Felipe Arizmendi, muy preocupado por esta realidad de la migración ya desde que era obispo de Tapachula, donde promovió el primer albergue de migrantes, el albergue Belén, situado todavía hoy en el mismo terreno de la casa del obispo. Eso recuerda a los obispos de los primeros siglos que levantaron hospederías al lado de su casa, llegando incluso a decretar el Concilio de Nicea la obligación de que cada obispo debía tener en su sede un hospital. Entonces se llamaba así a lo que hoy es una casa del migrante, pues al hospital iban al mismo tiempo los enfermos y los forasteros.
En Frontera Comalapa ya existía un pequeño albergue que ahora se destina a solicitantes de refugio. Pero las gentes de la parroquia ya han colaborado para comprar un nuevo terreno y construir un albergue para migrantes. Y actualmente se está construyendo en el centro de la ciudad un comedor de migrantes que será bendecido por nuestro obispo el 14 de marzo.
Desde su experiencia y su trabajo ¿Cómo puede afrontar México el desafío de la migración?
— Padre González: La migración mexicana a Estados Unidos se ha frenado, pero la migración centroamericana aumenta. Para un centroamericano es más difícil pasar México que pasar la frontera con Estados Unidos. Y México debe de cambiar sus políticas migratorias, fieles a las estrategias de Estados Unidos de frenar en la frontera sur de México la migración, para ofrecer a sus hermanos del sur una política migratoria más fraterna. Un colombiano o un costarricense no necesitan visa para pasar por México, pero a los nicaragüenses, salvadoreños, hondureños y guatemaltecos sí se les exige una visa mexicana que el gobierno de México nunca les va a dar porque requiere unas condiciones imposibles para la mayoría. Alan Bersin, alto funcionario del Departamento de Interior de Estados Unidos, dijo que “la frontera entre México y Guatemala es ahora nuestra frontera sur”, y la mejor prueba de ello es que si un centroamericano viene solamente con visa de Estados Unidos, México lo deja pasar sin la visa mexicana que exige a los centroamericanos.
¿De qué forma la Iglesia da esperanza y les acompaña?
— Padre González: La Iglesia tiene más de 60 casas del migrante a lo largo de México: unas son parroquiales (Mapastepec), otras diocesanas (Tierra Blanca), otras de religiosos o religiosas (La 72), o incluso de las Comunidades Eclesiales de Base (Casa Mambré en Comitán), o de laicos y laicas (el comedor de Las Patronas, candidatas al Premio Príncipe de Asturias; o el albergue de doña Olga en Tapachula). También hay organizaciones de derechos humanos que surgieron de la Iglesia (Centro Fray Matías de Córdova, en Tapachula; Centro Fray Bartolomé de Las Casas, en San Cristóbal) o son de alguna congregación religiosa (Centro Prodh de Derechos Humanos, de los jesuitas). El Servicio Jesuita a Migrantes también lleva trabajando en México desde el año 2002, pero anteriormente existía el Servicio Jesuita a Refugiados, atendiendo campamentos de refugiados guatemaltecos en Campeche. Todo ese tejido social es esperanzador y muestra una vez más que “hacer Iglesia es el mejor modo de hacer sociedad” (Tomás Malagón).
¿Hay confianza en los frutos que podría dejar la visita del Pontífice a México?
— Padre González: Mucha confianza pero no tanto por sus palabras sino por sus gestos. Personalmente me sorprendí de que en la homilía en San Cristóbal no comentara el evangelio sino la primera lectura. El evangelio era nada menos que la parábola del juicio final. No habló para nada de visitar al enfermo, dar de comer al hambriento, hospedar al forastero, visitar a los presos… Hasta que vi en la televisión a su avión alzando el vuelo hacia Roma, me di cuenta de que lo que había hecho el Papa en esos seis días era precisamente eso: visitar los enfermos y los presos, ponerse al lado de los forasteros (migrantes) en las fronteras sur y norte, etc. Sus gestos son más importantes que sus palabras.
Aunque los viajes de los papas son pastorales, inevitablemente la clase política y empresarial, se puede sentir interpelada. ¿Hasta qué punto cree que el mensaje del Papa podría ayudar a la sociedad mexicana en general?
— Padre González: Aunque dicen que el porcentaje de los que se declaran católicos en México ha bajado al 83 por ciento, sigue siendo un porcentaje importantísimo. Necesariamente un Papa en México es escuchado e influye en los cambios que se necesitan.
Y en concreto ¿Qué mensaje han recibido los migrantes de parte del Santo Padre?
— Padre González: El Papa enfoca el fenómeno de la migración desde la fraternidad. No cualquier fraternidad sino la que surge de la paternidad divina. La fraternidad antropológica que rompe muros (“los muros no son la solución”, dijo al regresar de Estados Unidos), deriva para el papa Francisco de la paternidad teológica. Y esa fraternidad es la que esperan los migrantes cuando lo han visto abrazar, ‘misericordiar’ y ofrecer ‘cariñoterapia’.
¿Qué destacaría de la visita del Papa?
— Padre González: En la misa en San Cristóbal, a pesar de toda la ‘parafernalia’ que necesariamente implica un evento así, me impresionó que lo que el Papa estaba viviendo era… una misa. Desde un lateral del altar, donde yo estaba con el resto de sacerdotes, veía a unos cuarenta metros la mirada del Papa, sus silencios, sus movimientos, su tono de voz… y eso nos volvió a poner los pies en la tierra y el corazón en el cielo, olvidando las torres de sonido, las cámaras, los escenarios… y sentimos la presencia de Dios entre el pueblo indígena y pobre que regresó a sus hogares con más confianza. Y fortalecer la confianza es fortalecer la fe, que es a lo que vino el papa Francisco.
 

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Rocío Lancho García

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