Iglesia de Santo Domingo - San Cristobal de las Casas -(Foto cc Alejandro Linares Garcia - Wiki cominos(

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Una Iglesia en camino

Reflexiones del obispo de San Cristobal de las Casas

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VER
En nuestra diócesis, hemos realizado la asamblea anual, con participación de 263 personas, laicos, religiosas y sacerdotes. El objetivo fue concluir la actualización del Plan Diocesano de Pastoral. El anterior, era del año 2004. Tuvimos que ponerlo al día, pues en Chiapas ha habido muchos cambios sociales, políticos, económicos, educativos, ecológicos y religiosos, que son un reto a la pastoral evangelizadora, litúrgica y social.
Desde que llegué a esta Iglesia, en mayo del 2000, decreté la validez del III Sínodo Diocesano, elaborado en tiempos de mi predecesor, Don Samuel Ruiz García, porque lo consideré un camino conforme al Evangelio y a la doctrina y praxis de la Iglesia. Nos marca las líneas fundamentales por las que hemos optado. Son como los pilares, u horcones, que nos sostienen y nos dan identidad. Queremos ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu Santo.
La vida no se detiene y no podemos anclarnos en el pasado, sino responder a lo que el tiempo actual reclama. El nuevo Plan Pastoral nos orienta en el camino a seguir en los años venideros. Cuando suceda el cambio de obispo diocesano, se harán las adecuaciones necesarias, pero hay ruta, hay historia, hay vida. El Espíritu no deja a su Iglesia.
PENSAR
El Papa Francisco, en su Exhortación La alegría del Evangelio, dice: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. Quiero invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (1).
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado” (2).
“La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: La vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros… Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Ojalá el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (10).
“Cristo es el Evangelio eterno. Su riqueza y su hermosura son inagotables. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad. Aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (11).
ACTUAR
Que el Espíritu Santo nos ayude a estar con el corazón muy cercano a nuestro pueblo, para vibrar con sus dolores y esperanzas, y muy a los pies del Sagrario, para ser servidores de vida en Cristo.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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