Vitral del Sagrado Corazón de Jesús

Vitral del Sagrado Corazón de Jesús (WIKIMEDIA COMMONS - The Photographer)

¿Quién soy?

XII ORDINARIO

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Zacarías 12, 10-11; 13,1: “Mirarán al que traspasaron”.
Salmo 62: “Señor, mi alma tiene sed de ti”.
Gálatas 3, 26-29: “Cuantos han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo”.
San Lucas 9, 18-24: “Tú eres el Mesías de Dios.- Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho”.
Dolorosamente se han dividido las comunidades en toda la región de los Altos de Chiapas. Un catolicismo superficial y lleno de tradiciones no ha resistido el embate de las más diversas formas de religiosidad. Se da el caso de que en una pequeña comunidad de apenas cien familias hay hasta cuatro o cinco diferentes denominaciones religiosas. “¿Por qué hay tantas religiones entre nosotros?”, me preguntaban en días pasados. Y yo, mañosamente, devolvía la pregunta tratando de hacer reflexionar: “¿A quien sigue cada uno de los grupos? ¿Por qué se separó este grupo de su anterior denominación? ¿Quién es el líder de los de este lado? ¿Por qué se separaron los de tal zona?”. Y al ir dando sus respuestas encontramos que la creación de “iglesias”, ha obedecido a caprichos, a divisiones y a ambiciones. Se sigue más a líderes y seudopastores que a Cristo. ¡La religión es solamente un pretexto que disfraza los verdaderos intereses! ¡Nos hemos olvidado de Jesús!
Como si quisiera que retornáramos a nuestros orígenes el papa Francisco con insistencia nos confronta y nos exige reflexionar si nuestra vida está de acuerdo a lo que enseña y quiere Jesús. Por eso, este episodio que nos narra San Lucas, es de vital importancia para los seguidores de Jesús. Debemos escuchar una y otra vez la pregunta que hace a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Si las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perdemos nuestra identidad y nos convertiremos en una organización más, en un partido más o en un capricho social. Sin Jesús no acertaremos a vivir con audacia creativa y dinámica la misión que Él nos confió; no nos atreveremos a enfrentar el futuro confiados en la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestros egoísmos y mediocridades. ¿Quién es Jesús hoy para nosotros? Esta no es una pregunta cualquiera, es la pregunta que con insistencia nos hace el mismo Jesús a cada uno de nosotros. Es una pregunta amorosa que espera ansiosamente una respuesta viva.
Quizás ya estaremos buscando la mejor respuesta y nos acomodaremos a las palabras de Pedro para también nosotros sentirnos satisfechos: “El Mesías de Dios”. Y encontraremos muchos otras definiciones que se acomoden a nuestros pensamientos y estados de ánimo: el Hijo de Dios, nuestro Pastor, nuestro Amigo… pero Jesús pregunta en la intimidad y en toda confianza quién es Él para ti, qué significa en tu vida. Pues aunque llenemos de títulos y de honores a Jesús, lo que Él espera es una repuesta viva y amorosa. Quiere que le mostremos el fruto de nuestro encuentro con Él y no tanto nuestros conocimientos de religión y de tradiciones. No le podremos decir de verdad que es “El Mesías de Dios”, si nos conformamos con una vida llena de mezquindad, de corrupción y de mentira.
Es fácil decir que Jesús es el Mesías, igual que Pedro, pero hacernos sordos a sus siguientes palabras donde resalta la centralidad de la cruz, la entrega generosa, la muerte por amor y la resurrección. Pedro no esperaba esto. Soñaba con el libertador que debería aplastar a los enemigos, con la seguridad de su reinado, el sometimiento de los pueblos contrarios, pero no imaginaba el camino del rechazo y del aparente fracaso. Detrás de la declaración de Pedro está la concepción de un Mesías nacionalista, guerrero, triunfal, político, con fuerza y poder. Y nada de esto coincide con lo que Jesús siente, por lo que lucha y lo que sueña llevar adelante. Quizás nos pase igual a nosotros: al confesar a Jesús como nuestro Mesías estamos queriendo asegurar nuestro futuro pero no estamos dispuestos a compartir sus sueños, sus enseñanzas y sus ejemplos. No asumimos su fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia la verdadera resurrección.
Cuando Jesús nos pide que tomemos su cruz, nos está invitando a un cambio radical de vida y dejarnos invadir de su amor y de su predilección. Nosotros colgamos su cruz en nuestro pecho, pero no la colocamos en el centro de nuestra vida. Al mismo tiempo que lo confesamos y lo reconocemos, vivimos de espaldas a Él, sin saber muy bien cómo era y qué quería. Nos comportamos como miembros de una religión pero no como discípulos suyos. Y ser cristianos es ante todo entablar una relación íntima con Jesús, dialogar con Él, confrontar nuestra vida con sus mensajes. Las palabras de Jesús: “Si alguno quiere seguirme…”, ponen la vida, la salvación y la realización de sus discípulos en una íntima relación con la adhesión a su persona. Cuando nos acercamos verdaderamente a Jesús, nos encontramos Alguien vivo y palpitante, Alguien que nos sigue atrayendo a pesar de nuestras cobardías y mediocridades, Alguien que nos ama a pesar de nuestros fracasos. Ser cristiano no es cuestión de ideologías, es cuestión de amor.
Nuestra fe cristiana no se basa en verdades, sino en Jesús que es la verdad. Nuestra fe está sustentada en el encuentro personal que tengamos con Él. No es poner la esperanza en reglamentos, sino en la vida compartida con Jesús. No es conseguir amuletos de buena suerte o religiones de falsa felicidad. Es encuentro de verdad con quien nos ama y se atreve a preguntarnos quién es para nosotros y qué significa en nuestra vida. Hoy tendremos que cuestionarnos seriamente nuestro “ser cristiano” y descubrir si en la base de nuestra vida y de nuestro actuar está Jesús. Como comienza este pasaje en oración, también nosotros en oración, en intimidad, respondamos a Jesús. ¿Creo de verdad en Él? ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Cómo demuestro en mi vida que soy su discípulo y que sus ideales y sueños son los que mueven la trama de mi historia?
Señor Jesús, quiero que seas para mí, fuerza que me empuje a trabajar por tu Reino, fe que me ayude a sentirte siempre presente, esperanza que me anime en el desaliento, amor que me enseñe a negarme para dar lo mejor de mí mismo. Amén.

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Sergio Mora

Buenos Aires, Argentina Estudios de periodismo en el Istituto Superiore di Comunicazione de Roma y examen superior de italiano para extranjeros en el Instituto Dante Alighieri de Roma. Periodista profesional de la Associazione Stampa Estera en Italia, y publicista de la Orden de periodistas de Italia. Fue corresponsal adjunto del diario español El País de 2000 a 2004, colaborador de los programas en español de la BBC y de Radio Vaticano. Fue director del mensual Expreso Latino, realizó 41 programas en Sky con Babel TV. Actualmente además de ser redactor de ZENIT colabora con diversos medios latinoamericanos.

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