VER
Se intenta llamar “matrimonio” a cualquier unión entre personas del mismo sexo. Y se alega como un derecho humano. A quienes defendemos que el verdadero matrimonio tiene que ver con la maternidad, y que por tanto exige por su misma naturaleza que sea entre un hombre y una mujer que se aman, nos tachan de homofóbicos e intolerantes.
Se difunde en redes un proyecto de la Secretaría de Educación Pública para dar, desde Pre-Escolar, lo que llaman “educación sexual”, lo que es sólo información genital y erótica. No es educación, sino incitación para legitimar cualquier tipo de relación, sin ningún control moral. Es pornografía.
Se habla por todas partes de “género”, como si hubiera tantos cuantos se quiera. Ya no hay sólo masculino y femenino en los humanos, sino todas las combinaciones que se prefiera. Y desde la escuela pública se insiste que el género no es algo de la naturaleza humana, sino una opción de cada persona.
La Suprema Corte de Justicia intenta liberar el crimen del aborto para que no sea un delito, sino un derecho de la mujer sobre su propio cuerpo, pues dice que lo que lleva en su vientre es sólo un “producto”, no una persona humana. No es cosa de que la mujer pueda hacer lo que quiera con su cuerpo, sino que está en juego la vida de un ser humano, que es una persona desde el momento de la concepción. Esto no es cuestión de dogmas, de fe, de creencias, sino de simple ciencia, de biología. Desde que se une el óvulo con el esperma, empieza el proceso de lo que, si no se detiene, es ya un ser humano. Decir que este “producto” no es persona, y que por tanto no tiene derechos, ni el derecho a la vida, es no respetar la naturaleza humana.
Y así podríamos seguir con otras perversiones del lenguaje. Se dice que es más “hombre” el que se proclama como el más valiente, borracho, mujeriego y libertino. No es más hombre; es más salvaje, más inhumano. Se habla de “sexo seguro” y es sólo aplicación de preservativos. Se difunde la “salud reproductiva” y es sólo control natal y aborto. Se insiste en tener pocos hijos para vivir “mejor”, y sólo se toma en cuenta la mejoría económica, como si quienes somos miembros de una familia numerosa, por eso mismo fuéramos más infelices. Es todo lo contrario, cuando hay amor y responsabilidad.
PENSAR
Sobre la ideología de “género”, dice el Papa Francisco en su Exhortación La alegría del amor: “Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar. Por otra parte, la revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas. Una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad” (No. 56).
ACTUAR
Como dice allí mismo el Papa: “No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador”. Respetemos el matrimonio en su identidad original. Sepamos discernir el uso de las palabras que se difunden en las propagandas oficiales, para confrontarlas con la verdadera ciencia y con nuestra fe.