La palabra gracias proviene del latín gratia, la cual deriva de gratus (agradable, agradecido). Gratia significa la honra o alabanza que se tributa a otro, para luego significar el reconocimiento de un favor.
Todos sabemos que el agradecimiento es algo indispensable en la vida, pues cada uno de nosotros hemos recibido algo de alguien. En general, todos hemos recibido muchísimos favores desde que nacimos. Las bendiciones de nuestra vida son difíciles de contar.
El hecho de ser agradecidos tiene mucho que ver con nuestra humildad o falta de ésta. Un corazón humilde recibe y luego agradece. Un corazón soberbio, por más que reciba, nunca agradecerá. Nuestra soberbia comúnmente nos hace pensar que merecemos más de lo que tenemos, y que lo que tenemos no es suficiente, o no es precisamente lo que queremos.
Pero si reflexionamos en ello, podemos hacer el siguiente planteamiento: si no valoramos lo que tenemos, ¿qué nos hace pensar que merecemos más? O ¿qué nos hace creer que si pedimos y recibimos más seremos felices, si no somos agradecidos con lo que ya tenemos?
Una persona que agradece, comúnmente recibe más y se siente feliz con lo que tiene, es decir, se siente satisfecha y en paz. Una persona que no agradece, es común que carezca de muchas cosas, así como que se sienta frustrada y ansiosa, es decir, infeliz. En otras palabras, el ser agradecidos nos lleva a la alegría, mientras que el ser malagradecidos nos conduce a la amargura.
La falta de agradecimiento está ligada a un estado de insaciedad, a la exigencia, al afán, al enojo, a un falso sentimiento de “injusticia” en el que creemos que somos mucho mejores de lo que en verdad somos.
Es aceptable querer tener más y luchar por tenerlo, pero lo que no es aceptable es no reconocer ni valorar lo que ya tenemos. Todo proviene de la fuente de abundancia que es Dios, sus favores son nuevos cada mañana, siempre hay mucho que agradecer. Sin embargo, a veces nos levantamos y nos enrolamos en la rutina de manera tan apurada y repentina que no tenemos el tiempo ni el cuidado de ver todo lo que nos rodea, toda la provisión que ya ha sido puesta delante de nosotros, mucho antes de abrir los ojos.
Si nos proponemos el ejercicio de agradecer por la mañana todo lo que nos venga a la mente, mientras nos vestimos o manejamos, encontraremos una visión nueva, una perspectiva más objetiva entre lo que tenemos y lo que nos hace falta. Esto traerá paz a nuestra alma y agradecimiento sincero a nuestro corazón. Cuando le damos las gracias al Creador, Él multiplica las bendiciones, nos otorga nuevos talentos, pues nos considera seres responsables, sencillos y capaces de multiplicar dichos talentos.
A una persona que siempre pide, pero nunca agradece, ¿para qué habría de darle más? Alguien que valora lo que tiene, así sea mucho o poco, le da el mejor uso y procura aprovecharlo al máximo, sin quejarse. La felicidad no proviene de los objetos sino de una actitud correcta del corazón.
Dios espera nuestra gratitud ante todo lo que nos da, y también quiere corazones agradecidos. Si nos dio mucho, mucho nos demandará cuando estemos en su presencia.