(ZENIT – Roma, 22 Abr. 2017).- En la Iglesia de San Bartolomé, en la isla Tiberina, donde el papa Francisco realiza este sábado una visita, se recuerda a los mártires del siglo XX y XXI, del nazismo, del comunismo, de genocidio armenio, en la Primera guerra mundial, de tantos testigos de la fe. Y entre sus capillas hay una dedicada a los mártires latinoamericanos.
El templo fue construido en el año 1000 en la isla ubicada en el centro de Roma, para contener las reliquias de san Bartolomé apóstol. Confiada por san Juan Pablo II a la Comunidad de San Egidio, en el interior de la basílica están las reliquias de muchos testimonios de nuestro tiempo.
En la capilla de los mártires de América Latina figuran los beatos mártires Michał Tomaszek y Zbigniew Strzałkowski, dos jóvenes frailes misioneros polacos que fueron asesinados en 1991 en Perú por los terroristas de Sendero Luminoso, «porque predicaban la paz a la gente». Están las sandalias del padre Tomaszek, símbolo de la itinerancia y de la misión, testimonios del cansancio del camino y también de la alegría del encuentro, un cáliz para la santa Misa, símbolo del servicio sacerdotal y del sacrificio realizado por dos frailes en nombre del Evangelio, y una botella con tierra empapada con su sangre, símbolo de la pertenencia de los dos misioneros en la fe al pueblo y a la tierra peruana por la que dieron su vida. Enterrados en la iglesia de Pariacoto, proclamados beatos el 5 de diciembre de 2015 en Chimbote (Perú).
Otras de las reliquias de mártires de América Latina es el misal de Mons. Óscar Arnulfo Romero, arzobispo salvadoreño asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando celebraba la misa, conocido por su defensa de los derechos humanos. El 23 de mayo de 2015 fue beatificado por el papa Francisco. Fuera de la Iglesia católica, el beato Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad, incluyendo a la Comunión anglicana la cual lo ha incluido en su santoral. Es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la abadía de Westminster, en Londres, y fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979, a propuesta del Parlamento británico. Es el primer salvadoreño en ser elevado a los altares y el primer arzobispo mártir de América.
Entre las reliquias está la estola de mons. Angelelli, padre conciliar en el Concilio Vaticano II, obispo de la provincia argentina de La Rioja. Formó parte del grupo de obispos que se enfrentó a la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976, y fue asesinado el 4 agosto de ese año.
También hay una cruz pectoral de Mons. Alejandro Labaka, obispo de Agarico (Ecuador) asesinado el 21 de julio de 1987 en la foresta amazónica por las lanzas de los indígenas huaorani a quienes quería anunciar el Evangelio.
Además se encuentra en esta capilla el pastoral del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, en México, asesinado el 24 de mayo de 1993 por narcotraficantes.
Reliquias de los sacerdotes polacos asesinados por Sendero Luminoso en Perú
En un altar de San Bartolomé en la Isla Tiberina, figuran los mártires latinoamericanos
El Papa hoy visita el santuario que recuerda a los mártires del siglo XX y XXI