(ZENIT – Roma, 11 May. 2017).- Mi nombre es Refugiado, Editorial UOC, es el relato del solicitante de asilo Nour, quien leyó la Biblia, pero después de que Europa hiciera estallar en mil pedazos su sueño de llegar a Alemania, quiso volver a Siria y morir allí. Pero también del vendedor de automóviles Vladiša Čuljak, quien nunca pensó que la balcánica Vukovar, escenario de una guerra fratricida en la década de 1990, asistiría nuevamente al paso de miles de desamparados. Y de Samia Sleman Kamal.
Una adolescente yazidí, hoy refugiada en Alemania, que tenía un padre que la amaba, antes de que el Estado Islámico la secuestrara y convirtiera en una esclava sexual. “Dudo que algún día tendré justicia”, dijo la joven a las autoras de libro, las periodistas Leticia Álvarez e Irene L. Savio, a la que ZENIT ha entrevistado en Roma en ocasión de la publicación del libro en España y Latinoamérica.
A pesar de que el papa Francisco haya denunciado a menudo la tragedia de los refugiados, la comunidad internacional no se ha mostrado particularmente sensible ante este drama. ¿Cómo han recibido los lectores el libro? ¿Ha habido interés?
Esa ha sido una cuestión que nos hemos planteado desde el principio. Cómo romper incluso los corazones más duros y mostrarles las vidas de estas personas. Personas como usted y yo, cuya principal desventura fue nacer en el lugar equivocado y haber sido protagonista de la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Por suerte, hemos tenido algunos aliados. En Argentina, por ejemplo, el libro acaba de llegar físicamente gracias a una colaboración entre nuestra editorial y la distribuidora Waldhuter Libros que ha creído en el proyecto y, a partir de esta semana, lo está vendiendo en Buenos Aires (Avenida Santa Fe 1685 4-8126685). Necesitamos a más libreros como ellos, en toda Latinoamérica, para que nos ayuden a hacer llegar el libro a los lectores.
He leído que también en la prestigiosa universidad de al-Azhar, que Francisco visitó en abril, ha escrito sobre ‘Mi nombre es Refugiado’.
Sí, es verdad. Y creo que ha sido uno de los resultados más importantes que hemos obtenido. Más aún que, en concreto, la reseña corrió a cargo del profesor Tarek Salem, responsable del Observatorio de al- Azhar que se creó hace poco más de un año con el fin de luchar contra todos los extremismos. Lo subrayo: es fundamental que ellos, que están allí, se involucren en estos temas y que podamos colaborar y cada uno aportar su granito de arena. Además de ello, la historia de Samia, que se encuentra en el último capítulo del libro, obtuvo el primer premio a la mejor entrevista que otorga cada año La Buena Prensa. Eso significa que hay conciencia de los gravísimos crímenes de los que han sido víctimas estas personas que ahora escapan a Europa. Aunque muchos se tapen ojos y orejas y otros desvíen la atención pública con argumentaciones incorrectas.
¿Por qué una periodista que se ocupa de asuntos vaticanos, se ha interesado por el drama de los refugiados?
Si bien llevo desde 2008 acreditada como periodista ante la Santa Sede, lo cierto es que mi trabajo, tanto en prensa como en radio, también ha estado relacionado desde el comienzo con temas de migración, derechos humanos, política internacional y conflictos. Lo mismo Leticia Álvarez, cuyas grandes capacidades como periodista de televisión han permitido “primeros planos al estilo Frank Capa… (Historias) que molestan como un flash que no se puede evitar”, como ha escrito Rossend Domènech en el prólogo. En este sentido, uno de los mejores cumplidos que hemos recibido hasta la fecha ha sido el de un colega, que dijo de nosotras que no somos “paracaidistas del refugiadismo”.
¿Por qué escribir este libro ahora?
El libro es una recopilación de historias, que empiezan en las costas de Turquía y acaban en Alemania, que se centran en los años 2015 y 2016 y cuyos protagonistas son personajes diversos, tanto refugiados como traficantes, policías, médicos, ex refugiados de las guerras balcánicas. Y es cierto esta realidad ya llevaba ahí tiempo, pero nunca antes se habían visto pasar 8.000 o 10.000 personas por una misma frontera en el mismo día. Por eso, decidimos que queríamos dejar un testimonio de este gran éxodo. Sobre todo porque, a pesar de que los flujos por los Balcanes han disminuido después del controvertido acuerdo con Turquía, el fenómeno de los refugiados no acabará hasta que se lleven adelante políticas de pacificación y reconstrucción en todos los países de origen de los migrantes y refugiados, tanto de África como de Oriente Medio. Eso es lo que no se dice y no se hace.
¿La Iglesia puede hacer algo?
Ya lo está haciendo en muchos frentes, como comunidad de Sant’Egidio que ha reubicado a más refugiados de los que logrado la mitad de los países europeos. El problema es que todavía es muy poca la atención que las clases políticas europeas le dan a estos proyectos. Y al mismo tiempo, otros países siguen llevando adelante acciones bélicas que acabarán por producir más odio e incomprensión. Dicho esto, sé que el Papa seguirá hablando del tema y quién sabe, quizá un día tenga entre las manos el libro con las historias de Samia, Nour, Mohamed, Nevena, Vladiša. Me gustaría mucho.