(ZENIT – 28 junio 2018).- Esta mañana, a las 10 horas, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, venida a Roma, según la tradición, con motivo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
En el marco del tradicional intercambio de delegaciones por las respectivas fiestas de los santos patronos –29 de junio en Roma para la celebración de los Santos Pedro y Pablo y 30 de noviembre en Estambul para la celebración de San Andrés– el 27 de junio llegó a Roma la delegación del Patriarcado Ecuménico encabezada por el arzobispo de Telmissos, Job, Co-Presidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, acompañado por el obispo de Nacianzo, Theodoretos y el diácono Alexander Koutsis.
Así, ayer, miércoles 27 de junio, la delegación se encontró con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para las conversaciones habituales.
Esta mañana, la delegación fue recibida en audiencia por el Santo Padre Francisco y por la tarde participó en el Consistorio para la creación de los nuevos cardenales. Mañana, viernes 29 de junio, asistirá a la solemne celebración eucarística presidida por el Santo Padre.
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre Francisco ha dirigido a los miembros de la delegación en el curso de la audiencia.
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Discurso del Papa Francisco
Eminencia, queridos hermanos en Cristo:
En este día de víspera de la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, me llena de alegría encontrarme con vosotros que habéis venido a Roma para representar a Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé y al Santo Sínodo y para darle mi más cordial bienvenida. Su presencia durante las fiestas en honor al patrón de la iglesia principal de Roma es un signo de nuestra creciente comunión que une la Iglesia Católica y el Patriarcado Ecuménico.
Recordar a los apóstoles, sus enseñanzas y su testimonio significa recordar las raíces comunes sobre las que se edifican nuestras iglesias hermanas, pero también tomar conciencia de la misión común al servicio del Evangelio, para generar una nueva humanidad, encaminada hacia Dios.
En muchas sociedades que tradicionalmente se decían cristianas, junto con ejemplos luminosos de fidelidad al Señor Jesucristo, se asiste a una ofuscación gradual de la fe cristiana, que ya no afecta a las decisiones de los individuos ni en las decisiones públicas. El desprecio por la dignidad de la persona humana, la idolatría del dinero, la propagación de la violencia, el absolutismo de la ciencia y la tecnología, la explotación imprudente de los recursos naturales son solamente algunos de los graves signos de una trágica realidad, a que no podemos resignarnos. Comparto plenamente lo que el Patriarca Ecuménico, Su Santidad Bartolomé, afirmó en su discurso durante su reciente visita a Roma para participar en la Conferencia internacional sobre «Nuevas políticas y estilos de vida en la era digital»: «Rechazamos la cínica frase “No hay alternativa” […]. Es inaceptable que las formas alternativas de desarrollo y la fuerza de la solidaridad social y la justicia sean ignoradas y calumniadas. Nuestras iglesias pueden crear nuevas posibilidades de transformación para nuestro mundo. De hecho, la Iglesia misma es un evento de transformación, intercambio, amor y apertura. […] En nuestras iglesias experimentamos la bendita certeza de que el futuro no pertenece al “haber” sino al “ser», no a la «pleonexia», sino a la «compartición», no al individualismo y al egoísmo, sino a la comunión y a la solidaridad: no pertenece a la división sino al amor».
Para mí es un consuelo constatar que esta convergencia de puntos de vista con mi amado hermano Bartolomé se traduce en un trabajo común concreto. También durante estos últimos meses, el Patriarcado Ecuménico y la Iglesia Católica han colaborado en iniciativas concernientes a cuestiones muy importantes, como la lucha contra las formas modernas de esclavitud, la defensa de la creación, la búsqueda de la paz. En este sentido, estoy sinceramente agradecido a Su Santidad Bartolomé por haber aceptado inmediatamente mi invitación a encontrarnos el próximo 7 de julio en Bari, junto con los jefes de las Iglesias y Comunidades cristianas de Oriente Medio, para rezar y reflexionar sobre la trágica situación que aflige a tantos hermanos y hermanas de esa región.
Es mi esperanza que se multipliquen las oportunidades en las cuales, nosotros, católicos y ortodoxos, a todos los niveles, podamos trabajar juntos, rezar juntos, anunciar juntos el Evangelio de Jesucristo que hemos recibido de la predicación apostólica, para experimentar cada vez más en este camino común la unidad que, por la gracia de Dios, ya nos une.
Eminencia, queridos hermanos, gracias de nuevo por vuestra presencia. A través de la intercesión de los santos Pedro y Pablo y de san Andrés, hermano de San Pedro, el Señor Todopoderoso nos conceda ser heraldos fieles del Evangelio. Y, mientras invoco su bendición sobre todos nosotros, os pido, por favor, que recéis por mí.
Gracias.
© Librería Editorial Vaticano
Francisco con uno de los representantes del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla © Vatican Media
Encuentro del Papa con el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla
Discurso del Santo Padre