(ZENIT – 4 julio 2018).- En medio de las actividades propias de un país en crisis, como son la organización de ollas comunes, la distribución gratuita de medicamentos y hasta la creación de una plataforma digital para impartir educación pastoral a distancia, encontramos a monseñor José Trinidad Fernández, secretario general de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Son varios los niveles de alerta encendidos, que van desde la desnutrición infantil, el bajo nivel de los salarios y el éxodo de sus ciudadanos, entre ellos algunos sacerdotes que ya no pueden vivir de las reducidas colectas parroquiales… De estos y otros temas fue nuestro diálogo con el también obispo auxiliar de Caracas.
¿Aún hay esperanza para Venezuela, verdad?
Mientras tengamos a Cristo en nuestro corazón, hay esperanza para los pueblos de América Latina; y sobre todo para nuestro país que tanto lo necesita». La esperanza sigue siendo ese movimiento hacia Dios para resolver los conflictos y los problemas que como venezolanos tenemos.
¿Cómo responden los obispos a la crisis actual?
La auténtica solidaridad surge en momentos como este…
Solo siendo solidario un país puede progresar, creo que esa es la primera salida. Si tenemos fe y confianza en Dios, la solidaridad nos lleva a buscar respuestas ante estas urgencias que estamos viviendo; de las crisis se saca provecho, se sacan bienes, parafraseando a Santo Tomás de Aquino.
¿Qué lección se obtiene del momento actual?
Esperamos como personas de fe, aprender mucho de esto, a saber que cuando uno va por el camino equivocado eso no termina bien. Y creo que ahora más que nunca es urgente volver a Cristo, volver a nuestras raíces cristianas para encontrar la sabiduría necesaria para responder a los problemas y angustias de los hombres de nuestro tiempo. En este país tan golpeado por las situaciones de gobernabilidad que no ayudan en nada a nuestra gente, donde los salarios no alcanzan para cubrir las necesidades básicas del ciudadano.
La gente se queja de los sueldos…
Cómo es posible que con un salario mínimo solo se pueda comprar una lata de atún que cuesta 5.100.000 bolívares (cerca de U$2.00 ndr), y que no alcance para más nada. Nuestro salario es miserable y la Conferencia quiere acompañar, a través de Cáritas, con un sistema de monitoreo en la población infantil para saber en qué grado están nuestros niños de algunos sectores, niños que se desmayan en las escuelas y que no son enviados porque no tienen los alimentos nutritivos para poder responder a las exigencias académicas.
La desnutrición está en varios sectores…
Sí, y para ello las Cáritas parroquiales están respondiendo con las “Ollas solidarias”, que aunque no son la solución, sí son un alivio para la gente que necesita comer y alimentarse. Para poder vivir dignamente se necesitaría como sueldo mínimo U$300 y así cubrir la alimentación, vestido, salud, pagos de los servicios y entretenimiento familiar.
¿Le preocupa la reacción internacional, las sanciones? Prácticamente hay un aislamiento progresivo a Venezuela…
Sí, ese aislamiento nos va dejando a nosotros como al margen en la esfera mundial. Y esto es un peligro porque, castigando a uno, toda una población está siendo castigada, y esa es la que sufre y la que lo padece.
Hace poco ustedes se pronunciaron sobre el problema de los migrantes, ¿qué hacer con este éxodo?
El problema del emigrante aparece cuando los miembros de un país no tienen la garantía de vida, y buscan otra forma de subsistencia más allá de su propia frontera. Van buscando una mejor calidad de vida que les garantice vivir dignamente. Por ello creo que la tarea y la labor de la Iglesia es acompañar a estos migrantes, sobre todo con esa actitud de preocupación que tiene el papa Francisco, para que a través de las conferencias episcopales se atiendan a los venezolanos que están en esta situación afuera.
¿Cómo han sentido los obispos de Venezuela la solidaridad de otras conferencias episcopales?
Como un gesto de comunión que nos une como obispos, que nos lleva a sentir una Iglesia muy solidaria y cercana con quienes están desfavorecidos por esta crisis humanitaria. Las distintas conferencias episcopales y organizaciones del mundo están mirando con mucha atención lo que sucede en el país.
¿Cómo ve la situación de Nicaragua?
Como miembros de la Iglesia nos preocupan los hermanos nicaragüenses que están viviendo situaciones de tortura, en la que han sido vulnerados sus derechos humanos. Como decía san Juan Pablo II, donde falta la caridad, donde se vulneran los derechos humanos, allí está presente la Iglesia, que tiene siempre una voz que decir en favor de la vida.
Hace unos años se hablaba de una iglesia nacionalista venezolana que se había fundado con el nombre de católica… ¿Qué ha sido de esto?
Frente a eso, nosotros como obispos y la gente también de Iglesia, estamos bien claros de que la única Iglesia que existe es la de Jesucristo. Se ha hablado por todos lados acerca de cómo crear espacios paralelos a la Iglesia con otros movimientos esotéricos, movimientos religiosos que quieren contrastar la labor eclesial, pero la voz de Cristo nadie la acalla.
Hace poco fue la beatificación de la hermana Carmen Rendiles… ¿Cuál es el legado de esta religiosa para nuestros tiempos?
El legado que deja la madre Carmen es sobre todo el amor a la eucaristía, el amor a los sacerdotes. Ese amor a la eucaristía que debe ser el centro de la vida de todo cristiano, de todo religioso, de todo hombre, mujer, joven o niño en la Iglesia.
También se espera la beatificación del médico José Gregorio Hernández. ¿Cómo va ese proceso?
Aquí en Venezuela todos estamos interesados en que el doctor José Gregorio Hernández sea elevado a los altares. Como dijo el cardenal Angelo Amato, solo falta el milagro, porque el milagro es el sello de Dios que manifiesta la santidad de una persona. José Gregorio Hernández fue declarado venerable por san Juan Pablo II en su segunda visita a Venezuela en febrero del año 1996, y Dios quiera que sea pronto beatificado.
¿Cuál es el mensaje de Gregorio Hernández para hoy?
Justamente, a partir del 29 de junio se comienza a celebrar el centenario de la muerte del doctor José Gregorio Hernández. Él fue el médico de los pobres, el médico del servicio de la caridad. Si tenemos algo hermoso que se puede resaltar en su vida, es la forma de ayudar a sus pacientes, que si no tenían dinero para comprar sus medicinas él se las llevaba. Ojalá recuperemos la mística en la búsqueda del bien, de los enfermos, ver en ellos al mismo Cristo.
¿Qué mensaje final les daría a los lectores venezolanos que están en el extranjero?
Ha sido muy duro para los venezolanos que han salido del país, estar lejos de su tierra, de su familia. Creo que si hay algo importante dentro de esta realidad, de quienes se han ido del país, es que deben continuar con su vida de creyentes, cultivando la fe y sobre todo sembrando el bien por todas partes donde vayan, aún en medio de las circunstancias que les ha tocado vivir.