Isaías 60, 1-6: “La gloria del Señor alborea sobre ti”
Salmo 71. “Que te adoren, Señor, todos los pueblos”
Efesios 3, 2-3. 5-6: “También los paganos participan de la misma herencia que nosotros”
San Mateo 2, 1-12: “Hemos venido de oriente para adorar al rey de los judíos”
Sin ideales
“Estos muchachos no tienen ideales, ni entusiasmo, ni ilusiones. Están huecos por dentro y a duras penas van sobrellevando la vida” Son las palabras de Artemio, maestro de bachillerato que a diario navega y se confronta con sus alumnos por infundir en ellos un poco de valores y un mucho de ideales. “Muy pocos son los que están dispuestos a luchar en la vida por la verdad, por la justicia, por la honradez. Lo ven como algo anticuado. Se dejan llevar por el momento, la diversión y la desidia. ¡Qué trabajo que puedan estudiar! Mucho menos, alguna actividad extra ya sea en labor comunitaria o en superación personal. La mayoría están desprotegidos y los siento tan frágiles ante una avalancha de tentaciones, de ambiciones y de luchas de poder. Son como veleta que el viento voltea para donde está soplando. Están vacíos, huecos, sólo piensan en ellos mismos”
Epifanía: manifestación
La fiesta de Epifanía o de los santos Reyes tiene un profundo significado muy actual y necesario para nuestra vida eclesial. Es la manifestación de Cristo-luz para todas las naciones. Recordamos que el Mesías no ha venido a encerrarse mezquinamente en un pueblo, sino que abre su salvación y liberación a todos los pueblos. La estrella, más simbólica que real, nos hace evocar el ideal de Jesús que busca iluminar a todos los pueblos y naciones para reunirlos en una sola familia. Constantemente se ha afirmado que el mundo ahora ya no son naciones separadas, sino que es como una gran aldea donde todos participan de la misma suerte, de las mismas noticias y viven los mismos acontecimientos. Pero, si bien es cierto que los medios de comunicación y comercialización han reducido el mundo a una aldea, también es cierto que las fronteras se hacen cada vez más duras, las discriminaciones más absurdas y los individualismos más obstinados. La fiesta de la Epifanía nos lanza a abrir nuestros horizontes mucho más allá y creer posible un mundo donde todos vivamos como hermanos. Donde no haya un “tú” o “ustedes”, a quienes se miren como adversarios, sino un “nosotros” que nos una, compartiendo una misma suerte. Cristo viene a hacer posible esos nuevos lazos de hermandad entre todos los hombres.
Una estrella que une
La estrella de oriente hizo levantar a los magos de su comodidad y lanzarse a descubrir al nuevo Rey. Esa misma estrella causa pavor e irritación a Herodes que siente que sus intereses se ven amenazados. Hoy sucede lo mismo, resuena la Palabra y los deseos por la construcción de un mundo y reinado nuevo; pero se levantan también ofendidos quienes sienten amenazados sus poderosos imperios. La luz de Cristo también brilla para nosotros y nuestros tiempos. También hoy, por medio de quienes van al encuentro del Niño Jesús, Dios sigue encendiendo fuegos en la noche del mundo, para llamar a los hombres a que reconozcan en Él el «signo» de su presencia salvadora y liberadora, extendiendo el «nosotros» de los creyentes en Cristo a toda la humanidad. La presencia de esta estrella debería ser el final de todo particularismo e individualismo, pero eso hay que convertirlo en realidad, sabiendo que como Dios no hace acepción de personas, tampoco nosotros podemos hacerlas. Hemos de convertir en realidad aquello de que “todo hombre, todo ser humano, es mi hermano”. Que no existe razón alguna para despreciar a nadie, ni por su raza, ni por su lengua, ni por su religión, ni por su particular cultura, ni por su condición social, ni por ninguna razón. Si Cristo se hace carne humana, si participa de la suerte de todo hombre ¿por qué nosotros vamos a vivir la discriminación y las distinciones absurdas?
Un Dios para todos
La estrella de Belén nos ofrece una nueva luz y una nueva propuesta para nuestro mundo herido de gravedad por el individualismo, la injusticia y las divisiones. También hoy, se dirige a la familia humana profundamente marcada por una grave crisis económica y moral, y por las dolorosas heridas de guerras y conflictos, repite su llamado como los hizo con los magos: «Vayan a Belén». Si hacemos caso a esta estrella, encontraremos a Cristo, nuestra esperanza. Allí encontraremos razones para levantarnos de nuestras caídas y desencuentros, allí fortaleceremos nuestros ideales y nuestras luchas. Contemplar a Cristo, que no dudó en tomar carne para hacerse uno de nosotros, nos animará a descubrir los lazos que unen a toda la humanidad: todos somos hijos de Dios. Nuestro padre es un Dios para todos sin distinciones ni discriminaciones.
Ideales
Día de Epifanía es día para despertar los mejores ideales tanto individuales como colectivos. Es descubrir esa luz que vence a la oscuridad, es reconocer que el cielo está siempre abierto y que hay estrellas para guiar nuestros pasos, que hay ángeles humanos a nuestro lado, que podemos hacernos tiernos como niños, que el mundo puede ser nuevo y que Dios, Padre Bueno, se hace presente en nuestras oscuridades y desconciertos para mostrarnos el rumbo cierto. Día de Epifanía surgen muchas preguntas que deberemos responder con toda sinceridad ¿Cuáles son mis ideales por los cuáles vale la pena luchar? ¿Cómo estoy abriendo mi corazón a todos los hombres? ¿Cómo lograremos superar las divisiones y los individualismos en que nos ha encerrado este mundo neoliberal?
Señor, Dios nuestro, que por medio de una estrella diste a conocer en este día, a todos los pueblos, el nacimiento de tu Hijo, concede a los que ya te conocemos por la fe, descubrir en cada rostro de hombre, mujer o niño, el rostro de Jesús hecho hermano nuestro. Amén.