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Mons. Felipe Arizmendi: ‘La buena y la mala política’

«Lucha por mejorar la vida de tu comunidad»

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

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En Venezuela, se inicia una nueva etapa presidencial, cuestionada por muchos lados, dentro y fuera del país. Aunque se diga que México no interviene en asuntos de otras naciones, no podemos quedarnos indiferentes ante tantas violaciones de los derechos humanos. En Brasil, las mayorías eligieron a alguien que califican de extrema derecha, y que llevará al país por caminos muy diferentes a los períodos antecedentes. En Estados Unidos, hay confrontación entre los dos partidos tradicionales, por el empeño de su presidente de construir un muro a su gusto. En Inglaterra, hay incertidumbre por su salida de la Unión Europea. En Francia, no terminan las manifestaciones callejeras contra las medidas de su presidente. España sufre porque Cataluña quiere independizarse. Es complicado el ambiente político mundial.

En nuestra patria, hay desconfianza por las decisiones unipersonales del Presidente, llenas de buenos deseos, pero que repercuten gravemente en la sociedad, como la desorganización en el abasto de gasolinas, la cancelación del nuevo aeropuerto, sus planes para el norte y el sur, la votación aplastante de su partido en las cámaras, su empeño en cumplir promesas de campaña, sus consultas populares, etc. Y los ciudadanos que nos sentimos indefensos e incapaces de señalar otros rumbos a la política y a la economía, satisfechos con sólo criticar y lamentar, desquitándose en las redes sociales con caricaturas que no van más allá de un desahogo emocional.

Para nuestra Iglesia, ¿qué política es buena y cuál es negativa? Sin atarnos a compromisos partidistas y sin pretensiones de puestos que no ambicionamos, ofrecemos unos criterios para discernir una política de otra.

PENSAR

El Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, celebrada este pasado primero de enero, expresó:

“Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”.

“La función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”.

“Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud”.

“En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la ‘razón de Estado’, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio”.

ACTUAR

El mismo Papa nos propone: “Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan ‘artesanos de la paz’ que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana”.

En concreto, ¿qué podemos hacer tú y yo? Si tienes propuestas, hazlas llegar a tus representantes en las cámaras legislativas, busca la manera de que lleguen al mismo Presidente, lucha por mejorar la vida de tu comunidad, y oremos al Espíritu Santo por los gobernantes y la paz social.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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