(ZENIT – 22 enero 2019).- «Gracias queridos jóvenes», ha dicho el Arzobispo, «porque ustedes, en frente de todas las dificultades han sabido saltar los escollos y se han querido reunir en este pequeño pueblo, en esta pequeña Iglesia, que podemos decir desde hoy se convierte en la capital de la Juventud».
Así ha comenzado su homilía el Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, en la Eucaristía de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), celebrada el martes, 24 de enero de 2019, a las 17 horas, con la participación de 75.000 personas, entre jóvenes, sacerdotes y obispos a la celebración de inauguración de la JMJ.
«Gracias Papa Francisco, por confiar y darnos la oportunidad de hacer una Jornada para la juventud de las periferias existenciales y geográficas», ha señalado Mons. Ulloa.
«Anhelamos que sea un bálsamo para la difícil situación con la que conviven sin esperanzas muchos de ellos, especialmente la juventud indígena y afrodescendiente, la juventud que migra por la casi nula respuesta de sus países de origen, que los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndolos al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males sociales».
Santos en el mundo de hoy
«No tengamos miedo, queridos jóvenes», les ha exhortado Mons. Ulloa, «tengan el coraje de ser santos en el mundo de hoy, con esto no renuncian a su juventud o su alegría; todo lo contrario, mostrarán al mundo que es posible ser felices con tan poco, porque Jesucristo, la razón de nuestra felicidad, ya nos ganó la vida eterna, con su Resurrección».
Sigue la homilía completa del Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, en la Misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud 2019.
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Homilía del Arzobispo José Domingo Ulloa
Permítanme en primer lugar saludar a los que son los verdaderos protagonistas de este encuentro, como son ustedes, queridos peregrinos que han venido de más de 140 países para encontrarse juntos y juntos soñar que un mundo y una Iglesia nueva es posible.
Gracias queridos jóvenes, porque ustedes, en frente de todas las dificultades han sabido saltar los escollos y se han querido reunir en este pequeño pueblo, en esta pequeña Iglesia, que podemos decir desde hoy se convierte en la capital de la Juventud y hablar de jóvenes es hablar de esperanza, porque solo el cambio en el mundo, solo el cambio en la Iglesia vendrá de la mano de ustedes, queridos jóvenes.
Queridos jóvenes:
Nuestro gozo es inmenso ante la presencia de todos ustedes. Panamá hoy los recibe con el corazón y los brazos abiertos. Gracias por aceptar el llamado de encontrarnos en este pequeño país, en el que la fe llegó de la mano de María, bajo la advocación de Santa María la Antigua. Un país que ha hecho su mejor esfuerzo para que cada uno de ustedes tengan un encuentro con Jesús: Camino, Verdad y Vida.
Somos la primera diócesis en tierra firme, y desde aquí, un 9 de septiembre de 1530, se irradió el evangelio al resto del continente americano, siempre bajo el amparo de María, la Madre. Ella siempre nos ha acompañado, por eso no es extraño que ese encuentro con Jesucristo en esta Jornada Mundial de la Juventud, sea María quien nos ha animado y nos seguirá animando para la celebración de este evento histórico que viviremos todos unidos: los jóvenes cronológicos y los que contamos con más de 60 pero nos sentimos jóvenes, porque solo dejamos de ser jóvenes si dejamos de soñar.
Damos gracias a Dios, por ser la sede de la primera Jornada Mundial de la juventud donde María -“la estrella de la evangelización”- ha sido propuesta a ustedes como modelo de valentía y coraje. Ella, la joven estuvo disponible para cumplir con el proyecto de Dios, para el que le había elegido y cuya respuesta es el lema de este JMJ: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra”.
Hoy podemos decir todos nosotros: Gracias Papa Francisco, por confiar y darnos la oportunidad de hacer una Jornada para la juventud de las periferias existenciales y geográficas. Anhelamos que sea un bálsamo para la difícil situación con la que conviven sin esperanzas muchos de ellos, especialmente la juventud indígena y afrodescendiente, la juventud que migra por la casi nula respuesta de sus países de origen, que los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndolos al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males sociales.
Para la Iglesia, como para otras comunidades de fe en nuestro país, pero particularmente para en comunión del Secretariado del Episcopado de América Central, que comprenden todos los obispos de la región, ustedes son muy importantes. Por ustedes toda una maquinaria humana se organizó para hacer posible que puedan tener las condiciones mínimas necesarias para que vivan su peregrinación en este pequeño país.
Ustedes queridos peregrinos de distintos países de nuestro planeta tierra, encontrarán en Panamá un pedacito del mundo entero. Nuestra historia de servicio, de ser punto de encuentro, de unidad en la diversidad, sin distinción de credo, raza, edad, sexo, nos convierte en una nación bendecida.
Gracias a vuestra presencia este país desde este momento junto a ustedes es desde ahora la capital de la juventud del mundo, en el que con el cálido calor humano, y también del clima para esta época, crean las condiciones propicias para que puedan convivir entre sus pares compartiendo sueños, esperanzas, proyectos, que por la fuerza del Espíritu Santo, los comprometan a hacer la revolución del amor, que no será fácil, pero tampoco imposible si la confianza, como María, la colocamos en Dios.
¿Qué país están encontrando ustedes, peregrinos?
Una muestra de lo que vivirán los peregrinos en esta semana la han tenido quienes han tenido la experiencia de días en las diócesis, tanto en Panamá como en Costa Rica.
Nuestro pueblo está preparado para recibirlos, para compartir sus tradiciones, la riqueza multiétnica y pluricultural, pero muy especialmente para compartir la alegría de la fe en un Dios, que está actuando entre nosotros, en nuestra historia personal y comunitaria. En las parroquias y en los hogares de acogida se ha tenido la preparación necesaria para dar lo mejor de lo nuestro, el cariño, la cercanía, la fraternidad, el adoptarlos como verdadera familia, la familia de Dios.
Disponibilidad a la escucha de Dios
En estos días de la JMJ tendrán la oportunidad de estar en las catequesis con obispos de distintos países; contarán con una formación interesante; el Parque del Perdón, con están los lugares para la confesión; reconciliarse con Dios; el Festival de la Juventud en el que la variedad del talento de los distintos países ofrecen unas posibilidades para alimentar el espíritu. Y el encuentro tan especial con Jesús Eucaristía, alimento espiritual para enfrentar los desafíos de la vida.
Este encuentro de ustedes jóvenes con Jesucristo debe llevarlos a la confrontación consigo mismos y con el adoctrinamiento del sistema de anti valores que impera sustentado en la búsqueda de una falsa felicidad, que es tan fugaz que los lleva a experimentar desesperadamente con tantas cosas que dañan la mente y el espíritu y que al final no lograr llenar el vacío existencial.
Jóvenes: El llamado sigue vigente, perenne, intenso, pleno de una ternura que solo sabe comunicar Cristo. Quizá como Iglesia no hemos podido transmitirle esto con la claridad suficiente, porque a veces los adultos pensamos que los jóvenes no quieren escuchar, que son sordos y están vacíos. Sin embargo la realidad es otra. Les hace falta orientación, acompañamiento, y pero sobre todo que los puedan escuchar.
Sabemos que ustedes no se dejan impresionar fácilmente. No funcionan las frases hechas, los discursos teatrales o los slogans diseñados para afiebrar sus emociones. Sabemos que al igual que en los tiempos de Jesús, los jóvenes buscan testigos, referentes llenos de contenido y experiencia; con camino recorrido a pie, con kilometraje, y no un Dios aprendido e intelectualizado; ustedes buscan de quien les muestre con su vida a Dios, y no quien les hable de Él.
Jóvenes verdaderos protagonistas de la JMJ
En la Iglesia estamos en espera de esta primavera juvenil. Confiamos en ustedes, esperamos mucho de ustedes, porque estamos plenamente convencidos, que los verdaderos protagonistas para los cambios y las transformaciones que requiere la humanidad y la Iglesia están en sus manos, en sus capacidades, en su visión de un mundo mejor.
Para asumir este gran desafío deben prepararse en conciencia conociendo su historia personal, familiar, social y cultural, pero sobre todo su historia de fe. Solo así, de la mano de sus abuelos y sus mayores, podrán transformar con la alegría del evangelio aquellas situaciones de injusticia y de inequidad, que hieren a la sociedad.
La Virgen María, la jovencita de Nazaret, es un modelo confiable a seguir por su disponibilidad y servicio al plan de Dios. Es aquella joven que se atrevió a dar el SI al proyecto de Dios, no temió, a pesar de lo que implicaba eso en medio los riesgos que esto significaba en esos momentos. Pero aún así, dijo sí, porque Ella conocía la promesa de Dios hecha a su pueblo, que habría de enviar al Salvador. Su vida de fe le dio la fuerza y la confianza en Dios la sostuvo para asumir ser madre del Dios hecho hombre.
En los ojos de María, cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento; en su corazón puede experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de la misión.
Por ello, esta JMJ se le ha confiado a María. Confiar en María no es solo pedirle que nos ayude o pedirle su intercesión en todo; es también actuar como Ella. Imitemos su disponibilidad a servir, como lo hizo con su prima Isabel. ¿Estemos dispuestos a que una espada nos atraviese el corazón como le pasó a María, al vivir la pasión de su Hijo y esperar pacientemente su gozosa Resurrección?
En la Iglesia, durante la preparación de la JMJ hemos visto y descubierto jóvenes capaces de darse en la entrega por los demás. Han ido emergiendo los talentos y los liderazgos juveniles que han sostenido la organización de esta Jornada, han dado a tiempo y destiempo. Esta es una valiosa muestra que si pueden asumir proyectos impensables.
Visibles juventud indígenas y afrodescendientes
Una maravillosa experiencia también se ha tenido con los jóvenes indígenas y afrodescendientes. Han tenido sus encuentros previos a la JMJ, para abordar sus realidades específicas. Esto marca un hito en las Jornadas, porque por primera vez tienen un espacio específico.
La Jornada Mundial de la Juventud en esta región no podía ser sin visibilizar su situación, porque representan un significativo número de la población del continente, que viven en situación de exclusión y discriminación, que los ubican en la marginalidad y la pobreza.
En el Foro JMJ afrodescendientes, líderes juveniles de diversas religiones e ideologías han mostrado su capacidad generar juntos respuestas a su situación de discriminación y exclusión demandando políticas públicas en el marco de la justicia, la educación, el trabajo, y la reivindicación de la mujer desde su cultura y etnicidad, no solo en los espacios sociales sino también religiosos. La importancia de recuperar la memoria histórica con los abuelos y adultos mayores, ha sido también de vital importancia para la juventud afrodescendiente.
Los jóvenes indígenas realizaron su Encuentro Mundial, donde también enfocaron en la memoria viva de sus pueblos, en la lucha por mantener armonía con la Madre Tierra desde la riqueza de sus culturas a la luz de Laudato Si’ y, la importancia de su participación activa en la construcción de otro mundo posible. Para la juventud indígena ha sido alentador el
mensaje del Papa Francisco.
Una herramienta de formación: DOCAT
En el acompañamiento de la formación de nuestra juventud, estamos proponiéndoles el aprendizaje de la Doctrina Social de la Iglesia, a través de una herramienta tecnológica, que fortalecerá el liderazgo juvenil.
Este es un sueño del Papa Francisco que también queremos sea asumido por ustedes jóvenes peregrinos, especialmente de la región centroamericana, porque una manera de enfrentar las adversidades desde la fe, es conociendo el pensamiento social de la Iglesia, para hacer realidad la revolución del amor y de la justicia.
El regalo del Papa a los jóvenes Centroamericanos es el DOCAT Libro y DOCAT App que será entregado durante la JMJ y es una oportunidad para que puedan asumir responsablemente su protagonismo.
Santos para transformar la realidad
En su exhortación apostólica sobre “El llamado a la santidad en el mundo actual”, el Papa Francisco destaca que la santidad tiene sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros, el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4)”.
Y ser santo no es tener rostros de figuras de las estampitas que compramos por ahí. No, queridos hermanos y queridos jóvenes. Todos podemos ser santos: Aun cuando podamos pensar que nuestra existencia no tiene un gran valor por todos los pecados cometidos. Todos podemos vivir y llegar a la santidad.
El Santo Padre nos dice que para ser santo hay que ir contracorriente; hay que saber llorar, es salir de la lógica “del pare de sufrir”, que nos hace gastar “muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento». El ser santo nos hace salir de la corrupción espiritual y material, de todo aquello que nos causa mal y ofende a Dios.
Un santo defiende a los indefensos: al no nacido, pero también al nacido en miseria; defiende a los migrantes, busca la justicia; ora, vive y ama a la comunidad; es alegre y tiene sentido del humor; lucha siempre, sale de la mediocridad, vive la misericordia de Dios y la comparte con el prójimo.
Ser santo no es un mito, es una realidad palpable. El testimonio de vida de santos y santas de la JMJ son una prueba de ello: San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, San Juan Diego, San José Sánchez del Río, San Juan Bosco, Beata Sor María Romero Meneses, San Óscar Romero, Juan Pablo II. Todos ellos nos muestran que es posible la vida de santidad, en todas las culturas y etnias, sin diferencia de sexo, ni de edad. La entrega generosa de sus vidas por Dios y el prójimo les hizo llegar a la santidad.
No tengamos miedo queridos jóvenes, tengan el coraje de ser santos en el mundo de hoy, con esto no renuncian a su juventud o su alegría; todo lo contrario, mostrarán al mundo que es posible ser felices con tan poco, porque Jesucristo, la razón de nuestra felicidad, ya nos ganó la vida eterna, con su Resurrección.
Queridos jóvenes que se han preparado para la Jornada Mundial de la Juventud, los invito para que estén dispuestos a vivir desde este momento con la humildad y disponibilidad de creyentes esta histórica experiencia en este istmo panameño, donde hace más de 500 años llegó la fe. Esperamos que hoy podamos decir al concluir la JMJ que hemos enviado al mundo esos nuevos discípulos de Jesucristo para irradiar en toda la tierra la alegría del evangelio. El evangelio de la misericordia y el amor de Dios. Durante estos días la ciudad Panamá será una gran “Casa de oración y de promoción cristiana”. La palabra de Dios resonará en todos los momentos y por todas las esquinas de Panamá.
Todo está preparado para vivir la fiesta del amor de Dios en medio de nosotros. Pero no olviden que quien nos va a llevar de su mano será María, y el papa Francisco como vicario de Jesucristo, nos afianzará y confirmará en la fe.