Jóvenes en la cinta costera de Ciudad de Panamá © JMJ Panamá 2019

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‘Cristo vive’: La pastoral juvenil debe «ser flexible», sólo puede ser «sinodal»

Capítulo séptimo: «La pastoral juvenil»

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(ZENIT – 9 abril 2019).- La pastoral juvenil debe «ser flexible», sólo puede ser «sinodal», es decir, «capaz de configurar un camino común», e implica dos grandes líneas de acción: investigación y crecimiento. Esta es la reflexión que deja el Papa en el capítulo séptimo de la Exhortación Apostólica Christus Vivit (Cristo Vive), escrita en forma de carta a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios.

El documento post-sinodal se hizo presentó en la Santa Sede el pasado 2 de abril, está inspirado en la “riqueza de las reflexiones y diálogos” del Sínodo de los Obispos sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, celebrado en el Vaticano del 3 al 24 de octubre de 2018.

Francisco firma en Loreto la Exhortación Apostólica postsinodal dedicada a los jóvenes © Vatican Media

Francisco firma en Loreto la Exhortación Apostólica postsinodal dedicada a los jóvenes © Vatican Media

En esta línea, Francisco señala que es necesario “invitar a los jóvenes a acontecimientos que de vez en cuando les ofrezcan un lugar donde no sólo reciban formación, sino que también les permitan compartir sus vidas, celebrar, cantar, escuchar testimonios concretos y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo” (204).

Los mismos jóvenes “son actores de la pastoral juvenil, acompañados y guiados, pero libres para encontrar nuevos caminos con creatividad y audacia”. Necesitamos “hacer uso de la astucia, el ingenio y el conocimiento que los propios jóvenes tienen de la sensibilidad, el lenguaje y los problemas de otros jóvenes”. (203).

Líneas de acción

La pastoral juvenil sólo puede ser sinodal, es decir, capaz de configurar un “camino común”, e implica dos grandes líneas de acción: la primera es la investigación y la segunda el crecimiento.

Para la primera, Francisco confía en la capacidad de los propios jóvenes para “encontrar formas atractivas de invitar”: “Sólo tenemos que estimular a los jóvenes y darles libertad de acción”. Más importante aún es que “cada joven encuentre el valor de sembrar el primer anuncio en esa tierra fértil que es el corazón de otro joven” (210).

Se debe dar prioridad al “lenguaje de la cercanía, el lenguaje del amor desinteresado, relacional, existencial, que toca el corazón”, acercándose a los jóvenes “con la gramática del amor, no con el proselitismo” (211).

En cuanto al crecimiento, Francisco advierte contra proponer a los jóvenes afectados por una intensa experiencia de Dios “encuentros de “formación” en los que sólo se abordan cuestiones doctrinales y morales….”. El resultado es que muchos jóvenes se aburren, pierden el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo”. (212).

Si todo proyecto de formación “debe incluir ciertamente una formación doctrinal y moral”, es igualmente importante “que se centre” en el kerigma, es decir, “la experiencia fundadora del encuentro con Dios a través de Cristo muerto y resucitado” y en el crecimiento “en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio” (213).

Por eso, “la pastoral juvenil debe incluir siempre momentos que ayuden a renovar y profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo” (214). Y debe ayudar a los jóvenes “a vivir como hermanos, a ayudarse unos a otros, a hacer comunidades, a servir a los demás, a estar cerca de los pobres” (215).

Las instituciones de la Iglesia deben, por tanto, convertirse en “ambientes adecuados”, desarrollando “la capacidad de acogida”: “En nuestras instituciones debemos ofrecer a los jóvenes lugares apropiados, que puedan manejar a su antojo y donde puedan entrar y salir libremente, lugares que los acojan y a los que puedan acudir espontánea y confiadamente para encontrarse con otros jóvenes tanto en momentos de sufrimiento o de aburrimiento, como cuando deseen celebrar sus alegrías” (218).

Francisco describe entonces “la pastoral de las instituciones educativas”, afirmando: “La escuela es sin duda una plataforma para acercarse a los niños y a los jóvenes”, pero la escuela tiene “una urgente necesidad de autocrítica”.

En este sentido, recuerda que “hay algunas escuelas católicas que parecen estar organizadas sólo para preservación. La escuela transformada en un “búnker” que protege de los errores “fuera” es la expresión caricaturesca de esta tendencia”.

Cuando los jóvenes salen, sienten “una discrepancia insuperable entre lo que han enseñado y el mundo en el que se encuentran viviendo”. Mientras que “una de las mayores alegrías de un educador consiste en ver a un alumno que se constituye como una persona fuerte, integrada, protagonista y capaz de dar” (221). La formación espiritual no puede separarse de la formación cultural: “Ésta es vuestra gran tarea: responder a los coros paralizantes del consumismo cultural con opciones dinámicas y fuertes, con la investigación, el conocimiento y el compartir” (223).

Entre las “áreas de desarrollo pastoral”, el Papa indica las “expresiones artísticas” (226), la “práctica del deporte” (227) y el compromiso con la protección de la creación (228).

Pastoral juvenil popular

Necesitamos “una pastoral juvenil popular”, “más amplia y flexible, que estimule, en los distintos lugares en los que se mueven concretamente los jóvenes, a aquellos guías naturales y a aquellos carismas que el Espíritu Santo ya ha sembrado entre ellos.

En primer lugar, se trata de no poner tantos obstáculos, normas, controles y marcos obligatorios en el camino de los jóvenes creyentes que son líderes naturales en los barrios y en los diferentes entornos. Debemos limitarnos a acompañarlos y estimularlos” (230).

Al exigir “una pastoral juvenil aséptica, pura, caracterizada por ideas abstractas, alejada del mundo y preservada de toda mancha, reducimos el Evangelio a una propuesta insípida, incomprensible, distante, separada de las culturas juveniles y apta sólo para una élite juvenil cristiana que se siente diferente, pero que en realidad flota aislada, sin vida ni fecundidad” (232).

Iglesia con las puertas abiertas

Francisco nos invita a ser “una Iglesia con las puertas abiertas”, y “ni siquiera es necesario aceptar completamente todas las enseñanzas de la Iglesia para participar en algunos de nuestros espacios dedicados a los jóvenes”. (234)

También debe haber lugar para todos aquellos que tienen otras visiones de la vida, profesan otras creencias o se declaran extraños al horizonte religioso” (235). El icono de este enfoque nos lo ofrece el episodio evangélico de los discípulos de Emaús: Jesús los interroga, los escucha pacientemente, los ayuda a reconocer lo que viven, a interpretar a la luz de la Escritura lo que han vivido, acepta quedarse con ellos, entra en su noche. Son ellos mismos los que deciden reanudar sin demora el viaje en la dirección opuesta (237).

Siempre misioneros

“Siempre misioneros”, insiste el Santo Padre. «Para que los jóvenes se conviertan en misioneros no es necesario hacer ‘un largo camino’: Un joven que peregrina para pedir ayuda a la Virgen e invita a un amigo o a un compañero a acompañarlo, con este sencillo gesto está llevando a cabo una preciosa acción misionera«, escribe Francisco en el punto 239.

La pastoral juvenil “debe ser siempre una pastoral misionera” (240). Y los jóvenes necesitan ser respetados en su libertad, “pero también necesitan ser acompañados” por adultos, empezando por la familia (242) y luego por la comunidad. “Esto implica que los jóvenes sean mirados con comprensión, estima y afecto, y no que sean continuamente juzgados o que se les exija una perfección que no corresponde a su edad” (243).

Faltan personas experimentadas, dedicadas al acompañamiento (244) y “algunas jóvenes perciben una falta de referentes femeninos en la Iglesia” (245).

Tutor de pastoral juvenil

Lo que esperan de un tutor de pastoral juvenil es que “sea un auténtico cristiano comprometido con la Iglesia y con el mundo; que busque constantemente la santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa escuchar activamente las necesidades de los jóvenes y pueda responderles con gentileza; que sea muy bondadoso, y consciente de sí mismo; que reconozca sus límites y que conozca la alegría y el sufrimiento que todo camino espiritual conlleva. Una característica especialmente importante en un mentor, es el reconocimiento de su propia humanidad. Que son seres humanos que cometen errores: personas imperfectas, que se reconocen pecadores perdonados”. (246). Deben saber cómo “caminar juntos” con los jóvenes respetando su libertad.

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Rosa Die Alcolea

Profesional con 7 años de experiencia laboral en informar sobre la vida de la Iglesia y en comunicación institucional de la Iglesia en España, además de trabajar como crítica de cine y crítica musical como colaboradora en distintos medios de comunicación. Nació en Córdoba, el 22 de octubre de 1986. Doble licenciatura en Periodismo y Comunicación Audiovisual en Universidad CEU San Pablo, Madrid (2005-2011). Ha trabajado como periodista en el Arzobispado de Granada de 2010 a 2017, en diferentes ámbitos: redacción de noticias, atención a medios de comunicación, edición de fotografía y vídeo, producción y locución de 2 programas de radio semanales en COPE Granada, maquetación y edición de la revista digital ‘Fiesta’. Anteriormente, ha trabajado en COPE Córdoba y ABC Córdoba.

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