(ZENIT – 17 mayo 2019).- Mañana, sábado 18 de mayo de 2019, la Iglesia contará con una nueva beata, la doctora química e investigadora española Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975), que será beatificada en una ceremonia que presidirá el cardenal Becciu, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, y que se celebrará en el recinto de Vistalegre a partir de las 11 horas.
Once mil personas de más de 60 países participarán en los actos el sábado 18, estima la Prelatura del Opus Dei.Una beatificación, que en consonancia con el moderno perfil de esta mujer, será digital y deslocalizada que se retransmitirá por streaming. Cuenta con una app, varios libros electrónicos, un multimedia y un recorrido de geocaching.
Al día siguiente se celebra la Misa de Acción de Gracias en el mismo lugar, a las 12 del mediodía, presidida por monseñor Fernando Ocáriz, prelado del opus Dei.
Asimismo, durante los días de la beatificación se puede ir a rezar ante los restos de Guadalupe en el Oratorio de Caballero de Gracia (Gran Vía 17/Caballero de Gracia 5, Madrid), y visitar una exposición sobre Guadalupe, con objetos personales, puede visitarse en el Colegio Tajamar (Pío Felipe, 12, Madrid) del 14 al 30 de mayo.
¿Qué significa ser numeraria?
Guadalupe es la tercera persona del Opus Dei que llega a los altares. El fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, fue canonizado en 2002. Su sucesor al frente del Opus Dei, Álvaro del Portillo, fue beatificado en 2014.
Guadalupe es, al mismo tiempo, la primera mujer y el primer fiel laico del Opus Dei que es beatificado (san Josemaría era sacerdote y el beato Álvaro era obispo). Guadalupe era numeraria. Los numerarios son fieles del Opus Dei —hombres y mujeres— que viven el celibato, como un don de Dios y por motivos apostólicos. Esto les permite una mayor dedicación a tareas formativas, sin modificar en nada su condición laical, su situación profesional, su posición en la Iglesia y en la sociedad.
Además, la española fue una de las colaboradoras más cercanas del fundador san Josemaría. “La alegría contagiosa, la fortaleza para afrontar las adversidades, el optimismo cristiano y su entrega a los demás”, son algunas de las notas que la caracterizan, según el decreto de la Congregación de las Causas de los Santos.
Modelo para la mujer del S. XXI
Guadalupe estudia Ciencias Químicas cuando un ocho por ciento de las mujeres va a la Universidad en el Madrid de 1933 –describe Cristina Abad, biógrafa de la nueva beata– ejerce una profesión a la altura de sus estudios, lo que es algo muy poco usual entonces; viaja sola por España para dar a conocer el Opus Dei, salta el Charco a México en 1950, pone en marcha iniciativas promotoras de mujeres con más posibilidades, recursos e inquietudes -como dos de las primeras residencias universitarias femeninas de España y México-, y de la mujer rural indígena, en este último país, con centros de capacitación profesional; pone sus conocimientos al servicio de la dignificación y profesionalización del trabajo del hogar, etc.
Por todo ello, Cristina Abad, autora del relato biográfico de Guadalupe Ortiz “La libertad de amar” (Palabra), piensa que “es un ejemplo para la mujer del siglo XXI de determinación a la hora de perseguir los sueños y hacer rendir los talentos que Dios nos da aportando el genio femenino a todos los sectores, de superación de techos sociales, laborales y personales, de espíritu emprendedor y de conciliación entre el deber y el querer haciendo de la propia vida una aventura apasionante”.
Duras pruebas en su vida
La madrileña, del barrio de Malasaña, supo vivir la fe con fortaleza, sencillez y alegría en lugares y situaciones muy dispares. Tuvo un corazón físicamente débil pero grande y fuerte para desarmar odios, recelos y tensiones. Contagió el optimismo que nacía de su confianza en Dios.
La laica del Opus Dei se enfrenta a la sentencia de muerte de su padre durante la Guerra Civil, pone en marcha proyectos insospechados: dos residencias universitarias, en Madrid y México; vive cambios sucesivos de país, de actividad, con multitud de contratiempos; sufre una enfermedad cardiaca grave durante casi 20 años…
“Lo que se observa, sin embargo, es una confianza muy grande en Dios, en su vocación y en lo que le propone San Josemaría –relata la periodista Cristina Abad– Vive con el deseo permanente de amar a Dios y a los demás”.
Y eso, unido a una fortaleza y valentía grandes, le lleva a vivir sin miedo, con libertad para volar alto y lejos. Una frase muy suya es: ‘Y yo tan contenta’. Está igual de feliz en Madrid, que en México o Roma. Dispuesta a trabajar con salud o sin ella, y ya en sus últimos momentos, a ayudar aquí en la tierra o ser más eficaz en el Cielo”.
Curación inexplicable
El milagroatribuido a la intercesión de Guadalupe Ortiz de Landázuri, aprobado el 8 de junio de 2018 por el Papa Francisco, se trata de la curación de un carcinoma basocelular, en la noche entre el 28 y el 29 de noviembre de 2002.
Antonio Jesús Sedano Madrid, de 76 años de edad, viudo desde 1991, sufría este cáncer, localizado en el ojo derecho. Él invocó a Guadalupe con fe e intensidad antes de acostarse y, al levantarse al día siguiente, descubrió que estaba curado: la lesión había desaparecido completamente y sin dejar ninguna señal. Los peritos médicos de la Congregación juzgaron que este hecho no tiene explicación científica. Los consultores teólogos y, más tarde, los cardenales y obispos, valoraron que puede atribuirse a la intercesión ante Dios de Guadalupe.
Cuando el cirujano plástico revisó al paciente, comprobó la absoluta desaparición del cáncer, por causas desconocidas. Su impresión inicial fue de susto. La primera pregunta que le hizo fue: “¿Dónde le han operado?”. A continuación, Antonio le contó los detalles de su curación y la intercesión de Guadalupe Ortiz de Landázuri. La curación, acaecida de la noche a la mañana, era inexplicable. En la historia clínica de esa fecha quedó escrito: “Ha desaparecido la lesión tras rezarle a la sierva de Dios Guadalupe Ortiz de Landázuri”. En sucesivas revisiones la curación fue confirmada.
El postulador de la causa, don Antonio Rodríguez de Rivera,asegura Guadalupe “encarna el ‘espíritu de las bienaventuranzas’ del que habla el Papa Francisco en Gaudete et Exultate porque “su vida muy normal y al mismo tiempo llena de Dios, es una invitación espléndida a abrirse a los demás”. Y añade que “su ejemplo anima a sacudirse la comodidad para entregarse al servicio de los demás.
«Olvido de sí»
Lo que más ha impresionado a este experto en la vida de Guadalupe Ortiz ha sido el “olvido de sí” de la laica. “Pensaba constantemente en el Señor y en los demás”. Un ejemplo es lo que sucedió en México, en 1952. Fue durante un curso de retiro espiritual para estudiantes universitarias, en una casa recién construida y casi sin amueblar. El penúltimo día dio una charla sobre las virtudes cristianas. Ella y las demás estaban sentadas en el suelo. Notó un gran dolor por el picotazo de un insecto venenoso, pero no quiso interrumpir la charla hasta el final, para que no se preocuparan, y ninguna se dio cuenta de lo que había pasado. Se enfermó con fiebre muy alta y tuvo que estar en cama unos quince días.
“En ningún momento se quejó. Es más, desde la cama siguió sacando adelante sus deberes hasta que otra mujer del Opus Dei la sustituyó. Quienes la atendían fueron testigos, no solo de que no se quejaba ni hablaba de su enfermedad, sino de que se interesaba por quienes iban a verla e impulsaba el trabajo apostólico”, recuerda el sacerdote de la Prelatura.