© Cathopic Luis Ángel Espinosa

Padre Antonio Rivero: «Seguir a Cristo nunca es fácil»

XII Domingo del Tiempo Ordinario

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DUODÉCIMO DOMINGO TIEMPO COMÚN

Ciclo C

Textos: Zac 12, 10-11; Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Seguir a Cristo nunca es fácil.

Síntesis del mensaje: Seguir a Cristo requiere tomar en serio las condiciones que hoy Cristo nos pone: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”. No buscarnos a nosotros mismos, que es egoísmo, sino la voluntad de Dios, que eso es amor. Tomar cada uno su propia cruz de cada día, participación de alguna astilla de la cruz de Cristo: cruz física, cruz psicológica, cruz moral, cruz afectiva, cruz espiritual. Seguir a Cristo, pues Él dejó bien nítidas las huellas en el evangelio, en el Sagrario y en el pobre necesitado.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, no fue fácil seguir a Cristo durante su vida terrena. Preguntemos a ese joven rico del evangelio que le dio las espaldas a Cristo (cf. Mc 10, 17-30). Preguntemos a esos escribas y fariseos, que, aunque le escuchaban, no se abrieron a la fe en Él y prefirieron seguir atados a sus pergaminos, tradiciones y, sobre todo, a su soberbia. Preguntemos a cuantos Cristo les dio de comer y les llenó el estómago del pan material, pero cuando les vaticinó el otro Pan, el Pan de su Cuerpo, el Pan de vida (cf. Jn 6), se retiraron muchos y le abandonaron. Preguntemos a Pedro que cuando Cristo hizo su anuncio de la pasión y muerte, quiso disuadirle para que cambiase de idea; y Cristo sólo le dijo bien firme: “Aléjate de mí, Satanás, piensas como los hombres y no como Dios”. Preguntemos a los mismos apóstoles, escogidos por Cristo, que tardaron tanto en entender el mensaje de Jesús, y le fallaron justamente en el momento de la Pasión, dejándole sólo, a excepción de Juan. Preguntemos a cuantos le escucharon aquellas palabras: “Quien quiera seguirme, renuncie a sí mismo, tome la cruz y sígame” (Mt 16, 24); se hicieron oídos sordos y siguieron por otro camino, en busca tal vez de un profeta que les prometa la felicidad sin cruz y sin renuncia. ¿Con cuántos amigos terminó Cristo su vida terrena? Los podemos contar con las dos manos. Sí, seguir a Cristo es difícil, porque es cuesta arriba, el camino espinoso en muchas ocasiones, pocos momentos de oasis y mucho sudor y lágrimas. Pero la presencia de Cristo consuela, anima, fortalece y fortifica nuestra alma y nuestro cuerpo. Y esa presencia hoy la encontramos especialmente en la oración, en los sacramentos y en la caridad con el pobre, donde Él se hace también carne necesitada de un sorbo de agua, de un pedazo de vestido, de un techo que le cobije, de una palabra de consuelo.

En segundo lugar, no fue fácil seguir a Cristo durante los primeros siglos del Cristianismo, cuando Jesús subió al cielo. “Crucifícale”. Este grito de los judíos contra Jesús se sigue oyendo durante tres primeros siglos contra los cristianos. «Christiani ne sint» (mueran los cristianos), reza el edicto imperial. Mas los discípulos de Cristo crucificado, sin otras armas que su paciencia y su verdad, superan todas las asechanzas. Incluso en el gobierno de Nerón pudo propagarse la Iglesia con cierta libertad. Desde este emperador hasta el siglo IV se persiguió a muerte a los cristianos, procurando aniquilarlos por todos los medios. Ellos mantuvieron firme su fe hasta la muerte, con el auxilio divino: hombres, mujeres y niños sufrieron alegres los tormentos y la muerte por confesarse cristianos. Muchos paganos se convirtieron al ver su valor en los tormentos y el ejemplo en su vida intachable. ¿Cuántas persecuciones? Hubo 10 persecuciones generales, que se extendían a todo el Imperio; y muchas persecuciones locales que afectaban sólo a tal o cual provincia. ¿Qué tormentos? A veces servían de espectáculo al populacho ávido de sangre y emociones fuertes: crucifixión, bestias en el circo, fuego lento, antorchas…Estos tormentos fueron sobremanera terribles en las últimas persecuciones, en que se pretendía quebrantar la voluntad y lograr su apostasía: hambre, peines de hierro, flagelación hasta dejar descubiertos los huesos, aceite hirviendo y pez derretido, etc. ¿Cómo sufrían y morían los primeros cristianos? Serenos y en paz, con ansias de unirse a Cristo. Humildes y caritativos, perdonando a sus verdugos y rogando por su salvación. A veces discutían con sus jueces demostrándoles la verdad de la religión. El Espíritu que en ellos habitaba les ponía en la boca las palabras que habían de responder. ¿Causas de las persecuciones? La verdadera causa era que la vida ejemplar de los cristianos constituía una constante reprensión silenciosa de los vicios paganos. Jesús lo había anunciado claramente: «Os perseguirán porque no sois del mundo». Los pretextos que ponían los perseguidores eran: son enemigos del estado, pues no acatan las órdenes del emperador, son impíos y atraen las maldiciones de los dioses, no quieren tributarles culto. Tertuliano les contestó: «Id a vuestras cárceles y ved cuántos paganos criminales hay en ellas y cuántos criminales cristianos; luego juzgad vosotros». Otros pretextos: cometen crímenes tremendos en la celebración de sus misterios: p. e., comen niños… Son causa de división dentro del imperio. Puras excusas para destruirlos.

Finalmente, no será fácil para cada uno de nosotros, sus seguidores. Seguir a Cristo en la política no es fácil. ¿Cómo acabó sir Thomas Moro, primer ministro, en la Inglaterra del siglo XVI, con el rey adúltero Enrique VIII? Seguir a Cristo en la medicina no es fácil. ¡Cuántos médicos ante la objeción de conciencia, por no aceptar el aborto, fueron despedidos de las clínicas! Seguir a Cristo en la economía no es fácil. ¿Cómo acaban los economistas que hacen luz de las corrupciones? Seguir a Cristo en un medio pagano y descristianizado, no es fácil; esos cristianos honestos no consiguen puestos y son orillados y humillados. Seguir a Cristo en el matrimonio y en la familia, no es fácil. Seguir a Cristo como joven que no se deja llevar por esos ambientes que ofrecen “pan y circo”, no es fácil. Seguir a Cristo como religiosas y monjas, no es fácil. Seguir a Cristo como sacerdotes fieles a su celibato, no es fácil. Seguir a Cristo cuidando y dedicándose a pobres, enfermos y ancianos, no es fácil.

Para reflexionar: ¿Pienso seguir a Cristo desde la comodidad? ¿Llevo mi cruz con serenidad y amor, unida a la cruz de Cristo? ¿Ya puse mis pies en las huellas que Cristo dejó en el evangelio?

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

Para rezar: No siempre eres tú mi tesoro, Señor. No siempre te tengo en el centro de mi vida. Sin embargo, quiero luchar para optar cada vez más por ti. Quiero descubrirte y tenerte como el único y más preciado tesoro de mi vida. No siempre eres tú mi Señor. Las riquezas, el tener, el consumo… me atraen demasiado y me acostumbran a lo cómodo, lo fácil. Sé que seguirte exige sacrificio, que dejarme llevar por esos señores, me alejará irremediablemente de ti. Quiero ser libre y tenerte como mi único Señor.

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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