(ZENIT – 30 julio 2019).- «Jesús es el eje de la Historia también para aquellas personas que no creen en su divinidad: su nacimiento marca la contabilidad de los años y los siglos» asegura el autor de J.C. El sueño de Dios.
«Su persona y doctrina funda una cosmovisión, una antropología, que humaniza al individuo y a la comunidad; su vida se actualiza generación tras generación, etc. Por eso hay que conocer a Jesús, también desde esta óptica literaria», explica Miguel Aranguren.
El libro J.C. El sueño de Dios, del escritor español Miguel Aranguren (www.miguelaranguren.com), se ha convertido en una de las lecturas más recomendadas para este verano.
Publicado por la editorial Homo Legens, es el décimo segundo libro de Miguel Aranguren, una obra para creyentes y no creyentes.
El libro, que está suponiendo «un antes y un después» en la carrera del novelista, narra buena parte de la vida de Jesús de Nazaret, recreando la época en la que se forjó el destino de muchos pueblos. Asimismo, introduce al lector en la intimidad de la familia que acogió a un niño extraordinario, Jesús de Nazaret, la única persona que ha superado la barrera de la muerte.
Esta es la entrevista que el escritor español ha concedido a zenit en exclusiva.
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Zenit: ¿Cómo surge la idea de escribir una novela sobre la vida de Jesucristo?
Miguel Aranguren: Tengo que reconocer que ha sido una novela que yo no busqué. De alguna manera apareció en mi camino. Todo comenzó en una conversación con un sacerdote que trabaja con jóvenes. Me hizo ver cuál es la situación de los chicos y chicas de hoy: muchos de ellos no están bautizados; una gran mayoría no sabe nada de Jesús; casi todos sufren a causa de las respuestas que no encuentran sobre el sentido de su vida (problemas familiares, afectivos, de desarraigo, de dependencia a las nuevas tecnologías, a veces al alcohol y las drogas, de incertidumbre ante el complicado futuro laboral, al alto abandono de los estudios…) y, sin embargo, incluso sin saberlo, tienen el mismo hambre de Dios, de ser amados y de amar sin condiciones. Aquel cura me propuso un reto: escribir una novela sobre Jesús de Nazaret en la que presentar al Hijo de Dios de un modo atractivo y actualizado.
Escuché sus palabras con mucho interés, pero no quise sentirme interpelado. De hecho, no contemplé entre mis proyectos lanzarme a tamaña aventura. Pero meses después se celebró en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud presidida por Benedicto XVI, que atrajo hasta una ciudad arrasada por el calor de agosto a cientos de miles de jóvenes llegados de todo el mundo, lo que vino a confirmar el diagnóstico del sacerdote: nuestro mundo tiene hambre de Dios, de autenticidad, a pesar de que seguir a Cristo suponga renunciar o reordenar muchas de las cosas que en principio resultan atractivas. Fue entonces cuando tomé la determinación de lanzarme al proyecto más comprometido de mi carrera literaria. Tenía que escribir esa novela sobre Jesús. Pero no quise centrarme en un público exclusivamente joven, sino llegar a la universalidad de todos los lectores.
Z: ¿ J.C. El sueño de Dios lleva moraleja?
MA: Mi sensación es que Cristo va mucho más allá de la moraleja, pues su vida y su mensaje penetran en todos los recovecos de nuestra existencia. Pero debo advertir que he narrado al Jesús que yo he contemplado, desde la experiencia que he tenido al meterme en el interior del Evangelio, en las escenas que conocemos y aquellas otras que, por no aparecer, se ofrecen a la libertad de nuestra imaginación, lo que me hace considerar que es el lector el que debe -a partir de mi relato- atreverse a enfrentarse a cada uno de los personajes que forman parte del libro.
Z: ¿Cuánto tiempo has dedicado a escribir esta novela y cómo la has preparado?
MA: Este libro me ha exigido más que ningún otro. Novelar acerca de Dios encarnado es delicadísimo. No quería arrogarme una voz que no le correspondiera, ni fabular sin ton ni son. Por otro lado, el compromiso del texto me obligaba a asentar perfectamente el entorno geográfico e histórico, por lo que me empeñé en estudiar su tiempo hasta en los mínimos detalles. Por eso dediqué año y medio a profundizar en los protagonistas de las Sagradas Escrituras desde todas las ópticas. Después vino el reto de darles vida sobre el papel, de buscar la emoción narrativa en una historia que, en principio, creemos conocer muy bien, de tal modo que el lector no pudiera interrumpir su lectura, como si tuviese en las manos una novela policiaca. En total han sido siete años. Siete años muy intensos, también difíciles pero llenos de compensaciones: tener a Jesús a mi lado.
Z: San Juan Bautista es un personaje con mucho protagonismo en tu obra. ¿Qué sentido tiene?
MA: Juan es la bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y cuando leemos los Evangelios sabemos la importancia decisiva que tuvo en la preparación de la llegada del Mesías. Pero hay más: Jesús habla de él como del hombre más grande nacido de mujer, lo que viniendo de la boca de Dios parece ser mucho más que un piropo. Sin embargo, nos resulta un hombre lejano, un tipo extraño que vivía retirado en unas condiciones durísimas (comía langostas y miel silvestre, se vestía con pellejos de camello…).
Cuando comencé la novela percibí que el Bautista me brindaba interesantísimas posibilidades: la de presentar a un hombre que por gracia del Espíritu Santo intuyó que el tiempo de los tiempos había llegado; que a su vez fue capaz de renunciar a los bienes que le correspondían por ser hijo de sacerdote, siguiendo una llamada radical a la santidad; que entregó su vida en un terrible martirio; que no tuvo miedo de manifestar la verdad a pesar de los riesgos que comportaba y que en algún momento dudó. Porque los santos no son hombres y mujeres impecables: son como nosotros, personas que viven sus noches oscuras, que padecen enfermedades, que se duelen por la ausencia de las personas amadas, que temen la soledad y se estremecen ante el salto al vacío de la muerte. Creo que el lector se va a llevar grandes sorpresas con Juan.
Z: Decías en un artículo que tu esperanza es que «este libro llegue a manos de muchos lectores sin fe». ¿Es un libro que invita a reflexionar sobre la existencia de Dios o más bien a desconectar de la reflexión?
MA: La existencia de un Dios que, además, es Amor, es la gran reflexión, la única reflexión. Si él nos ama hasta el punto de encarnarse para dar su vida por cada uno de nosotros (con nuestro nombre y apellido, con nuestra historia de victorias y derrotas), prometiéndonos la salvación con una vida eterna de una felicidad inimaginable, cada detalle de nuestro día a día cobra una dimensión apasionante. Pero podría juzgarse, a partir de este argumento, que la novela solo la pueden disfrutar aquellos lectores previamente convencidos de la persona, la misión y el mensaje de Cristo. Si así fuera, habría escrito una obra para “convencidos”, lo que a priori no me interesa. Jesús es el eje de la Historia también para aquellas personas que no creen en su divinidad: su nacimiento marca la contabilidad de los años y los siglos; sus seguidores fueron capaces de darle la vuelta al mundo antiguo; su persona y doctrina funda una cosmovisión, una antropología, que humaniza al individuo y a la comunidad; su vida se actualiza generación tras generación, etc. Por eso hay que conocer a Jesús, también desde esta óptica literaria.
Z: ¿Crees que El sueño de Dios es tu mejor libro? ¿Por qué?
MA: No me corresponde decirlo. Es el lector el que juzga. Y el crítico literario también. Por otro lado, cada novela responde a una época de mi vida, a unas necesidades expresivas, a unas experiencias… Eso sí, a partir de los comentarios de los lectores (muchos de ellos están recogidos en mi página web), tengo la sensación de que J.C. El sueño de Dios está suponiendo un antes y un después en mi carrera.