(ZENIT – 8 sept. 2019).- La Ciudad de la Amistad en Akamasoa significa literalmente “Buenos amigos” y fue fundada en 1989 por el padre Pedro Opeka, misionero argentino de la Congregación de la Misión (vicentino-lazarista), quien llegó a Madagascar en 1970.
El Papa ha visitado Akamasoa hoy, domingo, 8 de septiembre de 2019, en la fiesta de la Natividad de la Virgen, a las 15:10 horas (14:10 horas en Roma).
A su llegada, ha sido recibido en la entrada del auditorio Manantenasoa por el padre Pedro Opeka, fundador de la Obra humanitaria y antiguo compañero de estudios de Teología del Santo Padre, saludándose con un fuerte abrazo.
Entre gritos de alegría y aplausos, enérgicos cantos y sonrisas, más de 8.000 jóvenes que viven en Akasamoa han dado la bienvenida al Pontífice al grito de «¡Viva el Papa!» en español, mientras movían sus brazos y agitaban sus banderines de colores.
Amistad con el padre Opeka
Antes de leer su discurso, el Papa ha saludado de manera afectiva al padre Opeka: «Es una gran alegría para mí, una gran alegría, estar aquí y con el padre Pedro, que nos conocimos en la Facultad de teología alrededor del año 67-68. En aquel entonces a él no le gustaba tanto estudiar, pero amaba muchísimo el trabajo. Muchas gracias».
Al ver a los niños descalzos viviendo con su familias en el vertedero, el padre Pedro pensó cómo ayudar a mejorar la vida de estos malgaches. En medio del basurero abandonado, el misionero construyó unas chabolas precarias para las familias y hoy son casas construidas gracias a la ayuda de los colaboradores: sacerdotes, voluntarios y asocaciones.
«Hemos erradicado la pobreza extrema en este lugar a través de la fe, el trabajo, la escuela, el respeto mutuo y la disciplina. Aquí, todo el mundo trabaja», ha explicado el padre Opeka al Papa esta mañana durante su visita.
«Fe viva» que mueve montañas
El proyecto surgió cerca del vertedero de la capital Antananarivo, que el padre Opeka decidió reactivar, ofreciendo un pequeño salario –y la posibilidad de tener una vida más digna—a todo aquel que quisiera trabajar en la cava de granito de la cantera situada junto al vertedero.
«Es el resultado de muchos años de arduo trabajo», ha observado Francisco. «En los cimientos encontramos una fe viva que se tradujo en actos concretos, capaz de ‘mover montañas’. Una fe que permitió ver posibilidad donde sólo se veía precariedad, ver esperanza donde sólo se veía fatalidad, ver vida donde tantos anunciaban muerte y destrucción”.
Actualmente, cerca de 25 miles de personas se benefician con este proyecto y viven en el pueblo construido; 30 mil pobres llegan cada año a Akamasoa para recibir ayudas específicas y 14 mil niños acceden a la escolarización. En la Misa dominical de la Comunidad, además, participan unas 8 mil personas.
Para el sacerdote argentino, la visita de su compatriota, el Papa Francisco, ha sido una bendición: «Su presencia hoy en este lugar que Dios ha transformado en un lugar de fraternidad y de compartir, es una gracia y una bendición que nos hará duplicar nuestro valor para continuar esta lucha contra la pobreza que mata el alma y luchar aún más contra la injusticia infligida a los niños, mujeres y ancianos abandonados».
La historia de Fany
En el auditorio Manantenasoa, después de las palabras del padre Opeka, la joven Fany, de 13 años, ha contado al Papa su historia personal: «Llegué a Akamasoa hace seis años, con mi madre, mi hermanita y mi hermanito. Me dieron la bienvenida a este centro en Andralanitra y nuestras vidas han cambiado. Hoy estoy feliz de estudiar y orar».
El Papa ha entregado una representación de la Virgen al padre Opeka, quien lo ha alzado para enseñarlo a todos y hacerles partícipes. El Papa ha saludado también a algunos colaboradores del padre Opeka, sacerdotes y misioneros, y voluntarios.
El regalo del Santo Padre es un delicado bajorrelieve de mármol que representa la «Piedad», no sólo se inspira en el ejemplo de la célebre obra de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro del Vaticano, sino que se inspira principalmente en la «Piedad» realizada en 1521 por el escultor siciliano renacentista Antonello Gagini.