(ZENIT – 2 enero 2020)-. En la Diócesis de San Cristóbal, México, hay 5 centros de atención a migrantes: Jtatic Samuel, en Palenque, Albergue la Esperanza en Salto de Agua, San Martín de Porres en San Cristóbal y San Rafael en Frontera Comalapa (Chiapas). Aquí las hermanas Misioneras de Cristo Resucitado, prepararon un almuerzo para el nuevo año, para los pobres y los refugiados, especialmente los niños.
En octubre, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una recomendación al gobierno para que atiendan a las víctimas de desplazamiento forzado de varias comunidades del municipio indígena de Aldama, en los Altos de Chiapas. El conflicto, que inició desde 2015 por la disputa de tierras, ha dejado un saldo de 2 mil personas desplazadas y violencia generalizada.
Maíz, frijol y azúcar son las necesidades básicas que deben ser cubiertas de la población indígena desplazada y sitiada por los grupos armados de Chenalho, Chiapas.
Los pobladores de Aldama reportaron que los ataques siguen. Los hacen de forma más discreta. Antes tiraban cuando la gente andaba en la parcela o en los caminos, ahora como en el convenio se firmó el libre tránsito, no tiran si la gente anda caminando o en la carretera, pero sí disparan y lo hacen para amedrentar, para que la gente se la piense para salir.
Las religiosas ofrecen atención a las viudas y huérfanos de manera permanente, sobre todo en este periodo de frío.
“Nosotros proveemos de alimentos, material de limpieza e infraestructura en agua y saneamiento”, explican las hermanas”. “Atenderemos directamente a pobladores en situación de desplazamiento con alimentos, abrigo y refugio, dando un momento de felicidad a más de 500 personas que tienen que recuperar la dignidad de sus vidas”, añaden.
Nicola Nicoletti