Beato Marcelo Spinola © Archidiócesis de Sevilla

Beato Marcelo Spínola y Maestre, 19 de enero

Gran jurista, abogado de los pobres

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«Este fundador de la congregación de las Esclavas del Divino Corazón, gran jurista, fue aclamado abogado de los pobres y arzobispo mendigo por su acción a favor de los desfavorecidos por los que se desvivió y pidió limosna»

Nació en San Fernando, Cádiz, España, el 14 de enero de 1835. Su padre, el marqués de Spínola, era un ilustre oficial de la Marina. Pero él orientó su vida profesional licenciándose en derecho en la universidad de Sevilla el año 1856. Incluso abrió su propio despacho en Huelva durante un tiempo, poniendo su buenos oficios al servicio de los necesitados, a los que prestaba ayuda desinteresadamente. De ahí el apodo que le dieron: «el abogado de los pobres». Desde su más tierna infancia había experimentado una singular devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, y los talentos que Dios le había otorgado estaban a merced de todos. Cuando su padre tomó posesión de la plaza de Sanlúcar de Barrameda como comandante de Marina, Marcelo lo siguió. Había crecido en las ciudades de Motril, Valencia, Huelva, Sevilla y Sanlúcar. A ellas añadiría nuevos destinos. Era la vida itinerante de un hijo de militar, de un hombre bueno, afable, humilde y alegre, que conservaba estampas de las gentes sencillas a las que fue conociendo y supo ganarse con su generosidad y simpatía.

Ya tenía cierta edad cuando sintió la llamada al sacerdocio y enseguida dio un sí a Cristo. Cursó estudios eclesiásticos en el seminario de Sevilla y fue ordenado sacerdote en 1864. Su primera misa la celebró en la iglesia de San Felipe Neri. Después, le encomendaron la capellanía de la iglesia de la Merced, de Sanlúcar. Vinculado a las cofradías, se integró en la Hermandad de San Pedro y Pan de los Pobres, hasta que en 1871 el cardenal de la Lastra y Cuesta le confió la parroquia de San Lorenzo de Sevilla. En esta ciudad se incorporó a la Hermandad del Gran Poder, de la que fue mayordomo y director espiritual, así como a la Hermandad de la Soledad. Fue en esta parroquia cuando en 1874 conoció en el confesionario a la recién enviudada Celia Méndez, con la que tiempo después habría de poner en marcha la fundación de las Esclavas.

En 1879 fue nombrado canónigo de la catedral de Sevilla por el arzobispo Lluch, y en 1881 designado obispo auxiliar de la diócesis hispalense. En 1884 su fecunda labor pastoral ya había traspasado las fronteras, y León XIII lo nombró obispo de Coria, Cáceres. Dos años escasos fueron suficientes para dejar impreso su sello apostólico. Allí fundó en 1885 la congregación de las Esclavas del Divino Corazón junto a la sierva de Dios, Celia Méndez. En 1886 fue trasladado a Málaga impulsando en la diócesis una acción inolvidable con los desfavorecidos, a la par que encabezaba una sólida defensa de los derechos de los trabajadores a través de los medios pastorales que tenía a su alcance.

Juzgó que la Iglesia no había acogido a los pobres, y quiso paliar la situación. En 1896 regresó a Sevilla, diócesis de la que fue nombrado arzobispo. Fundó «El Correo de Andalucía», que nació con el objetivo de «defender la verdad y la justicia». Y cuando la peste asoló la ciudad en 1905, recorrió las calles sevillanas desafiando el sol de justicia del mes de agosto, pidiendo limosna para los damnificados. Entonces las gentes acuñaron para él nuevo título: el «arzobispo mendigo». Poco después, ese mismo año de 1905, san Pío X lo elevó al cardenalato.

Era un hombre piadoso, de intensa oración y mortificación, extremadamente sensible a las necesidades y al sufrimiento de sus fieles, y un infatigable apóstol. Hogares, círculos obreros, centros en los que se daba de comer a quienes lo precisaban, orfanatos, escuelas nocturnas, creación de la facultad de teología de Sevilla, etc., rubrican su impronta. Recorrió todas las diócesis en las que ejerció su ministerio viajando en un mulo, luchó contra el intento de desplazar la enseñanza de la religión de los centros públicos siendo senador de Granada, consoló a los afligidos, y llevó el evangelio por todos los rincones, predicando y confesando.

Alguna vez se sintió tentado a renunciar al episcopado considerándose indigno de asumirlo, y fue disuadido de ello. En el centro de su corazón: la Eucaristía: «La obra maestra del amor de Jesucristo a la humanidad es la Eucaristía; maravilla que sería increíble si Jesucristo no amara como Dios». «La Eucaristía se halla a nuestro alcance. Todos podemos acercarnos a Cristo huésped y conversar con él, y percibir el calor de su palabra. ¡La palabra! ¡Cómo enardece los ánimos! ¡Cómo los enardecerá la palabra de Cristo! Todos podemos llegarnos al altar cuando se inmola y nos grita: Mirad cuánto os he amado y amo. Y todos podemos sentarnos a su mesa y comer el pan y beber el vino embriagador de la caridad».

Con clarividencia y profundidad, como santo que era, en una de sus cartas, escribió: «El sacerdote puede con su palabra imitar, aunque sea de lejos, a Cristo, y ejecutar las maravillas que hacía con la suya el celestial Maestro; para que la palabra sacerdotal posea tamaña eficacia es menester que sea total y verdaderamente divina, lo cual no se verificará cumplidamente, sino sometiéndose el ministro del Evangelio a un doble procedimiento: vaciarse de sí y llenarse de Dios». Murió en Sevilla el 19 de enero de 1906 cuando regresaba de asistir a los esponsales del rey Alfonso XIII. Juan Pablo II lo beatificó el 29 de marzo de 1987.

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Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

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