DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
Textos: Eclesiástico 15, 15-20; 1 Corintios 2, 6-10; Mateo 5, 17-37
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: el cristianismo consiste en encontrarnos con Cristo y seguirlo, y no en cumplir unos preceptos, normas y leyes. Y quien sigue a Cristo también cumplirá sus mandamientos en clave de amor.
Resumen del mensaje: El cristianismo es el encuentro y el seguimiento de una persona, Jesús, como nos dice el Papa emérito Benedicto XVI y no el conjunto de unos preceptos a cumplir. Pero cuando uno ama a una persona, y esa persona es Dios, el guardar los mandamientos que nos pide, no es una esclavitud o un fardo pesado, sino una oportunidad para demostrarle nuestra fidelidad (evangelio) y ese amor con obras, pues “obras son amores”. El cumplir esos preceptos depende de nosotros y es de sabios (primera y segunda lecturas). Y Dios se alegrará y nos sorprenderá al final de la vida (segunda lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, ser cristiano no significa cumplir a rajatabla farisaicamente una serie de leyes para tranquilizar la conciencia o para ganarnos el cielo, como querían algunos fariseos en tiempo de Jesús. Ser cristiano es seguir a Cristo, el más bello de los hijos de los hombres, encontrarse con Él, dejarse amar por Él, y así dejarnos transformar por Él, aprendiendo su estilo de vida y su mentalidad, purificando nuestros afectos junto a su corazón y rectificando las decisiones de nuestra voluntad, si no están de acuerdo con su santa Voluntad. Sólo cumplir por cumplir los preceptos es anclarnos en el Antiguo Testamento y vivir con mentalidad farisaica. Pero encontrarnos y amar a Cristo, cumpliendo con cariño su santa ley que se sintetiza en amar a Dios y al prójimo, nos eleva y nos da la póliza del Nuevo Testamento, que Cristo selló con su sangre, llevando a plenitud la antigua ley, que Él no demolió, sino que cumplió y llevó a plenitud (evangelio).
En segundo lugar, habiendo hecho la experiencia del amor de Cristo, porque nos encontramos con Él, entonces los preceptos que hoy nos da a quienes le seguimos nos parecen obvios, justos y canalizarán nuestra libertad para que no caiga en libertinaje. ¿Cuáles son esos preceptos que hoy nos recuerda, que son antiguos y que Él perfecciona y completa? No sólo no matar, sino también no enfadarnos ni guardar rencor. No sólo no cometer adulterio físico, sino también el reclamo a vivir la pureza de ojos y de corazón. No sólo no jurar en falso, sino simplemente no jurar en absoluto, basándonos siempre en la veracidad: el sí y el no de un seguidor de Cristo deben ser creíbles (evangelio). La interpretación que Jesús hace de una serie de mandatos del Antiguo Testamento, ciertamente en una línea más profunda que la de los escribas y fariseos, va hacia la interiorización y la autenticidad más plena.
Finalmente, por tanto, el problema está en saber conjugar sabiamente (segunda lectura) en nuestra vida dos realidades: la ley y la libertad. La primera lectura del Eclesiástico nos dice que cada uno es libre y debe tomar sus decisiones en la vida. Dios no nos obliga nunca, para eso nos hizo libres. Escoger el mal o despreciar los preceptos de la ley no es de sabios. La verdadera sabiduría es seguir la voluntad de Dios, que implica también la observancia amorosa de los preceptos de Dios (primera lectura).
Para reflexionar: ¿Por qué nos cuesta tanto cumplir los mandamientos? ¿Por qué no nos gustan los preceptos? ¿Hemos sabido conjugar ley y libertad en clave de amor a Cristo o en clave de esclavitud y fardo pesado que hay que soslayar y tirar a la cuneta?
Para rezar: Señor, dame la gracia de encontrarme contigo, que eres mi Dios y Salvador. Que este encuentro me transforme interiormente y me lleve a vivir con amor y libremente tus preceptos, porque siempre quieres lo mejor para mí. Y quiero cumplir tu ley para darte gusto a Ti, mi Señor. Y cuando me cueste mucho llevar tu cruz, te pediré que seas mi Cireneo. Que sepa dar ejemplo a mis hermanos en el cumplimiento fiel de tus mandamientos. Amén.