(zenit – 4 de marzo 2020).- En la tercera y cuarta meditación de los Ejercicios Espirituales de la Curia Romana en Ariccia, Italia, el predicador, el padre jesuita Pietro Bovati, reflexionó sobre la resistencia a la gracia y sobre el pecado , informa Vatican News.
El Papa Francisco, que se recupera de su resfriado, siguió estas meditaciones desde la Casa Santa Marta en el Vaticano.
“Modelo faraónico”
En la primera meditación del día 3 de marzo de 2020, el jesuita señaló que en el Éxodo, con Moisés, se dice no al “modelo faraónico”, que defiende que el bien es el bien de los egipcios. Además, el Dios de Israel promueve “un cambio radical de perspectiva cuando saca a relucir el derecho de los extranjeros, de los oprimidos, de los explotados”.
Reflexionando sobre las lecturas del día que narran episodios del Éxodo, junto con el Evangelio de Mateo y los Salmos, el predicador jesuita puso en guardia sobre el riesgo de “resistir a la gracia, de oponerse al Espíritu”. En el “lenguaje del Espíritu” primero están los demás, los primeros son los últimos; “y la resistencia a la gracia se expresa precisamente en el rechazo de esta inversión de valores (…)”.
El faraón “representa la encarnación del poder como un poder destructivo contra los oponentes”. Una tiranía que también se refleja en la realidad contemporánea y constituye “una fuente de gran sufrimiento para los hombres”: “Tengan cuidado de responder con las mismas armas que los ‘faraones’ de hoy en día. De hecho, toda forma de arrogancia orgullosa debe ser desterrada totalmente de nuestra vida, dejando lugar a la mansedumbre, al martirio”.
Desobediencia a Dios
En el mundo contemporáneo, explica el padre, “se ha desarrollado una forma diferente de arrogancia que rechaza la obediencia a Dios y a sus profetas”. Se trata de un “rechazo de Dios como afirmación evidente del ateísmo, considerado casi como la única opción razonable, como indiferencia religiosa, como relativismo ético y como cualquier otro estilo de vida que se convierte en una absolutización del propio sentimiento, de la propia opinión, de las propias elecciones” y oponerse a ello, para el cristiano, supone la marginación.
En este sentido, invitó a reflexionar sobre este fenómeno de la desobediencia para comprender las causas de tal resistencia y rechazo de la gracia.
Paladines del orden establecido
Existe otro modo complejo de resistencia a la gracia, el de aquellos que como el faraón, “se erigen en paladines del orden establecido, de la forma canonizada de la ley, de la práctica actual, considerada la única expresión perfecta e inmutable del bien, y por lo tanto se oponen a los cambios requeridos por los profetas, despreciados con títulos insolentes como ‘locos, visionarios, indisciplinados, turbulentos, heréticos’”.
Al mismo tiempo, el predicador subrayó que “no basta con apelar a la tradición, a lo que siempre se ha hecho, a lo que en el pasado se consideraba válido”, rechazando “los fermentos de reforma, de renovación teológica e institucional”, y culpando “a priori las propuestas de cambio en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en la liturgia, en la práctica catequística, en la pastoral”.
Otras tentaciones
Después remarcó que el pecado también consiste en la absolutización del sistema productivo como único valor. Ante ello, habló sobre “la tentación de vivir tranquilamente, la aceptación también del abuso de poder que se considera preferible al valiente acto liberador”, con todos los riesgos que ello implica.
Y remitió a la parábola evangélica del sembrador en la que es “la resistencia a la gracia que toma la forma de celos hacia aquellos que tienen un mayor don que el nuestro; o de orgullo, pensando que somos mejores que los demás porque producimos más fruto” o nos contentamos con dar algo de fruto, “tal vez presentado como una forma de modestia y humildad”, pero que “debería ser considerado como una insidiosa resistencia a la gracia que no deja que crezca un amor y un servicio de creciente donación”.
Idolatría
En la siguiente meditación, el teólogo profundizó en torno al pecado, no como transgresión a la ley de Dios, sino como “falta de fe”. El primer mandamiento se refiere a no tener otros dioses y la idolatría, “un pecado capital denunciado en toda la tradición del Antiguo Testamento”.
El de la idolatría constituye “un pecado que no puede ser curado, porque no se reconoce”, es más, se niega “y por lo tanto se asemeja al pecado contra el espíritu, sin remedio”. En esta línea, remitió la crítica a la hipocresía en el Evangelio de Mateo: “La hipocresía no sabe juzgar, no sabe lo que es el verdadero discernimiento; es ciega, no conoce la justicia, la misericordia, la fidelidad, identifica la bondad con las prácticas y los cumplimientos materiales”.
A partir del texto del Éxodo, capítulo 32, en el que se relata la adoración del pueblo al becerro de oro, el sacerdote jesuita reflexiona en torno al fenómeno de la idolatría, a cómo surge el deseo de certezas, la preferencia por “ver” en lugar de escuchar la voz del Dios invisible. No obstante, si se sustituye la creencia por el conocimiento, si se deja de adherir a Dios, se termina creyendo que se posee la verdad, en lugar de buscarla y escucharla con humilde docilidad.
Camino para superar la ceguera
Asimismo, ante la imagen del becerro de oro aplicada a nuestros días llevó al padre Bovati a hablar sobre la importancia que se da a la imagen pública en el mundo virtual actual vivimos, en el que con frecuentemente nos convertimos en seguidores de un objeto idólatra.
Por ello, el religioso también advirtió contra el riesgo de practicar un culto que, aunque en teoría sea devoto y espléndido, en su ejecución no sea capaz de acoger la Palabra de Dios que es transformadora: “Las ceremonias bien hechas no son suficientes si no se basan en la auténtica oración que es ante todo escuchar a Dios”.
Por último, recordó la llamada al Evangelio de Mateo, en particular a las tentaciones en el desierto, en el que “Jesús sale victorioso y nos enseña el camino para superar nuestra ceguera”, el del siervo. Y el Salmo 106 también recuerda que en la historia de Israel, Dios siempre interviene con gestos de salvación.