DOMINGO DE PASCUA
Ciclo A
Textos: Hechos 10, 34.37-43; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: Encuentro, confesión y misión son la clave para entender el misterio de la resurrección de Cristo, hecho central de nuestra fe.
Resumen del mensaje: Llegó la alborada del júbilo pascual y amaneció el Domingo de la Resurrección. Aquella mañana de Pascua se llena de pasos que van al sepulcro, de zozobrantes búsquedas y diálogos con ángeles; de prisas, asombros y, por fin, del júbilo de la gloria: ante los ojos atónitos de los discípulos aparece la figura amada del Maestro. Dios ha liberado definitivamente al hombre por la Muerte y Resurrección de Jesús. Hubo un encuentro, que supuso una confesión en la fe y comprometió a una misión: anunciar la gran noticia: “¡Cristo está vivo, ha resucitado!”. A pesar de nuestro encierro en casa, por culpa de esta pandemia, Cristo nos dice a todos: “No tengáis miedo. Todo esto pasará y sacaréis lecciones profundas para crecer en la fe, esperanza y amor. Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, encuentro con Cristo resucitado. El Señor es quien sale al encuentro de sus abatidos discípulos en el camino de Emaús, en el sepulcro a María Magdalena, a las mujeres por el camino, a los once finalmente, reunidos en el Cenáculo…y hoy más que nunca a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, que estamos experimentando una prueba terrible. A todos ellos -y también a nosotros-, Cristo en ese encuentro les regala y nos regala su Presencia, se les entrega como don; es para ellos y para nosotros, en ese trance tan difícil, el Dios-con-nosotros, consolando con sus apariciones el pequeño grupo de creyentes y a todas nuestras familias. Cristo se muestra con soberana libertad, se muestra a sí mismo. No se trata de una alucinación, sino de un encuentro. Así los apóstoles se convencerían. Y ellos lo ven, lo escuchan, lo palpan y comparten con Él la comida. ¡Está realmente con ellos otra vez! Son y somos testigos del triunfo sobrenatural de Cristo, patente ahora por la Resurrección. Lo reconocieron y lo reconocemos, es decir, identificaron al Resucitado, también nosotros, con aquel que vieron clavado en el Calvario.
En segundo lugar, ese encuentro los llevó a una profesión de fe. El contacto con Cristo resucitado provoca en el alma de los discípulos la profesión de fe; les devuelve la fe: “Señor mío y Dios mío”. Con esa fe comprendieron el testimonio de la Escritura, es decir, la coherencia íntima entre las profecías del Antiguo Testamento y la vida, la muerte y especialmente la resurrección del Señor. Asimismo, los discípulos recordaron lo que Jesús les había dicho cuando estaba entre ellos. Comprendieron la misma existencia de Cristo, su predicación y sus milagros. Hallaron en la confesión de su Divinidad la clave verdadera de interpretación, la luz para poder penetrar el sentido de las maravillas de Dios en su integridad.
Finalmente, y esa fe nos debe lanzar, como a esos discípulos, a la misión para llevar esa buena nueva, la más importante: “¡Cristo está vivo; ha resucitado!”. En las diversas apariciones que siguieron a su resurrección, advertimos que el Señor se muestra a sus discípulos de paso, y como despidiéndose. Es que la resurrección inaugura su nuevo modo de quedarse en la Iglesia, que se verá corroborado y afirmado por la llegada del Espíritu en Pentecostés. ¿Qué misión les encomendó Cristo resucitado? Enseñar todo lo que Él ha mandado, para salvación del género humano. Anunciar esa buena nueva: Cristo vive en la Iglesia, fundada por Él, a la que prometió la asistencia del Espíritu Santo. Lanzar las redes para pescar.
Para reflexionar: ¿nos hemos encontrado ya con Cristo en la Iglesia, en los sacramentos, en su Palabra? ¿Sabemos confesar la fe en Cristo resucitado con nuestras palabras y con nuestro testimonio de vida coherente? ¿A quién debemos anunciar esta gran noticia de que Cristo está vivo en su Iglesia, en su Palabra y en los sacramentos?
Para rezar: Señor resucitado, que te encuentre cada día en la meditación de la Escritura, en la participación de los sacramentos y en la persona de mi hermano. Que ese encuentro me haga confesar que estás vivo y a proclamarte por todos los rincones. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org